miércoles, 17 de abril de 2024

Mc 11,28

 ... y se pusieron a preguntarle: <<¿Con qué autoridad actúas así?, o sea, ¿quién te ha dado a ti la autoridad esa para actuar así?>>

Se acercan a Jesús como una comisión oficial, con propósito de investigar. Ellos, como representante4s del supremo órgano de gobierno de la nación (el Sanedrín) se consideran la autoridad legítima, avalada por Dios. Por eso, se creen con derecho a someter a Jesús a un interrogatorio.

No vienen a dialogar con Jesús de forma amistosa, ni a informarse de las razones que le llevan a actuar así. Su pretensión va más allá. A la vista de la actuación de Jesús en el templo y de su enseñanza, los sumos sacerdotes y los letrados buscaban desde el día anterior una manera de acabar con él (11,18); ahora, los representantes del Consejo en pleno van a pedirles cuentas de su comportamiento, a desenmascararlo públicamente como un falso profeta y, a ser posible, a obtener de él una declaración imprudente que les permita poder denunciarlo y condenarlo.

Se dirigen a Jesús omitiendo toto título, ni siquiera le dan el de <<maestro>> (cf. 12,14). No le reconocen autoridad alguna. Tampoco usan fórmulas de cortesía (v.g. "quisiéramos hacerte una pregunta").

Le hacen directa y bruscamente dos preguntas: la primera (¿con qué autoridad actúas así?) pretende averiguar qué clase de autoridad se atribuye Jesús para hacer lo que hace; la segunda (¿quién te ha dado a ti la autoridad esa para actuar así?), que explicita la anterior (o sea), el origen de esa autoridad. Ambas preguntas se formulan en el texto griego con tono despectivo, como si Jesús fuera la última persona de quien podría pensarse que tuviera autoridad alguna.

También en la sinagoga de su tierra la gente se había hecho dos preguntas insidiosas sobre el origen del saber y de las actuaciones portentosas de Jesús (6,2b, Lect.). La misma desconfianza muestran ahora los dirigentes sobre la autoridad que se atribuye Jesús en su actuación y el origen de ésta.

Por otra parte, la cuestión de la autoridad de Jesús ha aparecido ya antes en Mc. Al comienzo de su ministerio, los fieles de la sinagoga de Cafarnaún reconocieron en su modo de enseñar una autoridad que no tenían los letrados, sus maestros oficiales (1,22.27b, Lect.). Y el pasaje de la curación del paralítico (2,1-13 Lect.) ha mostrado claramente que la vida nueva que Jesús ofrece a los hombres dimana de la autoridad divina que posee (2,10). Por eso, puede él conferir a los Doce autoridad sobre los demonios (3,15) y los espíritus inmundos (6,7). Ahora, sin embargo, los representantes del Sanedrín con su interrogatorio ponen en entredicho esa autoridad.

Los dirigentes no consideran ni por un momento si la actuación de Jesús estaba justificada, si su denuncia del templo el día anterior (11,17) correspondía a un abuso real o si cumplía textos de la Escritura (Zac 14,21; Jr 7,11). Como representantes del Consejo y encargados del buen funcionamiento de las instituciones se creen con derecho a pedirles explicaciones. Le exigen que justifique su actuación declarando qué clase de autoridad es la suya y quién la respalda. Intentan llevarlo al terreno jurídico. De hecho, piensan que la actuación de Jesús ha sido una usurpación de su poder. Son ellos los garantes y custodios del orden y organización del templo; Jesús no es nadie para interferir en eso.

Hay que ver, sin embargo, en su insistencia sobre "las cosas" que hace Jesús (actuar así) un contenido más amplio que las acciones del día anterior. La actuación de Jesús en el templo, centro de la institución judía, no ha hecho más que culminar una actividad y un enfrentamiento que se había prolongado durante toda su labor en Galilea (2,6-11.16-17.23-27; 3,1-6.22-30; 7,1-13); las autoridades no pueden tolerarla y pasan a la acción. Quieren saber qué títulos ostenta Jesús para actuar así; no les importa la opinión favorable de la gente que lo ha aclamado como Mesías a su llegada a Jerusalén (11,9-10) y que ha acogido favorablemente su denuncia del día anterior (11,18b). Ellos no están dispuestos a reconocerlo por Mesías; han optado ya contra Jesús y buscan sólo cómo llevarlo a la ruina (11,18a).

