martes, 16 de abril de 2024

Mc 11,22-23

 En respuesta, les dijo Jesús: <<Tened fe en Dios>>. <<Os aseguro que quien diga a ese monte: "Álzate y arrójate al mar", y no vacile en su interior, sino tenga fe en que lo que está diciendo va a suceder, lo obtendrá>>.

Pedro esperaba una salvación milagrosa por la fuerza de la mera palabra. Por eso Jesús previene a los discípulos contra esa falsa creencia. Les habla a todos (les dijo), señal de que Pedro expresaba de nuevo el sentir del grupo; en todos pervive la antigua ideología. Una vez más emplea aquí Mc el presente histórico (lit. "les dice"); insiste así en que, en su tiempo, la asimilación de la enseñanza de Jesús por parte de los discípulos sigue dejando mucho que desear.

La mención de la fe (Tened fe en Dios) es inesperada, pero se justifica por lo que sigue. Antes de exponer algo aparentemente imposible, Jesús prepara a los discípulos exhortándoles a tener plena confianza en Dios.

El siguiente dicho de Jesús es solemne: Os aseguro..., y subraya la certeza de lo que va a decir. Para expresar su pensamiento usa una hipérbole proverbial, la de ordenar a un monte que deje su sitio y se arroje al mar; con ella indica Jesús que puede ser posible lo que parece imposible. Como es sabido (cf. 3,13 Lect.), <<el monte>> es en Mc figura de la esfera divina en contacto con la historia humana. Pero las palabras de Jesús tienen en este caso una aplicación concreta; no habla de un monte cualquiera, sino de uno bien determinado: ese monte. Como ese es un deíctico, designa naturalmente el monte al que se dirigen todos, sobre el que se halla construido el templo, y que los discípulos ven enfrente.

La frase: álzate y arrójate al mar, no es una oración a Dios, sino una orden dada al monte por cualquier hombre (quien diga) que tenga fe en Dios. No habla Jesús de un suceso físico; la orden al monte es una metáfora que da forma a una decisión individual, la de romper totalmente con lo que el monte representa; con ella el seguidor expresaría el deseo de la desaparición definitiva del monte/templo. Éste debería haber sido la "casa de Dios" el centro de la historia de Israel, destinado a ser lugar de oración, es decir, de encuentro con Dios, para todos los pueblos (11,17a); pero, como Jesús ha denunciado, se ha convertido en el máximo exponente de la explotación económica que el sistema religioso judío ejerce sobre el pueblo (11,17b). La orden a ese monte significa, ante todo, la completa ruptura personal con una institución que falsea la imagen de Dios y que, en su nombre, oprime al pueblo. Para el que pronuncia esas palabras (álzate y arrójate al mar), esa institución deja de contar para él, no tiene ningún influjo en su vida; él vive como si ya no existiera, afrontando todas las consecuencias de su ruptura con ella.

Como se ha visto, no limita esta decisión al grupo de discípulos, incluye a otros partidarios o seguidores (quien diga); tampoco propone una decisión colectiva, sino individual, de cada uno. Y esta ruptura radical con el sistema religioso, encarnado en el templo, no es solamente interior, sino pública, como la de Jesús. El que no vacile en su interior y tenga la valentía de llevarla a cabo prescindirá de todo lo que pueda significar adhesión o miedo a ese sistema y debe creer en la eficacia de su opción, que, a su debido tiempo, dará su fruto (lo obtendrá). Con las sucesivas rupturas el sistema se irá viniendo abajo. La formulación que le da Jesús expresa la seguridad absoluta (Os aseguro), porque sabe que Dios está con el que hace esa ruptura y que todo es posible para el que tiene fe (9,23).

El rechazo, expresado por la orden: álzate y arrójate al mar, realiza en el individuo las palabras que Jesús dirigió a la higuera: "Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti" (11,14). Cada uno debe renunciar a buscar nada positivo (fruto) en la higuera/institución. De forma figurada, la desaparición del monte traduce a nivel personal la muerte de la higuera (seca de raíz). De este modo, formula Jesús para cada seguidor lo que hizo él mismo el día anterior, cuando denunció la realidad del templo. Se propone quitar todo apoyo al sistema.

El monte es el símbolo de lo inamovible pero, con su dicho, Jesús asegura que la firmeza de las instituciones opresoras depende de la adhesión de los hombres. No tienen más solidez que la que les prestan los seres humanos con su adhesión y su reconocimiento, pues no son más que una objetivación hecha por los que las aceptan. Si éstos niegan con su modo de vivir la existencia del sistema injusto, éste acabará por desaparecer. Al quitarles la base del reconocimiento, las instituciones opresoras caerán por sí mismas.

El plazo del cumplimiento de la caída o desaparición no se señala, pero no por eso es menor la certeza. El hombre que colabora con el plan de Dios, es decir, con la liberación de la humanidad y la construcción del Reino, sabe que ese plan se está realizando y que llegará el momento en que se cumpla por completo. No dice Jesús "lo verá", sino lo obtendrá: el deseo llegará a realizarse. La fe no es una magia de efecto instantáneo, sino una actitud que abre cauce a la fuerza de Dios; ésta se manifestará a través de los que creen, provocando la caída de toda realidad histórica que impida la realización del hombre y el reinado de Dios.

La ruptura tendrá eficacia si el que la hace no duda al ver la magnitud de la empresa (y no vacile en su interior), olvidando la fe-confianza. Por otra parte, su decisión tendrá consecuencias personales, pues, como en el caso de Jesús, la institución judía se propondrá suprimir a los que no se le someten. El dicho de Jesús implica, por tanto, que sus seguidores deben estar dispuestos a jugarse la vida por negarse a reconocer a esa institución injusta u otra semejante.

Vuelve aquí el eco del dicho de Jesús en el que mostraba su táctica para derrocar al "fuerte": no pretendía ocupar su lugar, sino reducirlo a la impotencia y dejar su casa vacía (3,27 Lect.). "El fuerte" es el sistema opresor; "sus enseres" son los seres humanos que están sometidos a él; cuando los hombres abandonan por convicción y decisión personal ese sistema, éste carece de medios para impedirlo y se viene abajo.

Jesús invita, pues, a los discípulos a que, como seguidores suyos, rompan radicalmente con la institución judía ("el monte" del templo). Pero ésta es el prototipo de los sistemas opresores presuntamente legitimados por la divinidad, por lo que, en la perspectiva de la futura misión, deberán oponerse sucesivamente a otros sistemas opresores político-religiosos (cf. "los montes" en país pagano de 5,5 Lect.).

LA BIBLIA

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