jueves, 21 de diciembre de 2023

Mc 4,35-5,1

 

Mc 4,35








Mc 5,1

 Y llegó al otro lado del mar, al país de los gerasenos.

La actitud de los discípulos no impide el objetivo de la misión. Jesús, es decir, su mensaje, llega a tierra pagana. Los discípulos desaparecen del relato. No están en condiciones de lanzarse a la misión. Actuará Jesús solo, mostrando los efectos que puede tener su mensaje auténtico sobre los oprimidos por la sociedad pagana.

Mc señala el punto de llegada de dos maneras: la primera, <<al otro lado del mar>>, aparentemente geográfica, pero, en realidad, teológica, pues alude al éxodo; la segunda, <<al país de los gerasenos>>, denominación étnico-religiosa, que representa a la humanidad pagana. Mc indica así que el reino de Dios, la nueva tierra prometida término del éxodo, está en el mundo entero y, por ello, a él ha de extenderse la misión.

LA BIBLIA

Mc 4,41

 Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros: <<Pero entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?>>

La reacción de los discípulos no es de acercamiento y adhesión, sino de terror. Antes tuvieron miedo de la tempestad (v. 38: <<perezcamos>>); ahora tienen miedo de Jesús, que los ha salvado de ella. No han comprendido su propio error ni el amor de Jesús; siguen en su falta de fe. Jesús se la ha reprochado, pero ellos no le piden ayuda para creer (cf. 9,23). Al contrario, se repliegan sobre ellos mismos (<<unos a otros>>), haciéndose una pregunta que no aciertan a responder.

Las palabras <<Pero entonces>> se refieren al hecho de haber calmado la tempestad. Para ellos, Jesús es un personaje misterioso (<<¿quién es éste?>>) que despliega una potencia que ellos no conocían ni esperaban. Se habían llevado consigo al <<maestro>> (v. 38), pero se encuentran con un Jesús al que ya no saben cómo designar.

Constatan que <<el viento y el mar le obedecen>>, es decir, se dan cuenta de la potencia estrictamente divina que ha mostrado Jesús, pero no saben deducir quién es. ¿<<Quién es éste>>, que actúa como Dios mismo? La respuesta debería ser: Es el Hijo de Dios, Dios presente en la tierra. Pero ellos no conciben al Hombre-Dios ni abren los ojos a la nueva revelación.

Su terror muestra que sienten la potencia de Jesús como una amenaza. Ellos lo han secuestrado, negándole la libertad de decisión y contraviniendo a su deseo de ser acompañado en la misión también por el otro grupo de seguidores; se han impuesto a uno cuyo poder no conocían; más tarde le han dirigido un reproche. Ahora sienten pánico, sobre todo porque Jesús, a su vez, les ha reprochado a ellos que su modo de proceder no era el que él esperaba. Normalmente, la salvación de la tempestad debería haber causado en ellos alegría y reconocimiento; si les produce miedo es por la conciencia de su comportamiento con Jesús y el reproche de éste. A pesar de la pronta intervención, que les hacía patente el amor de Jesús y los salvaba del peligro, no perciben ese amor ni lo ven a él como salvador, sino como el poderoso que puede tomar represalias (cf. Jr 13,9-10: <<Destruiré ... a los que no quieren obedecer a mis palabras>>).

Como en la tradición judía, la potencia divina, que han percibido en Jesús, les infunde temor. Para ellos, la teofanía no revela un Dios de amor, sino de poder. Reaccionan como los marineros del libro de Jonás: <<Les entró a aquellos hombres un miedo atroz del Señor>> (1,16). No han asumido la nueva relación de <<amigos del Esposo>> propia de la nueva alianza (2,19). La fe consiste en creer que Dios/Jesús salva; el miedo, que castiga: luego siguen sin fe.

En la sinagoga de Cafarnaún la gente se preguntaba por el sentido de las acciones y, en consecuencia, por la misión de Jesús (1,27: <<¿Qué significa esto?>>). Para los discípulos, en cambio, la idea que se habían hecho de él ha quedado desbordada por lo que han presenciado, y en su misma persona la que se les presenta como un enigma. El interrogante se irá profundizando en los episodios que siguen, que mostrarán nuevos aspectos de la potencia de Jesús.

En la pregunta que se hacen los discípulos, el viento y el mar forman un único sujeto (lit.: <<le obedece>>) y el paralelo con la afirmación de 1,27: <<da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen>>, subraya de nuevo la índole maligna tanto del viento (espíritu del judaísmo) como de la tempestad (reacción del paganismo). Es decir, aunque se describen como elementos distintos y sucesivos, tienen en común el mismo rasgo de violencia, expresada en uno (viento) como superioridad y dominio en el otro (tempestad), como hostilidad y destrucción; la sucesión indica que la segunda violencia se manifiesta como respuesta a la primera.

LA BIBLIA

Mc 4,40

 Él les dijo: <<¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?>>

Después de actuar, desmintiendo con ello la indiferencia que los discípulos le habían atribuido (3,13: <<a los que él quería>>), Jesús les hace dos preguntas que incluyen extrañeza y reproche.

En la primera: <<¿Por qué sois cobardes?>>, la cobardía de los discípulos no se identifica sin más con su reacción temerosa ante la tempestad (<<perecemos>>), pues, pasado el peligro, sigue existiendo (<<sois cobardes>>, no: <<habéis sido cobardes>>).

Al hacer callar Jesús las pretensiones judías de los discípulos y proponerse a los paganos el auténtico mensaje, el de la igualdad de todos los pueblos, ha cesado la hostilidad: la aceptación es tan grande e inmediata que hace patente la fuerza divina del mensaje de Jesús. Ellos tienen miedo de que con ese éxito se pierda para siempre la posibilidad de llevar adelante los ideales judíos. No conciben presentarse ante los paganos como iguales, renunciando al principio de superioridad y a la identidad del <<pueblo elegido>>, según las categorías del antiguo Israel.

La segunda pregunta: <<¿Aún no tenéis fe?>>, indica que la raíz de ese miedo es la falta de adhesión a Jesús; todavía no <<están con él>> (3,14). Por eso no han asumido la nueva identidad que nacería de esa adhesión: la identidad del Israel mesiánico no se basa en una pretendida superioridad sobre los demás pueblos, sino en la disposición al servicio de la humanidad entera, haciendo patente el amor universal de Dios (el secreto del Reino). Como no lo han asumido, se sienten desorientados e inseguros: les da miedo quedarse sin identidad alguna si renuncian a la antigua.

