miércoles, 28 de febrero de 2024

Mc 7,24-31

 

Mc 7,24

La sociedad pagana, antes considerada desde el punto de vista de los esclavos (5,2-20), está ahora representada por la sirofenicia (clase dominante) y su hija (clase dominada), en paralelo con Jairo y su hija (sociedad judía institucional) (cf. 5,23 Y 7,25: hijita; 5,35 y 7,25.29: su/tu hija; 5,39ss y 7,30: la chiquilla); la clase dominada tiene un espíritu inmundo (25, cf. 5,2), está endemoniada (7,26.29.30, cf. 5,15), es decir, alienada por el fanatismo de una ideología que la lleva a la autodestrucción. La sociedad pagana legitimaba la esclavitud (5,2ss, geraseno), reconocía derechos a una parte de sus miembros y los negaba a los restantes (esclavos, en paralelo con los marginados en Israel). La mujer, en paralelo con Jairo, le pide la liberación de la hija, es decir, que los oprimidos dejen su actitud de violencia. Jesús no expulsa este demonio; replica a la mujer enunciando el principio discriminatorio que los judíos aplicaban a los paganos (27: perros), equivalente al que ella aplica dentro de su sociedad. Ella responde reconociendo el derecho de todos (28) y renunciando así a la discriminación social. Por este mismo hecho queda liberada la chiquilla (clase antes dominada) de su ideología violenta (el demonio), que tenía su origen en la violencia del sistema (cf. 5,12) (29-30). Al renunciar a la injusticia (1,15: «enmendaos») se abre para el paganismo la posibilidad del reinado de Dios (cf. 8,1ss).

Los casos de sordera o ceguera en el Evangelio (cf. 8,24b; 10,46b) escenifican la incomprensión expresada en 4,12 (“por más que vean no perciban y por más que escuchen no entiendan”).

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