Considerándose custodios del orden establecido por Dios, piden credenciales a Jesús. Pero éste no tiene credenciales jurídicas. Su única credencial es su mensaje y actividad liberadoras, y lo pertinente de su denuncia del templo, apoyada por los profetas antiguos. Su caso es parecido al de estas grandes figuras carismáticas, de las que el Mesías había de ser la culminación. 

LA BIBLIA

Mc 11,27b

 En el templo, mientras él iba andando, se le acercaron los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores...

Tercera y última vez que Jesús entra en el templo. Aunque los dirigentes traman su muerte (11,18), Jesús camina solo por el recinto, sin que se mencionen sus discípulos ni algún otro acompañante. No busca el apoyo popular ni se aprovecha de la simpatía de la multitud. Aparece solo entre la gente. Mientras que los dirigentes tienen miedo de él (11,18), Jesús no lo tiene de ellos. El texto, desde el primer momento, centra su atención en los dos protagonistas del relato: Jesús y sus adversarios.

Mientras caminaba por el templo, Jesús es abordado por la autoridades supremas de Israel. El movimiento de aproximación a Jesús de esas autoridades (se le acercaron) se describe en el texto griego en presente: "se le acercan". Insinúa así Mc, que la actitud hostil de los dirigentes judíos respecto a la persona, mensaje y actividad de Jesús sigue vigente en su época y que, como entonces, procede de la mala fe.

Se le acercan los tres grupos que componían el Sanedrín o Gran Consejo (cf. 8,31), es decir, los exponentes del poder religioso-político ("los sumos sacerdotes", aristocracia sacerdotal), del legal-intelectual ("los letrados o escribas", teólogos y juristas) y del económico ("los senadores o ancianos", grandes terratenientes, aristocracia civil). El hecho de que sea el Consejo en pleno el que aborda a Jesús para enfrentarse con él, indica la gravedad de la situación.

Mc menciona las tres categorías anteponiendo a cada una el artículo determinado: "los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores", que gramaticalmente totaliza a cada grupo. No es verosímil, sin embargo, que quiera indicar que los 71 miembros del Sanedrín se acercaron a Jesús; hay que pensar, sin duda, en una delegación. Pero, al utilizar el artículo totalizante, quiere expresar el evangelista la unanimidad de las facciones del Consejo en su oposición a Jesús.

De los tres grupos, los senadores son mencionados en último lugar, al contrario que en 8,31, donde ocupaban el primero. Allí se hablaba del rechazo de Jesús y su muerte en el plano de la decisión: los senadores parecían ser los instigadores principales; aquí se trata del enfrentamiento personal con él en el templo, y los sumos sacerdotes, administradores de éste, y los letrados cuyas escuelas se encontraban dentro de él, pasan a primer plano. De hecho, Jesús había anunciado que su condena a muerte y la entrega a los paganos serían obra de estas dos categorías (10,33). Los senadores representan para Mc algo así como el poder en la sombra, que utiliza a los otros dos grupos para llevar a efecto sus propósitos criminales contra Jesús.

Por otra parte, el hecho de que los tres grupos coincidan en el mismo lugar y momento y se acerquen juntos a Jesús, sugiere que estaban esperando a que éste se presentase en el templo para abordarlo. No describe, pues, Mc un encuentro casual, sino el primer acto de un enfrentamiento preparado y calculado. Es casi una emboscada.

LA BIBLIA

martes, 16 de abril de 2024

Mc 11,20-27a

 

Mc 11,20

Mc 11,27a

 Y llegaron de nuevo a Jerusalén.

Tercera y última vez que se menciona una entrada de Jesús en Jerusalén, entrada que tendrá de nuevo como meta el templo. Ha dado tiempo para que las diversas facciones judías saquen sus conclusiones de la acción de Jesús el día anterior. Se prevén reacciones a la denuncia del templo.