La perícopa señala así el incumplimiento de las dos finalidades expuestas en la convocación de los Doce (3,14): por su falta de fe/adhesión, no <<están con Jesús>>, y por su cobardía para asumir su nueva identidad, fracasan cuando los <<envía a predicar>>. Se pone en evidencia la imposibilidad de ejercer la misión sin estar identificado con Jesús y con su mensaje.

El reproche extrañado de Jesús: <<¿Aún no tenéis fe?>>, intenta hacerles comprender lo equivocado de su actitud y estimularlos a la adhesión. Los discípulos tienen motivos más que suficientes para confiar en Jesús, quien les ha demostrado su amor al llamarlos y al constituir con ellos el nuevo Israel.

LA BIBLIA

martes, 19 de diciembre de 2023

Mc 4,39

 Una vez despierto, conminó al viento (y se lo dijo al mar): <<¡Silencio, estate callado!>> Cesó el viento y sobrevino una gran calma.

Jesús responde inmediatamente liberándolos del peligro. Primero actúa, luego les hablará. Para hacer que cese la tempestad, habla al viento y al mar como a seres personales, lo que prueba el sentido figurado de ambos elementos.

El verbo <<conminar>> se ha usado en el evangelio para designar las órdenes dadas por Jesús a los espíritus inmundos (1,24; 3,11) y aparece en los LXX para indicar el reproche de Dios a las fuerzas del mal. El viento, al que Jesús conmina, aparece así como una fuerza contraria a Dios.

Cuatro veces se menciona <<el viento>> en la perícopa (vv. 37.39.39.41), indicando la importancia de este símbolo, y las cuatro veces aparece como un elemento adverso. El mar, en cambio, no es de por sí hostil; su agitación depende exclusivamente de la acción del viento: al <<fuerte torbellino de viento>> corresponden <<las olas>> (v. 37); al <<cesar el viento>>, <<la calma>> (v.39).

Los dos verbos que constituyen la orden de Jesús están en singular: <<¡Silencio!>> (lit. <<¡Guarda silencio!>>), <<¡estate callado!>>. Jesús da, pues, una orden al viento; es decir, su presencia acaba con la situación de hostilidad porque hace callar al mal espíritu que la causaba.

La orden de Jesús alude a las dos escenas ocurridas en una sinagoga. El primer miembro de la orden (<<¡Silencio!>>) recuerda el silencio hostil y obstinado de los fariseos ante la pregunta de Jesús (3,4). Los fariseos no aceptaban el valor supremo del hombre, por encima de toda institución; tampoco para los discípulos es el hombre el valor supremo, sino Israel y su gloria (subordinación de los paganos). Con esto define Mc la índole de su mal espíritu.

El segundo miembro (<<¡Estate callado!>>) es similar a la orden que dio Jesús al espíritu inmundo en la sinagoga de Cafarnaún (1,25: <<¡Cállate la boca!>>), espíritu que era figura del fanatismo que creaba la doctrina nacionalista de los letrados. También los discípulos participaban de ese fanatismo. El paralelo presenta de nuevo al viento como equivalente de espíritu inmundo, y la proximidad de significado entre <<espíritu>> y <<viento>> (cf. Jon 1,4), refuerza el sentido figurado de la tempestad.

El mar (la humanidad pagana) muestra su violenta reacción a la actitud de los discípulos. Para calmarlo, Jesús conmina al viento, pero dirigiéndose al mismo tiempo al mar. Es decir, acalla el espíritu judaizante de los discípulos (<<conminó al viento>>), causa de la exasperación y rechazo de los demás pueblos (la tempestad), y al mismo tiempo hace conocer al mundo pagano (<<y se lo dijo al mar>>) que esa actitud no está de acuerdo con su mensaje. Jesús desaprueba y desautoriza la ideología de los discípulos, y esto calma por completo la hostilidad.

El efecto de la orden de Jesús: <<Cesó el viento y sobrevino una gran calma>>, muestra su condición de Hombre-Dios. En el AT es Dios quien domina el mar embravecido (Sal 89,10: <<Tú domeñas la potencia del mar y amansas el tumulto de las olas>>; 107,29: <<Dio una orden a la tormenta ... y enmudecieron sus olas>>). Jesús actúa y se revela como Dios en la tierra.

En resumen: la tempestad ha sido provocada por los mismos discípulos; el viento que agita el mar, poniendo en peligro la existencia del grupo, es la actitud judaizante con que se presentan ante los paganos. Aunque por la praxis y la enseñanza de Jesús habían podido conocer la universalidad del Reino y, en consecuencia, la igualdad ante él de todos los hombres, los discípulos quieren conducir la misión con categorías judías, manteniendo la superioridad de Israel. Los pueblos paganos rechazan violentamente este supuesto. El fracaso no es culpa del mundo pagano, sino del mal enfoque de la misión y la deformación del mensaje. En cuanto se propone el mensaje auténtico, es decir, cuando se presenta a los paganos el universalismo de Jesús, no se produce hostilidad alguna.

Cuando, en su misión, la comunidad no tiene en cuenta a Jesús, es como si éste estuviera muerto; cuando apela a él, se muestra vivo y en acción.

LA BIBLIA

Mc 4,38b

 Lo despertaron y le dijeron: <<Maestro, ¿no te importa que perezcamos?>>

Ante la actitud de Jesús, los discípulos reaccionan exasperados despertándolo. Han comprendido que por sí solos no son capaces de salir del peligro. Pretendían actuar sin él o contra él, pero ven que van a la ruina. Antes habían impedido su acción, ahora la desean.

En toda la narración no figura el nombre de Jesús. En cambio, por primera vez se le aplica el título de <<Maestro>>, en relación con su anterior actividad de enseñanza y con la denominación <<sus propios discípulos>> (4,34). Ahora, sin embargo, el evangelista no designa como <<discípulos>> a los interlocutores de Jesús: a pesar de las explicaciones que éste les ha dado, no aceptan su mensaje universalista.

Con el título <<Maestro>> quieren recordar a Jesús que ellos, de algún modo, le pertenecen: por eso le reprochan que se desentienda de ellos. El reproche recuerda el que hicieron a Jonás: <<El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes tú? Levántate e invoca a tu Dios, para que ese Dios nos salve y no perezcamos">> (Jos 1,6 LXX). Los discípulos, en cambio, esperan la salvación de Jesús mismo.

La reacción de los discípulos se produce en el momento en que se ven perdidos (<<perezcamos>>); hasta entonces habían confiado en sí mismos, ahora no ven más que la ruina inminente y recurren a Jesús. Interpretan su sueño como indiferencia, sin reconocer que son ellos mismos quienes lo han reducido a la inactividad. Ante su propio fracaso, echan toda la responsabilidad sobre él.

