martes, 16 de abril de 2024

Mc 11,21

 Se acordó Pedro y le dijo: <<Rabbí, mira: la higuera que maldijiste se ha secado>>.

Vuelve Pedro a salir a primer plano (cf. 8,29.32; 9,5; 10,28). Se acuerda de lo sucedido el día anterior y pone en conexión la falta de vida de la higuera con las palabras de Jesús.

Pedro no se dirige a Jesús llamándolo "Maestro" (gr. didaskale, 9,38; 10,35) o "Rabbuní" (10,51), sino que lo designa, por segunda vez (cf. 9,5), como Rabbí, título que se daba a los doctores de la Ley; lo considera, pues, como un maestro que se atiene a la tradición del judaísmo. Muestra así Pedro que sigue en su antigua postura. El uso del presente histórico (lit. "le dice"), que transfiere el dicho a la época de Mc, hace ver que el grupo de discípulos, representado por Pedro, no tiene claro aún la verdadera identidad de Jesús.

La frase de Pedro delata su sorpresa (Rabí, mira). Interpreta equivocadamente las palabras de Jesús como una maldición (la higuera que maldijiste) y se admira de su eficacia, pensando que es Jesús quien ha hecho morir a la higuera. Pero, teniendo en cuenta lo dicho por Jesús el día anterior (11,14: "Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti"), la higuera, figura del sistema religioso judío, centrado en el templo, no se ha secado de raíz directamente por causa de sus palabras, sino porque los seres humanos han comprendido que es incapaz de dar vida (verdadero fruto) y que, por tanto, es inútil ir a buscarla en ella; es decir, por haber perdido hipotéticamente la adhesión y el apoyo de los hombres.

Basándose en su falso supuesto, Pedro hace notar a Jesús (mira) el poder de su palabra, queriendo hacerle ver que con ese poder puede vencer cualquier obstáculo e insinuando que del mismo modo que ha dejado sin vida a la higuera, podría, si quisiera, aniquilar a sus enemigos. Que la higuera se haya secado de raíz, le resulta contradictorio con lo que había anunciado Jesús sobre la condena de que va a ser objeto y la muerte que va a padecer (10,33-34; cf. 8,31; 9,31). Quiere que Jesús, dada la fuerza que posee, se de cuenta de que puede evitar ese destino. Vuelve a ver en él un Mesías de poder, y su llamada de atención constituye, en el fondo, un nuevo intento de desviar a Jesús de su camino (cf. 8,32s).

Dicho de otro modo, después de la denuncia del templo hecha por Jesús el día anterior (11,17), Pedro estima que un hombre que tiene la fuerza mostrada, a su parecer, con la higuera, puede fácilmente renovarlo todo y enfrentarse con éxito a cualquier adversario. Ve en Jesús un poder capaz de eliminar la corrupción y de instaurar un nuevo orden dentro del judaísmo.

En realidad, Pedro no ha asociado el hecho de la higuera (primero sin fruto y, luego, seca) con la situación y el destino final del templo, encarnación del sistema religioso judío, sino sólo la fuerza de Jesús con la reforma de las instituciones de Israel. No entiende que la muerte de la higuera/institución se debe a la hipotética falta de apoyo de los hombres. No comprende que lo sucedido equivale al fin de todas sus esperanzas de restauración nacional por obra de un Mesías triunfante. No percibe la novedad radical del reino de Dios. Sigue en la mentalidad que mostró en la transfiguración: la de integrar la obra de Jesús en las categorías del AT (9,5: Jesús, Moisés y Elías), para hacerla compatible con las esperanzas mesiánicas del judaísmo, que se apoyaban en él.

LA BIBLIA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...