Y cuando estéis de pie orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras faltas.
La oración de que habla ahora Jesús rebasa la petición anterior, se extiende a toda clase de oración. El texto puede traducirse "cada vez que estéis de pie orando". Orar de pie era la costumbre de los judíos.
Jesús les advierte de que hay una condición para poder comunicarse con Dios: no sentir rencor u hostilidad contra nadie. El que, en vez de perdonar, aborrece al que le ha hecho daño, se cierra al amor, y Dios no puede expresarle su amor con el perdón. Jesús excluye así de sus seguidores toda actitud de resentimiento y todo espíritu de violencia. La especificación contra alguien, sin distinción, incluye a los enemigos; el discípulo desea la ruina del sistema, no la de las personas. Hay una posible alusión a la persecución que puede surgir como consecuencia de la ruptura.
El nombre de <<Padre>> significa que Dios es amor y vida; esto funda la fe-confianza del discípulo. Pero esta fe debe asimilar el comportamiento del hombre al del Padre; no estará en sintonía con él sin una actitud de amor hacia los demás.
Vuestro Padre del cielo se opone al grito que resonaba durante la entrada en Jerusalén, en boca de los que identificaban a Jesús con el mesías davídico: "¡Bendito el reinado que llega, el de nuestro padre David!" (11,10). Aparece de nuevo la oposición entre dos mesianismos: el del reinado de David y el del reinado de Dios (1,15).
Al decir Jesús vuestras faltas, y no "vuestros pecados", implica que en sus seguidores auténticos no existen "pecados". "Los pecados" son las acciones que dimanan de la opción por la injusticia; la enmienda (1,4) o la fe (2,5) rectifican esa mala opción y liberan de los pecados del pasado. La adhesión a Jesús conlleva la opción por el amor a los demás, lo opuesto a la injusticia; por eso, en la comunidad cristiana no hay "pecados", solamente "faltas" o "fallos".
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