Más que por Jesús, temen por ellos mismos. Creen en el poder de Jesús, pero dudan de su amor (<<¿No te importa?>>); era la mayor ofensa que podían hacerle (3,13: <<a los que él quería>>). Ellos aún no <<están con él>> (3,14), pero él sigue estando con ellos, y su fidelidad no se desmiente.

LA BIBLIA

Mc 4,37-38a

 Entonces sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando; él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir.

El programa de Jesús mira a la liberación y salvación de la humanidad; el de los discípulos, a la gloria de Israel. Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios (1,9-11); ellos, por la ideología del judaísmo. A la acción de los discípulos, contraria al propósito de Jesús, sucede sin intervalo el desencadenarse de una tempestad. Levantadas por un fuerte torbellino de viento, las olas se abalanzaban contra la barca, con tal violencia que está a punto de hundirse.

Para determinar el significado de la tempestad hay que notar, en primer lugar, la sucesión inmediata (<<Entonces>>) de la acción de los discípulos y el desatarse del torbellino, apuntando que el segundo es consecuencia de la primera.

En segundo lugar, las tres sucesivas menciones de la barca (v. 36: <<se lo llevaron mientras estaba en la barca>>; v. 37: <<las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando>>), que no volverá a ser nombrada en la perícopa, muestran el vínculo entre los vv. 36 y 37.

Finalmente, hay que tener en cuenta como trasfondo la historia de Jonás: fue la resistencia de Jonás al encargo divino lo que provocó la tempestad (Jon 1,12: <<por culpa mía se ha desatado ... esta gran tempestad>>). En Mc, es la resistencia de los discípulos al mensaje de Jesús la que provoca el fuerte torbellino de viento. Éste representa, por tanto, el mal espíritu que mueve a los discípulos, cuya violencia provoca la amenazadora reacción del <<mar>>.

El mar, de suyo favorable (4,1: Jesús está <<dentro del mar>>) y paso hacia el mundo pagano, se encrespa con este viento/mal espíritu y se convierte en <<las olas>>, cerrando el camino a la misión; las olas que se abalanzan contra la barca son figura de la hostilidad del paganismo contra un grupo misionero (la barca) que sostiene la superioridad del pueblo judío, implicando la inferioridad de los demás y la necesidad de asimilarse a Israel para obtener la salvación. No se les propone la igualdad, se afirma un privilegio.

El camino debería estar abierto al mensaje de Jesús, que ofrece la salvación a todos los hombres por igual, pero la propuesta judaizante lo hace impracticable: la misión resulta imposible.

El peligro es inminente: <<ya la barca se iba llenando>>. La actitud de los discípulos no sólo impide la misión, sino que pone en peligro la existencia del propio grupo. El mundo pagano no tolera a los que quieren imponerle tal ideología y está dispuesto a aniquilarlos.

Con esta situación de peligro contrasta la acción de Jesús: <<él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir>>. Jesús está forzado a la inactividad por los discípulos, que han prescindido de él, y no puede colaborar en una misión contraria a su mensaje.

Mientras dure la tempestad sólo podrá intervenir si recurren a él. Se queda en la popa, lugar del timonel, pero no lo dejan marcar el rumbo. El hecho de ponerse a dormir en el lugar destinado para ello, <<sobre el cabezal>>, muestra que su sueño es intencionado, no accidental. Nueva alusión al libro de Jonás, que bajó a dormir cuando ya la tempestad se había desatado (Jon 1,5b LXX: <<Jonás, en cambio bajó al fondo de la nave y se puso a dormir profundamente>>). El gesto de Jesús hace ver que él no se siente amenazado por la tempestad; su programa no quedará frustrado, a pesar de la infidelidad de este grupo.

El hecho de que Jesús <<duerma>>, es decir, que no se deje sentir su presencia, es un nuevo indicio de que el episodio anticipa una praxis pospascual de misión; es como si estuviera muerto. Por otra parte, el término <<el cabezal>> se usaba también para el que se ponía bajo la cabeza de un difunto. Jesús se muestra vivo cuando la comunidad está unida a él y trabaja en unión a él. Cuando ella actúa prescindiendo de él y de su mensaje, es como si no hubiese resucitado, y la misión, sin él, fracasa.

LA BIBLIA

domingo, 17 de diciembre de 2023

Mc 4,36

 Dejando a la multitud, se lo llevaron mientras estaba en la barca, aunque otras barcas estaban con él.

Jesús sigue en la barca desde donde ha enseñado (4,1). El texto señala además la presencia de dos grupos, uno situado en el mismo lugar que la multitud y otro que se encuentra en otras barcas.

La respectiva situación de cada grupo muestra su disposición interior. El primero, que acompañará a Jesús en la travesía y se dirigirá a él llamándolo <<Maestro>> (4,38), es el grupo de los discípulos. Estos, como la multitud, se habían quedado <<en la tierra>> (4,1) y desde allí habían escuchado la enseñanza de Jesús. En aquella escena, <<quedarse en la tierra>> significaba estar apegado al territorio de Israel, es decir, profesar los ideales del judaísmo, razón por la cual Jesús no pudo hablar a la multitud más que en parábolas (4,11).

Al señalar Mc que los discípulos estaban hasta entonces con la multitud, indica que han escuchado toda la enseñanza con la misma actitud que ésta: así lo ha mostrado su incomprensión de las parábolas (4,13.34). Aunque han escuchado a Jesús <<de cara al mar>> (4,1d), su visión de los paganos y de la misión con ellos están condicionadas por su permanencia <<en la tierra>>, es decir, en la ideología del nacionalismo judío; de ahí que la escena se haya presentado bajo el signo de la incomprensión (<<caída la tarde>>).

El otro grupo que aparece es el de las barcas <<que estaban con él>>. La relación personal expresada por el texto (<<con él>>) en lugar de local (p. ej., <<estaban allí>>), muestra que el término que se relaciona con Jesús no son las barcas mismas, sino sus ocupantes. Es decir, las barcas representan grupos de hombres. De este modo, más que la cercanía local de las barcas a Jesús se subraya la cercanía personal o afinidad de sus ocupantes con él.

Estos grupos de hombres <<estaban con él>>, expresión que ha servido a Mc para designar la primera finalidad de la convocación de <<los Doce>> (3,14) y que equivalía a prestar una adhesión incondicional a la persona y programa de Jesús.

Los que están en las barcas cumplen ya esta condición, que aún no cumplen los discípulos. Son, pues, seguidores de Jesús distintos de ellos y se identifican con el grupo de <<los que estaban en torno a él>> (4,10, cf. 3,32.34). El plural <<barcas>>, por oposición a <<la barca>> donde van a viajar los discípulos, muestra que el grupo de los que no proceden del judaísmo es más numeroso que el de los que proceden de él (3,32: <<multitud>>, cf. 2,15: <<eran muchos>>).