El presente histórico (lit. "llegan"), puede indicar que, todavía en la época de Mc, los discípulos necesitan actualizar las escenas que siguen, para rectificar desde ellas su concepción mesiánica.

LA BIBLIA

Mc 11,25

 Y cuando estéis de pie orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras faltas.

La oración de que habla ahora Jesús rebasa la petición anterior, se extiende a toda clase de oración. El texto puede traducirse "cada vez que estéis de pie orando". Orar de pie era la costumbre de los judíos.

Jesús les advierte de que hay una condición para poder comunicarse con Dios: no sentir rencor u hostilidad contra nadie. El que, en vez de perdonar, aborrece al que le ha hecho daño, se cierra al amor, y Dios no puede expresarle su amor con el perdón. Jesús excluye así de sus seguidores toda actitud de resentimiento y todo espíritu de violencia. La especificación contra alguien, sin distinción, incluye a los enemigos; el discípulo desea la ruina del sistema, no la de las personas. Hay una posible alusión a la persecución que puede surgir como consecuencia de la ruptura.

El nombre de <<Padre>> significa que Dios es amor y vida; esto funda la fe-confianza del discípulo. Pero esta fe debe asimilar el comportamiento del hombre al del Padre; no estará en sintonía con él sin una actitud de amor hacia los demás.

Vuestro Padre del cielo se opone al grito que resonaba durante la entrada en Jerusalén, en boca de los que identificaban a Jesús con el mesías davídico: "¡Bendito el reinado que llega, el de nuestro padre David!" (11,10). Aparece de nuevo la oposición entre dos mesianismos: el del reinado de David y el del reinado de Dios (1,15).

Al decir Jesús vuestras faltas, y no "vuestros pecados", implica que en sus seguidores auténticos no existen "pecados". "Los pecados" son las acciones que dimanan de la opción por la injusticia; la enmienda (1,4) o la fe (2,5) rectifican esa mala opción y liberan de los pecados del pasado. La adhesión a Jesús conlleva la opción por el amor a los demás, lo opuesto a la injusticia; por eso, en la comunidad cristiana no hay "pecados", solamente "faltas" o "fallos".

LA BIBLIA

Mc 11,24

 Con motivo de eso, os digo: todo cuanto pidáis para vosotros en oración, tened fe en que lo habéis recibido y lo obtendréis.

Primero ha hablado Jesús de la ruptura de cualquier creyente con el sistema opresor ("quien diga al monte"); ahora habla de la petición a Dios, pero considerando solamente el grupo de discípulos (os digo: todo cuanto pidáis...), como si fueran ellos los únicos que necesitaran hacerla. El primer dicho da pie a éste (Con motivo de eso), y el vínculo de unión entre los dos es la fe (v. 23: tenga fe; v. 24: tened fe).

Aunque Jesús se dirige al grupo entero como un bloque, sin distinguir entre los individuos, la petición a Dios es un acto personal. El sentido del dicho es, por tanto, distributivo: cada discípulo puede pedir a Dios con la confianza de que obtendrá lo que pide. Ahora bien, el hecho de enunciarlo de todos ellos como grupo significa que el objeto de la petición no es arbitrario ni depende del capricho personal; es algo que todos ellos necesitan obtener y que cada uno necesita pedir.

También este dicho tiene un tinte hiperbólico: todo cuanto pidáis. Quiere decir Jesús con esto que aun lo que parece más difícil está al alcance del que ora. Teniendo en cuenta el contexto anterior y el reciente comentario de Pedro a la vista de la higuera seca de raíz, puede deducirse qué es esto tan difícil que los discípulos pueden y deben conseguir. De hecho, Pedro, que erróneamente ha admirado la fuerza de la palabra de Jesús, ha puesto de manifiesto la mentalidad del grupo: todos siguen aspirando a un poderoso Mesías reformista que procure la gloria de Israel. Este ideal común a todos es el gran obstáculo que tienen en ellos mismos para tomar la decisión que ha propuesto Jesús de romper radicalmente con la institución judía, representada por el monte del templo.