Están en barcas, como Jesús; no se han quedado <<en la tierra>>, es decir, han abandonado la ideología del judaísmo que por un momento los había arrastrado (4,10). La explicación de Jesús (4,14-20) les ha abierto los ojos y, al contrario que los discípulos, han comprendido el secreto del Reino y no necesitan explicaciones en privado (4,34). Como Jesús mismo, se encuentran <<dentro del mar>> (4,1), lugar de paso hacia los pueblos paganos. Han comprendido el universalismo del mensaje y están dispuestos a empezar la misión (<<barcas>>).

En este contexto, los discípulos <<se llevan a Jesús>>. El verbo <<llevarse>> significa en Mc tomar consigo a una o varias personas con exclusión de otras. Los discípulos se llevan a Jesús en la barca donde estaba, dejando de lado las otras. Pretenden monopolizar la misión y enfocarla según las categorías judías que ellos profesan, manteniendo la prioridad y superioridad de Israel sobre los demás pueblos. No les interesa que tomen parte en la misión los miembros del otro grupo, que han abandonado tales categorías.

Por eso, aunque la invitación de Jesús se dirigía a ambos grupos, los discípulos, con su maniobra, excluyen de la misión al grupo no israelita. No consultan a Jesús ni le permiten tomar decisión alguna. Prácticamente lo secuestran, contrariando su deseo de ir acompañado en la misión por los dos grupos; toman una iniciativa opuesta a la de él. El inciso <<mientras estaba en la barca>> pone en evidencia la maniobra.

Tratándose, como parece, de la misión pospascual, el episodio manifiesta que, en tiempos de Marcos, el grupo procedente del judaísmo (los Doce/los discípulos) emprendían la misión sin tener en cuenta los principios propuestos por Jesús y, al mismo tiempo, procuraba impedir que el grupo no israelita participase en ella.

                                        La tempestad

A partir de este momento, la perícopa toma por trasfondo el episodio de Jonás en la nave (Jon 1). Este profeta, enviado a un pueblo pagano, rechazó el encargo divino y, en consecuencia, se produjo una tempestad que puso en peligro la vida de todos los tripulantes del barco. Jonás se echó a dormir en la bodega (1,5).

En la perícopa de Mc, sin embargo, la figura de Jonás se desdobla: la infidelidad y, por tanto, la culpa de la tempestad se atribuye a los discípulos; el sueño, a Jesús. Este asume también el papel de Dios, pues es él quien calma la tempestad. Los discípulos son a la vez culpables y víctimas; pero, a diferencia de Jonás, no reconocen su culpa.

LA BIBLIA

Mc 4,35

 Aquel día, caída la tarde, les dijo: <<Crucemos al otro lado>>.

La datación (<<Aquel día>>) establece una conexión entre la travesía del lago/mar hacia territorio pagano y la enseñanza anterior. En las parábolas del Reino ha expuesto Jesús la extensión de éste a toda la humanidad (4,26-32 Lect.); el paso a tierra pagana no es más que la puesta en práctica de su programa universalista.

Las precisiones temporales son escasas en Mc, de modo que las que señala en este pasaje han de tener particular importancia. De hecho, la expresión <<aquel día>> (a veces llamado <<el día de Yahvé>>) designaba en el AT el de una decisiva intervención de Dios en la historia, y ha aparecido por primera vez en Mc 2,20, referido a la muerte de Jesús, interpretada así como la gran intervención de Dios (<<Llegará un día en que les arrebaten al novio/Esposo, y entonces, aquel día, ayunarán>>); con esto fija Mc el significado de <<aquel día>> en el evangelio. Este día o acontecimiento que hace de perno a la historia de la humanidad es para Mc el de la muerte-exaltación de Jesús.

Con esto, la expresión <<aquel día>>, en Mc 4,35, hace ver que la misión entre los paganos, a la que Jesús invita (<<Crucemos al otro lado>>), es consecuencia de su muerte-exaltación y que se realizará después de ella. Esta indicación, unida a la ausencia del nombre de Jesús y de nombres propios de discípulos, hace probable que este episodio refleje las condiciones en que se estaba realizando la misión en tiempos del evangelista.

Añade Mc una segunda precisión temporal: <<caída la tarde>>, también encontrada antes (1,32). La expresión aparece siempre en contexto negativo y connota la ausencia de luz, figura de la incomprensión de los que acompañan a Jesús. Enlaza este dato con la necesidad de explicación particular que tenían los discípulos (4,34). El texto indica así que la incomprensión continúa aun después de la muerte de Jesús.

El día judío empezaba al caer la tarde, a la puesta del sol (1,32 Lect.). Pero Mc, al yuxtaponer en este pasaje las dos expresiones (<<aquel día>>, <<caída la tarde>>), atribuye al día anterior, el de la actividad de Jesús, el tiempo después de la puesta del sol. Sigue así la división griega del tiempo, que, al contrario que la judía, hacía comenzar el día por la mañana, al amanecer. Este dato señala un cambio de cultura, en consonancia con el paso a tierra pagana.

El verbo <<cruzar>>, con el que Jesús invita a los suyos a ir con él a territorio pagano, se emplea en Dt 2,7 para indicar el paso del desierto hacia la tierra prometida. Con esto se coloca de nuevo el <<mar>> en el contexto del éxodo de Egipto (1,16 Lect.), pero ahora la tierra de opresión es el país judío, y la tierra prometida el mundo entero. La invitación de Jesús implica, por tanto, que la misión entre los paganos no puede hacerse a partir de las categorías del judaísmo.

<<El otro lado>> es la orilla oriental del lago/mar de Galilea, el territorio pagano de la Decápolis. Aunque gente de países paganos había acudido ya a Jesús (3,7b-8), es la primera vez que se registra una salida de Jesús fuera del país judío.

La invitación de Jesús se dirige a los dos grupos de seguidores; así lo muestra la fórmula <<les dijo>> (lit. <<les dice>>, presente histórico), paralela a las que ha usado antes en el aparte con ellos (4,13, cf. 4,11.21.23). El presente histórico muestra que la invitación es permanente, y que los dos grupos de su comunidad, tanto los discípulos como los otros seguidores, tienen que estar en toda época al servicio de la humanidad.

En resumen: El versículo introductorio coloca la escena que sigue en la época posterior a la muerte de Jesús y bajo el signo de la incomprensión. Jesús invita a todos sus seguidores a emprender la misión entre los paganos, y la presenta como un éxodo fuera del exclusivismo judío, en el que la tierra prometida, el reino de Dios, ha de realizarse en el mundo entero.

LA BIBLIA

Mc 4,33-34

 

Mc 4,33


Mc 4,34

 y no se lo exponía más que en parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo aparte.

Insiste Mc en que Jesús, para exponer el mensaje del Reino a la multitud, utilizaba solamente un lenguaje figurado, dado el obstáculo que les imposibilitaba la comprensión. La misma incomprensión aparece en los discípulos, pero Jesús no se resigna a que éstos no lleguen a entender; para vencer su incomprensión les ofrece una explicación en privado. Esto muestra, por una parte, el amor de Jesús por ellos (3,13: <<a los que él quería>>), y por otra, la inmadurez de los discípulos, quienes, aunque se les ha comunicado el secreto del Reino (4,11), no lo penetran ni lo hacen suyo, y por eso no comprenden el sentido de las parábolas (4,13).

La expresión <<sus propios discípulos>> designa a los seguidores procedentes del judaísmo, según el texto de Is 54,13: <<Todos tus hijos (los de Jerusalén) serán discípulos de Dios>>. Es un caso más de la transferencia de funciones divinas a Jesús.

La explicación a sus discípulos se las da Jesús <<aparte>>. Es la primera vez que aparece esta locución (siete veces en Mc), que, a partir de este pasaje, alude siempre a la falta de comprensión de los discípulos.

Hay que notar que de los dos grupos de seguidores mencionados en 4,10, <<los Doce>>, que se identifica con los discípulos, y <<los que estaban en torno a él>>, solamente los primeros reciben una explicación particular de Jesús.

Al principio, aunque conocían el secreto del Reino (4,11), los dos grupos compartían la misma incomprensión y no entendían por qué Jesús usaba parábolas para hablar a la multitud (4,10). No entendieron la parábola del sembrador (4,13), porque no esperaban que el mensaje exigiese una disposición interna.

Una vez que Jesús les aclaró este punto (4,13-20), habrían debido estar capacitados para entender por sí mismos las parábolas del Reino (4,26-32). A pesar de eso, uno de los grupos, el de los discípulos/los Doce, no las entiende (cf. 4,13: <<¿Cómo vais a entender ninguna de las demás?>>), necesita que Jesús se las explique. Esto indica que los discípulos no captan el secreto del Reino porque su disposición no es la correcta.

Según 4,10, fueron los Doce los que tomaron la iniciativa de preguntar a Jesús; eran ellos primariamente los que no comprendían y arrastraron consigo al grupo no israelita. Éste, sin embargo, una vez escuchada la explicación de la parábola (4,13-20), no recibe ulteriores explicaciones; Mc indica así que este grupo, liberándose de la dependencia de los Doce, ha asimilado el secreto del Reino y entiende por sí mismo las parábolas. Los discípulos, en cambio, siguen sin entender, por estar aún apegados a las categorías nacionalistas del judaísmo. Se encuentran prácticamente al nivel de <<los de fuera>> (4,11).

LA BIBLIA

Mc 4,33

 Con otras muchas parábolas del mismo estilo les exponía el mensaje, a la manera como podían oírlo.

Al principio del discurso se decía que Jesús se puso a enseñar a la multitud <<muchas cosas>> con parábolas (4,2), destinadas solamente <<a los de fuera>> y en las que exponía de modo velado <<el secreto del Reino>> (4,11). El tríptico termina ahora de manera parecida: <<Con otras muchas parábolas del mismo estilo les exponía el mensaje>>, que formulaba el secreto del Reino.

También se alude al modo de actuar de Jesús con <<los de fuera>>: <<a la manera como podían oírlo>>. Recoge así 4,11s, donde se exponía la razón de la enseñanza en parábolas. Jesús se adapta a las disposiciones de sus oyentes, evitando una exposición clara, que podía haber comprometido sin remedio el proceso de liberación en gente muy apegada a los ideales y realidades del pasado.

LA BIBLIA

sábado, 16 de diciembre de 2023

Mc 4,26-32

 

Mc 4,26-27





Mc 4,30-32

 Y siguió diciendo: <<¿Con qué podríamos comparar el reinado de Dios?¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, aun siendo la semilla más pequeña de todas las que hay en la tierra, sin embargo, cuando se siembra, va subiendo, se hace más alta que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden acampar a su sombra>>.

Las dos preguntas retóricas que introduce la parábola crean una expectación en los oyentes/lectores y subrayan su importancia: anuncian una enseñanza capital sobre el reino de Dios.

La parábola se centra en la oposición entre una insignificancia inicial y una gran extensión de visibilidad posterior. El grano de mostaza era el prototipo de lo mínimo. Jesús usa, pues, una expresión proverbial, recalcando la pequeñez bien conocida (<<aun siendo la más pequeña de todas>>).

Se insiste en el hecho de la siembra (vv. 31-32: <<cuando se siembra>>), indicando con esto la condición indispensable para el desarrollo del Reino: la implantación de la pequeña comunidad en medio del mundo (v. 31: <<en la tierra>>, con la misma denotación universal que en 4,26). El reino de Dios es un proceso vital, lo mismo en su inicio que en su desarrollo, en el plano individual que en el social (v. 32: <<va subiendo>>).

En la naturaleza, el crecimiento de la mostaza es sorprendente, pues de la mínima semilla llega a salir un árbol (de metro y medio a tres metros de altura), que echa ramas grandes. Es manifiesto el contraste entre la pequeñez de la semilla y las proporciones del árbol que resulta de ella. En la parábola, la dimensión vertical señalada es modesta (<<más alto que cualquier hortaliza>>); la horizontal, en cambio, grande (<<ramas grandes>> que dan mucha sombra), figura de su extensión universal.

Es probable que la pequeñez de la semilla no se refiera sólo al escaso número inicial de los miembros de la comunidad, sino también a su insignificancia social.

Sin embargo, no se agota con esto el contenido de la parábola. La mención de <<los pájaros>> que acampan a la sombra del árbol de mostaza alude claramente al pasaje bien conocido de Ez 17,22s, donde se describía proféticamente la restauración de Israel: <<Esto dice el Señor: "Cogeré una guía de cogollo del cedro alto y encumbrado; del vástago cimero arrancaré un esqueje y yo lo plantaré en un monte elevado y señero: lo plantaré en el monte encumbrado de Israel. Echará raíces, se pondrá frondoso y llegará a ser un cedro magnífico; anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves">>.