Jesús les asegura que la fuerza de Dios está a disposición de ellos para superar toda dificultad y, en particular, la ideología que les impide la necesaria ruptura con su pasado reformista y nacionalista. La orden al monte suponía la certeza de que Dios está con el que sigue a Jesús; la petición de los discípulos ha de basarse en la misma certeza, creyendo que su efecto es infalible.

Tened fe en que lo habéis recibido, significa que, por parte de Dios, todo está hecho; el discípulos debe tener fe plena en que Dios le ha concedido lo que pedía y actuar en consecuencia, es decir, dar el paso y romper con su ideología pasada. Es la fe-confianza la que da fuerza a la petición y asegura su éxito; da la total certeza de haber sido escuchado, lo que equivale al "no dudar interiormente" del dicho anterior (11,23).

Enlazan estas palabras con lo que Jesús dijo a los discípulos después de la expulsión del espíritu mudo: "Esta ralea no sale más que pidiéndolo" (9,29). Los discípulos siguen en la postura de entonces. Jesús ha instado a la ruptura con el sistema judío; solamente pidiéndoselo a Dios conseguirán los discípulos vencer la resistencia que oponen a ello por causa de la ideología que los domina.

En el primer dicho, la fe en Dios convencía de que la ruptura con la institución no es un gesto vano ni un idealismo irreal, sino que tiene su efecto. En el segundo, la fe en Dios convence de que todo obstáculo interior puede ser superado. El fundamento de ambos casos es la certeza de que Dios está con el que sigue a Jesús.

LA BIBLIA

Mc 11,22-23

 En respuesta, les dijo Jesús: <<Tened fe en Dios>>. <<Os aseguro que quien diga a ese monte: "Álzate y arrójate al mar", y no vacile en su interior, sino tenga fe en que lo que está diciendo va a suceder, lo obtendrá>>.

Pedro esperaba una salvación milagrosa por la fuerza de la mera palabra. Por eso Jesús previene a los discípulos contra esa falsa creencia. Les habla a todos (les dijo), señal de que Pedro expresaba de nuevo el sentir del grupo; en todos pervive la antigua ideología. Una vez más emplea aquí Mc el presente histórico (lit. "les dice"); insiste así en que, en su tiempo, la asimilación de la enseñanza de Jesús por parte de los discípulos sigue dejando mucho que desear.

La mención de la fe (Tened fe en Dios) es inesperada, pero se justifica por lo que sigue. Antes de exponer algo aparentemente imposible, Jesús prepara a los discípulos exhortándoles a tener plena confianza en Dios.

El siguiente dicho de Jesús es solemne: Os aseguro..., y subraya la certeza de lo que va a decir. Para expresar su pensamiento usa una hipérbole proverbial, la de ordenar a un monte que deje su sitio y se arroje al mar; con ella indica Jesús que puede ser posible lo que parece imposible. Como es sabido (cf. 3,13 Lect.), <<el monte>> es en Mc figura de la esfera divina en contacto con la historia humana. Pero las palabras de Jesús tienen en este caso una aplicación concreta; no habla de un monte cualquiera, sino de uno bien determinado: ese monte. Como ese es un deíctico, designa naturalmente el monte al que se dirigen todos, sobre el que se halla construido el templo, y que los discípulos ven enfrente.

La frase: álzate y arrójate al mar, no es una oración a Dios, sino una orden dada al monte por cualquier hombre (quien diga) que tenga fe en Dios. No habla Jesús de un suceso físico; la orden al monte es una metáfora que da forma a una decisión individual, la de romper totalmente con lo que el monte representa; con ella el seguidor expresaría el deseo de la desaparición definitiva del monte/templo. Éste debería haber sido la "casa de Dios" el centro de la historia de Israel, destinado a ser lugar de oración, es decir, de encuentro con Dios, para todos los pueblos (11,17a); pero, como Jesús ha denunciado, se ha convertido en el máximo exponente de la explotación económica que el sistema religioso judío ejerce sobre el pueblo (11,17b). La orden a ese monte significa, ante todo, la completa ruptura personal con una institución que falsea la imagen de Dios y que, en su nombre, oprime al pueblo. Para el que pronuncia esas palabras (álzate y arrójate al mar), esa institución deja de contar para él, no tiene ningún influjo en su vida; él vive como si ya no existiera, afrontando todas las consecuencias de su ruptura con ella.