La comparación de este pasaje con Ez 31,6 (contra Egipto) y Dn 4,12 (contra Nabucodonosor), en los que se usa la misma imagen del árbol corpulento a cuya sombra anidarán los pájaros del cielo, muestra que el futuro de Israel se preveía como un gran imperio bajo cuyo amparo se cobijarían los hombre y pueblos de la tierra. Incluso cuando Israel es comparado a una viña, ésta sobrepasa en altura a los cedros (Sal 80,9-11).

La parábola rectifica en varios puntos la concepción que aparece en el texto de Ez 17,22s. En primer lugar, el profeta concibe una restauración en continuidad con el pasado (esqueje del antiguo cedro). Jesús enseña lo contrario: no un esqueje, sino una semilla nueva, de la que nace un nuevo árbol. El reino de Dios no prolonga el pasado, ni en su índole ni en su grandeza.

El esqueje del texto profético se tomada de un cedro, árbol alto y encumbrado, y había de plantarse en lo alto del monte elevado de Israel. A esta descripción opone Jesús la suya: el reino de Dios no procede de un árbol grande, nace de una semilla mínima; no será plantado en lo alto del monte encumbrado de Israel (alusión al monte Sión), sino <<en la tierra>>, en el mundo entero. La parábola omite toda alusión a Israel: el reino de Dios no estará circunscrito a este pueblo, no tendrá en él su centro ni estará condicionado por su historia.

En Ezequiel, el esqueje del cedro llegaría a ser un cedro magnífico, y el cedro se consideraba el rey de los árboles. El reino de Dios será, en cambio, un árbol modesto (en la parábola ni siquiera aparece la palabra <<árbol>>), que no se elevará por encima de los demás árboles, sino solamente de las hortalizas. La descripción está teñida de ironía.

Las profecías como la de Ezequiel, que describían un futuro glorioso para Israel, habían dado pie a una expectación mesiánica triunfal. Con su parábola, Jesús deshace esta vana esperanza: el reino de Dios es algo nuevo, una comunidad humana de comienzos insignificantes y que, incluso en su máximo desarrollo, carecerá de esplendor mundano.

Es decir, el pueblo judío tiene que renunciar a su ambición de gloria nacional. Este contenido de la parábola justifica la insistencia retórica con que comenzaba: Jesús iba a exponer a la multitud el punto más difícil de su mensaje, el aspecto social del reino de Dios, que contradice a todas las expectativas del judaísmo.

Para la multitud, este aspecto del mensaje era el más difícil de aceptar; imbuida como estaba de ideales nacionalistas y, por la ocupación extranjera, anhelando la victoria sobre los pueblos paganos y el esplendor de Israel. Manifestaba con esto un espíritu de revancha que perpetuaría la injusticia en el mundo.

Jesús no puede proponer abiertamente el contenido de la parábola, que habría provocado un rechazo definitivo de su persona y mensaje. La parábola lo insinúa, pero dejando en la sombra su pleno significado.

Queda así precisado el sentido de <<la conversación>>, que aparecía en 4,12 como condición para ser perdonado y penetrar en el secreto del Reino; es la adhesión a Jesús y a su mensaje, el del amor universal de Dios, que abraza a todos los hombres y pueblos, renunciando a todo exclusivismo y deseo de triunfo sobre otros.

Para <<los pájaros>>, Mc no usa el verbo <<anidar>>, sino <<acampar>>, aplicable a los hombres; <<del cielo>>, correlativo de <<la tierra>> (v. 32), indica de nuevo la universalidad. La imagen describe la atracción que ejerce el reino de Dios sobre los hombres de todo el mundo; es la imagen tradicional del reino de paz que ofrece cobijo. Pero la paz no se alcanza con el dominio de un gran imperio, sino en la modesta y libre comunidad del Espíritu.

La insistencia de Jesús sobre la pequeñez de los principios está en relación con el pregón del reinado de Dios: <<tened fe en esta buena noticia>> (1,15). Siendo la formación del Reino un proceso histórico, no un acontecimiento subitáneo, exige confianza en que lo que parece insignificante y, por ello, desproporcionado para el objetivo que Jesús anuncia, se va a convertir en una realidad bien visible y va a ser centro de atracción.

Las dos últimas parábolas sintetizan las dos etapas que se requieren para que exista el reino de Dios, la sociedad alternativa. La primera, que trata del plano individual, describe la etapa inicial, la transformación del hombre por la asimilación del mensaje. Los individuos así madurados se reúnen para constituir la nueva comunidad. La segunda parábola describe la existencia de ese grupo, al principio casi invisible, en medio de la humanidad; crecerá y se extenderá paulatinamente y se hará visible, aunque sin pretensión alguna de grandeza. De este modo, se irá afirmando en el mundo una comunidad nueva, abierta y acogedora para todos los hombres, una sociedad fraterna que continuará la obra de Jesús, excluyendo la ambición del triunfo personal y del esplendor social.

En ambas parábolas se constata un elemento de sorpresa y admiración: en la primera, por la transformación del hombre, cuyo proceso queda oculto para el que siembra el mensaje; en la segunda, por el desarrollo inesperado de la insignificante semilla.

Jesús ha expuesto así el secreto del Reino, el amor universal de Dios, que se traduce en la comunicación de vida a los individuos, creando el hombre nuevo, la nueva humanidad, y en la formación de una comunidad humana.

LA BIBLIA

Mc 4,29

 <<Y cuando el fruto se entrega, envía en seguida la hoz, porque la cosecha está ahí>>.

El hombre que esparció la semilla vuelve a estar activo en la siega. Ésta tiene un momento bien preciso, señalado por el fruto mismo. Hasta el último momento se respeta el proceso de maduración, que no se puede forzar; pero, en cuanto se observa que la cosecha está a punto, el hombre debe encontrarse allí para recogerla.

La extraña frase <<cuando el fruto se entrega>> describe precisamente la plenitud indicada antes, el término de la transformación del hombre. El verbo <<entregarse>> es el correlativo de <<ser entregado>>, aparecido ya en relación con Juan Bautista (1,14) y Jesús (3,19). La entrega del fruto equivale, por tanto, a la decisión que constituye al hombre nuevo: colaborar en la obra salvadora de Jesús en favor de la humanidad, aun a riesgo de su vida o, en otras palabras, el seguimiento de Jesús hasta el fin. Es la renovación por parte del hombre del compromiso expresado por Jesús en su bautismo (1,9), y, como aquél, tiene por respuesta el don del Espíritu (1,10). <<El fruto>> es, por tanto, el hombre pleno, dotado del Espíritu de Dios, a semejanza de Jesús.

<<La entrega>> es la señal que pone en movimiento al agente de la siembra, que esperaba este momento. La frase, también extraña, <<envía en seguida la hoz, porque la cosecha está ahí>>, alude a Joel 4,13 LXX: <<Enviad hoces, porque la mies está ahí>>. El profeta hablaba de una engañosa convocación militar de las naciones para conducirlas a su ruina, considerada como un juicio divino contra ellas. Mc invierte el sentido: la hoz no es figura de la ruina, sino de la salvación de las naciones, en las que se ha esparcido el mensaje (4,26: <<en la tierra>>). Ha terminado la confrontación entre Israel y los pueblos paganos: también éstos están llamados al Reino.

Por otra parte, en el NT <<la siega>> es figura de acontecimientos situados tanto dentro de la historia (Mt 9,37s; Jn 4,25s) como en su fin (Mt 13,39; Ap 14,14-20=. En el primer caso significa la reunión en la comunidad de los que han dado su adhesión a Jesús. En el segundo, el momento final que señala el destino definitivo de los hombres. El primer sentido es evidente en esta parábola de Mc; puede preguntarse si incluye también el segundo.

La respuesta afirmativa se deduce de Mc 13,27: <<enviará a sus ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos>>, que puede considerarse paralelo de 4,29. Es otra versión de la cosecha: la cosecha final, más allá de la muerte.

Este doble sentido de la cosecha, en este mundo y en el mundo futuro, corresponde a un doble momento: a la entrega como decisión y a la entrega efectiva que corona la vida (13,9-13), y también al doble significado de <<bautismo>> en Mc: el de compromiso hasta la muerte (1,9) y el de muerte padecida (10,39). La parábola indica así, en primer lugar, la formación de la nueva comunidad en la tierra; pero, en segundo plano, la consumación final de esa comunidad. El reino de Dios supera los límites de la historia.

En uno y otro aspecto está ausente la idea de juicio. Mc sigue la línea del Sal 126/125 (LXX): <<cosecharán con alegría>>. Los hombres nuevos forman el reino de Dios, la nueva comunidad humana en la historia, y al llegar al término de su entrega serán integrados en la comunidad definitiva.

La frase <<la cosecha está ahí>>, que alude a Joel 4,13, donde se habla del juicio de las naciones enemigas de Israel, contiene una nueva alusión a la humanidad pagana. En ésta particularmente la tierra buena que dará fruto gracias al mensaje. El colectivo <<cosecha>>, que incluye la multiplicidad de frutos, alude a la constitución de la nueva comunidad universal, la de los seguidores de Jesús, la humanidad nueva. <<La hoz>> marca el corte, el fin de una etapa, el paso de lo individual a lo comunitario. Terminada la maduración o transformación del hombre por su asimilación del mensaje, comienza la etapa de la comunidad.

Según esta parábola, el establecimiento del reinado de Dios no es un acontecimiento histórico instantáneo ni que comience a escala social; supone un proceso en los individuos. La parábola se opone frontalmente a la concepción de la llegada del Reino como un corte en la historia, por obra de Dios o del Mesías. Por el contrario, esta llegada no sucede de improviso ni es independiente de la colaboración humana; presupone el cambio en los individuos. El reino de Dios no se da hecho, germina en la humanidad misma.

La salvación del hombre y de la humanidad no se realiza en la colaboración de Dios con los hombres. Pero Dios no fuerza; Jesús no impone su mensaje, lo propone, para que el hombre lo acepte libremente y lo haga fructificar. La entrada de este factor de libertad es lo que hace que el reinado de Dios se realice gradualmente.

LA BIBLIA

Mc 4,28b

 <<primero hierba, luego espiga, luego grano repleto de espiga>>.

El desarrollo es gradual y natural (<<primero hierba, etc.>>), requiere tiempo. La asimilación del mensaje no es cosa de un día, como no lo es la transformación del hombre. Los tres pasos señalados por el texto: <<hierba>>, <<espiga>>, <<grano>>, recuerdan el proceso del fruto descrito en la explicación de la parábola: <<treinta>>, <<sesenta>>, <<ciento>> máximo que está en paralelo con el <<ciento por uno>> (4,20). El resultado final es una plenitud (<<grano repleto/pleno>>), un máximo que está en paralelo con el <<ciento por uno>> (4,20).

Corresponden también los tres pasos a lo señalado en 4,24: <<la medida que midáis / la medirán para vosotros, / y con creces>> (4,24 Lect.). Estos paralelos muestran que el esfuerzo humano de asimilación obtiene un resultado que rebasa la medida humana. Es decir, no sólo se desarrollan las potencialidades del hombre, sino que se le comunica una nueva potencialidad.

Mientras el proceso interior del hombre queda en el secreto (4,27: <<sin que él sepa como>>), su fruto va siendo paulatinamente visible, hasta que alcanza su plenitud.

LA BIBLIA

domingo, 10 de diciembre de 2023

Mc 4,28a

 <<Por sí misma la tierra va produciendo el fruto:>>

Teniendo en cuenta la parábola anterior (4,20), <<la tierra>> es <<la tierra buena>> y representa a los hombres que no ponen obstáculos al mensaje. Si en la primera parte de la parábola se ha tratado de la asimilación interior de éste, ahora va a exponerse la transformación que esta asimilación produce. 

La frase empieza con gran énfasis: <<por sí misma>>; el proceso que va a describirse no tiene causa exterior: el hombre/tierra tiene energías en sí mismo para hacer fructificar el mensaje y entra en actividad por su contacto con él. El mensaje/semilla actúa como catalizador de las potencialidades humanas y, de hecho, el fruto se atribuye al hombre/tierra. La fuerza vital contenida en el mensaje es actualizada por la fecundidad del hombre mismo. No hay excepciones: en contacto con esta semilla, la tierra buena fructifica siempre. Esto muestra que el hombre y el mensaje están hechos el uno para el otro, que existe una connaturalidad entre ambos y que, si no se encuentran, ambos quedan frustrados.

La parábola describe, pues, el mismo proceso desde dos puntos de vista, el de la semilla y el de la tierra: el mensaje penetra en el hombre, la respuesta de éste produce el fruto. El mensaje es palabra que el hombre traduce en hecho.

LA BIBLIA

Mc 4,26-27

 Y siguió diciendo; <<Así es el reinado de Dios, como cuando un hombre ha lanzado la semilla en la tierra: duerma o esté despierto, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo>>.

Comienza la parábola mencionando el hecho habitual (<<como cuando>>) de una siembra ya efectuada. El sujeto que ha realizado la siembra no está determinado, puede ser <<un hombre>> cualquiera; pero su actividad no se formula como <<sembrar>>, sino con un término no técnico: <<echar/lanzar>>, que indica una siembra <<a voleo>>, para que la semilla llegue a todas partes.