Como se ha visto, no limita esta decisión al grupo de discípulos, incluye a otros partidarios o seguidores (quien diga); tampoco propone una decisión colectiva, sino individual, de cada uno. Y esta ruptura radical con el sistema religioso, encarnado en el templo, no es solamente interior, sino pública, como la de Jesús. El que no vacile en su interior y tenga la valentía de llevarla a cabo prescindirá de todo lo que pueda significar adhesión o miedo a ese sistema y debe creer en la eficacia de su opción, que, a su debido tiempo, dará su fruto (lo obtendrá). Con las sucesivas rupturas el sistema se irá viniendo abajo. La formulación que le da Jesús expresa la seguridad absoluta (Os aseguro), porque sabe que Dios está con el que hace esa ruptura y que todo es posible para el que tiene fe (9,23).

El rechazo, expresado por la orden: álzate y arrójate al mar, realiza en el individuo las palabras que Jesús dirigió a la higuera: "Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti" (11,14). Cada uno debe renunciar a buscar nada positivo (fruto) en la higuera/institución. De forma figurada, la desaparición del monte traduce a nivel personal la muerte de la higuera (seca de raíz). De este modo, formula Jesús para cada seguidor lo que hizo él mismo el día anterior, cuando denunció la realidad del templo. Se propone quitar todo apoyo al sistema.

El monte es el símbolo de lo inamovible pero, con su dicho, Jesús asegura que la firmeza de las instituciones opresoras depende de la adhesión de los hombres. No tienen más solidez que la que les prestan los seres humanos con su adhesión y su reconocimiento, pues no son más que una objetivación hecha por los que las aceptan. Si éstos niegan con su modo de vivir la existencia del sistema injusto, éste acabará por desaparecer. Al quitarles la base del reconocimiento, las instituciones opresoras caerán por sí mismas.

El plazo del cumplimiento de la caída o desaparición no se señala, pero no por eso es menor la certeza. El hombre que colabora con el plan de Dios, es decir, con la liberación de la humanidad y la construcción del Reino, sabe que ese plan se está realizando y que llegará el momento en que se cumpla por completo. No dice Jesús "lo verá", sino lo obtendrá: el deseo llegará a realizarse. La fe no es una magia de efecto instantáneo, sino una actitud que abre cauce a la fuerza de Dios; ésta se manifestará a través de los que creen, provocando la caída de toda realidad histórica que impida la realización del hombre y el reinado de Dios.

La ruptura tendrá eficacia si el que la hace no duda al ver la magnitud de la empresa (y no vacile en su interior), olvidando la fe-confianza. Por otra parte, su decisión tendrá consecuencias personales, pues, como en el caso de Jesús, la institución judía se propondrá suprimir a los que no se le someten. El dicho de Jesús implica, por tanto, que sus seguidores deben estar dispuestos a jugarse la vida por negarse a reconocer a esa institución injusta u otra semejante.

Vuelve aquí el eco del dicho de Jesús en el que mostraba su táctica para derrocar al "fuerte": no pretendía ocupar su lugar, sino reducirlo a la impotencia y dejar su casa vacía (3,27 Lect.). "El fuerte" es el sistema opresor; "sus enseres" son los seres humanos que están sometidos a él; cuando los hombres abandonan por convicción y decisión personal ese sistema, éste carece de medios para impedirlo y se viene abajo.

Jesús invita, pues, a los discípulos a que, como seguidores suyos, rompan radicalmente con la institución judía ("el monte" del templo). Pero ésta es el prototipo de los sistemas opresores presuntamente legitimados por la divinidad, por lo que, en la perspectiva de la futura misión, deberán oponerse sucesivamente a otros sistemas opresores político-religiosos (cf. "los montes" en país pagano de 5,5 Lect.).

LA BIBLIA

Mc 11,28

  ... y se pusieron a preguntarle: <<¿Con qué autoridad actúas así?, o sea, ¿quién te ha dado a ti la autoridad esa para actuar así?&g...