Se menciona por primera vez <<la semilla>>, que, según la explicación de la parábola del sembrador, se identifica con el mensaje (4,14). Su difusión no es exclusiva de Jesús, toca también a sus seguidores (3,14; 4,21s).

La semilla se echa <<en la tierra>>. Esta locución, que ha aparecido antes en boca de Jesús para designar el ámbito universal de la autoridad del Hombre (2,10 Lect.), conserva en la parábola su denotación universal. El mensaje está destinado a toda la humanidad. Se rompe con esto el particularismo de Israel acerca de los llamados al reino de Dios.

Respecto a la semilla, la actividad del hombre se limita a sembrarla. Él continúa su vida (<<duerme y está despierto>>) sin intervenir para nada en el proceso de crecimiento. Espera el momento de la cosecha.

El proceso vital de la semilla/mensaje se describe con dos verbos <<germina y va creciendo>>. Comparando este proceso con el descrito en la parábola del sembrador (4,20), se aprecian las siguientes correspondencias:

(v. 20) <<los que se han sembrado en la tierra buena>> - (v. 26) <<echa la semilla en la tierra>>;

(v. 20) <<siguen escuchando el mensaje>> - (v. 27) <<germina>>;

(v. 20) <<lo van haciendo suyo>> - (v. 27) <<va creciendo>>.

En la explicación de la parábola del sembrador se atribuía la actividad a sujetos humanos (4,20); en esta parábola se atribuye a la semilla/mensaje (4,26). Esto muestra que hombre y mensaje se van identificando (4,20: <<lo hacen suyo>>) y que el mensaje lleva al hombre a desarrollar sus potencialidades.

El proceso escapa al conocimiento del que ha sembrado (<<sin que él sepa cómo>>); el sembrador no puede atribuirse el crecimiento ni contribuir a él. En cada individuo, la asimilación al mensaje es un proceso íntimo y personal en el que nadie puede intervenir.

LA BIBLIA

Mc 4,10-25

 

Mc 4,10













Mc 4,25

 <<... pues al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que había recibido>>.

Este dicho de Jesús es un proverbio que aparece en diferentes contextos (cf. Mt 13,12; 25,29); en este pasaje se aplica al fruto. Jesús estimula a los suyos a la responsabilidad. No basta un actitud meramente receptiva; hay que colaborar con el mensaje para hacerlo fructificar. Del plural del dicho precedente (<<la medida que llenéis>>) pasa al singular, para subrayar la responsabilidad de cada uno en su propio desarrollo.

Empieza con el aspecto positivo, resumiendo lo dicho anteriormente. <<Producir>> (lit. <<tener>> porque se ha producido, equivale al primer miembro, <<llenar una medida>> del dicho anterior, y está en relación con la tierra buena (v. 20); <<se le dará>> subsume los dos miembros siguientes: <<la llenarán para vosotros, y con creces>>.

La segunda parte del versículo es una seria advertencia sobre las consecuencias de la falta de asimilación y práctica del mensaje. El verbo <<quitar>> aparecía en el v. 15, donde era la ideología del poder (<<Satanás>>) la que arrebataba al hombre el mensaje sembrado en él (4,15 Lect.). También el miedo o la ambición (4,16-18) impiden el fruto. La situación del que no produce llega a ser la misma que la del que no ha aceptado el mensaje: se queda sin nada (<<le quitarán>>, cf. 4,15). Los tres primeros casos de la parábola tienen el mismo final: perder el mensaje recibido.

Existe una clara relación entre el final y el principio de este aparte de Jesús con sus seguidores: en 4,11 se hablaba de un conocer (<<se os ha comunicado el secreto del reino de Dios>>); en 4,24s, de practicar lo que se conoce, para obtener el fruto que es capaz de producir. Los seguidores de Jesús <<han recibido>> el secreto del amor sin límites de Dios y han conocido el mensaje que lo formula; cada uno es responsable del fruto de ese don.

LA BIBLIA

Mc 4,24

 Y siguió diciéndoles: <<¡Atención a lo que vais a escuchar! La medida que llenéis la llenarán para vosotros, y con creces>>

Terminada la exposición, añade Jesús un aviso final, que equivale a una exhortación a producir fruto. Jesús subraya la importancia de lo que va a decirles (<<Atención a lo que vais a escuchar>>). Va a exponer las consecuencias de las opciones, positiva y negativa ante el mensaje. Es la condición indispensable para ejercer la misión de que acaba de hablar. Sin hombre nuevo, no hay creación de una sociedad nueva.

<<La medida>> se refiere a las enumeradas en la parábola y en su explicación (4,8.20: <<treinta, sesenta, ciento>>). Por la asimilación del mensaje, el hombre actualiza hasta cierto punto su capacidad de vida; Jesús promete un incremento que no solamente duplicará el fruto, sino que rebasará esa medida. Este incremento, que acompaña a la actividad del hombre, es don gratuito. Dios comunica vida a los que hacen suyo el mensaje de Jesús, multiplicando el fruto más allá de toda expectativa. 

Nótense las correspondencias de este dicho con la fecundidad de <<la tierra buena>> (v. 20). La producción de fruto se describe en la parábola en tres frases: <<treinta, sesenta, ciento por uno>>. En paralelo con ellas se encuentran las tres acciones expuestas en este dicho:

- treinta por uno -- la medida que llenéis.

- sesenta por uno -- la llenarán para vosotros (el doble).

- ciento por uno -- y con creces (lit.: <<y se os añadirá>>.

Se constata que las tres medidas de la parábola no se atribuyen a individuos diferentes, sino que representan el desarrollo progresivo de cada individuo.

En este proceso de crecimiento la vida divina se va comunicando al hombre. No hay que esperar el término de la asimilación del mensaje para recibir el don: se recibe en cada momento del desarrollo. Se describe así una estrecha colaboración entre el hombre y Dios, en la que el fruto final resulta de la coincidencia de dos actividades no solamente de la del hombre, pero tampoco solamente de la de Dios: sin la primera no existiría la segunda; sin la segunda, nunca llegaría el hombre a la plenitud. La acción de Dios acompaña a la del hombre y se inserta en ella.

Describiéndoles el fruto, Jesús anima a los suyos a producir y a crecer (<<para vosotros>>), mediante la plena aceptación del mensaje y su traducción en la vida. Jesús no es sólo un maestro que propone un mensaje, es también el salvador que capacita al hombre y lo transforma.

LA BIBLIA

Mc 12,18-27

  Mc 12,18 Mc 12,19-23 Mc 12,24 Mc 12,25 Mc 12,26-27