Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
En la expresión <<la buena noticia>>, el artículo, al darla por conocida, remite a la experiencia del evangelista y de sus lectores. El apelativo <<buena>> muestra que la noticia afecta al presente de los lectores, quienes experimentan sus gozosos efectos. En relación con esta realidad presente, los <<orígenes>> se sitúan en el pasado.
Marcos no pretende, por tanto, comunicar la buena noticia a su comunidad, que ya la conoce por experiencia, sino narrar los acontecimientos que dieron origen a la realidad que viven sus lectores. Por otra parte, esa buena noticia está en relación con la persona de Jesús (<<la buena noticia de Jesús>>). La predicación de Juan Bautista, que abre el relato de Marcos (1,4ss), es sólo una preparación para ella.
El término griego traducido por <<orígenes>> tiene en este contexto un sentido al mismo tiempo temporal y causal: la obra de Jesús ha sido principio y causa de la experiencia presente de la buena noticia del reinado de Dios (1,14-15). Los <<orígenes>> abarcan, por tanto, todo el período de la vida pública de Jesús, que culmina con su muerte-resurrección; desde entonces la buena noticia empieza a hacerse realidad para el mundo entero.
El título no se refiere, pues, a la introducción que sigue, sino a la narración de los hechos que dieron origen a la Buena Noticia, es decir, globalmente a toda la obra de Marcos.
La expresión inicial, <<orígenes de la buena noticia>>, indica que ésta no tenía precedentes; Marcos va a relatar hechos completamente nuevos que emergieron dentro de la sucesión histórica.
<<La buena noticia>> es <<el evangelio>>, pero este término no designa la obra de Marcos (sólo a partir del siglo II se llama <<evangelios>> a estos escritos). La buena noticia es la obra salvadora de Jesús para el individuo y para la sociedad humana, el reinado de Dios (1,14-15), aunque, al mismo tiempo, es la persona de Jesús mismo, que establece ese reinado. Los orígenes de la buena noticia están en la persona, mensaje y actividad de Jesús.
Precisamente porque la buena noticia sigue presente, Marcos puede contar sus orígenes, pero no su conclusión. De hecho, el final literario de los evangelios no es nunca conclusión temática, sino apertura de una nueva etapa: la de la transmisión del mensaje (Mt 28,19s; Lc 24,46-49; Jn 20,21).
Jesús será el personaje principal del relato evangélico; él ocupará el primer plano de la narración a partir de 1,9, cuando se verifica su llegada, anunciada antes por el precursor (1,7s). Las perícopas 1,2-5.6-8 describen una preparación a su actividad.
A Jesús se aplican dos títulos complementarios: Mesías (título judío, cf. 8,29; 14,61), Hijo de Dios (título universal, cf. 3,11; 5,7; 14,61; 15,39).
<<El Mesías>>, término hebreo que significa <<Ungido>>, designaba en el judaísmo al futuro rey o líder que Dios había de enviar para salvar al pueblo.
Reduciendo las ideas preponderantes en aquel tiempo a un mínimo de elementos comunes, puede decirse que, para el judaísmo, la llegada del Mesías había de producir un cambio radical en la historia de Israel: lo libraría del yugo extranjero y comenzaría el reinado de la justicia, de la prosperidad, de la fidelidad a Dios, con la purificación de las antiguas instituciones. Bajo su reinado, Israel sería el centro del mundo, y el resto de las naciones le estarían sometidas (cf. Sal 2,8-9: <<Pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión, la tierra hasta sus confines; las gobernarás con centro de hierro, los quebrarás como jarro de loza>>).
En Mc 1,1 el título <<Mesías>> no lleva artículo. Según el modo de hablar del judaísmo, debería decirse <<el Mesías>>, dado que se trataba de una figura única y bien conocida. La determinación habría remitido al concepto de Mesías guerrero, objeto de la expectación popular. Al omitir el artículo, indica Marcos que Jesús no es Mesías en el sentido admitido por la tradición judía; es un Mesías diferente.
Al mismo tiempo, la indeterminación de <<Mesías/Ungido>> insinúa que otros pueden participar de la unción; de hecho, si la de Jesús se hace con el Espíritu (cf. 1,10), él va a comunicar ese Espíritu a los hombres (1,8: <<él os bautizará con Espíritu Santo>>).
El título <<Mesías>> (rey consagrado por Dios) deja claro que la obra salvadora de Jesús no va a ceñirse a la esfera individual, sino que afectará directamente a la esfera social.
<<Hijo de Dios>> se decía del rey ungido establecido por Dios y, más en general, de los que ejercían autoridad en nombre de Dios (Sal 82,6 [de los jefes de Israel]: <<Yo declaro: Sois dioses e hijos del Altísimo todos>>). Pero este título se aplicaba por antonomasia al Mesías, expresando su elección y misión divinas (Mc 14,61); sin embargo, se encuentra también en boca de no judíos (Mc 3,11; 5,7; 15,39). Así como el título <<Mesías>> pertenecía exclusivamente a la tradición de Israel, el de <<Hijo de Dios>> era común a judíos y paganos.
Tampoco <<Hijo de Dios>> va determinado; esta denominación designa primariamente a Jesús, pero no exclusivamente. La calidad de <<hijo>> se extenderá a todos sus seguidores (11,25: <<vuestro Padre del cielo>>).
El doble título <<Mesías Hijo de Dios>> describe la realidad de Jesús como salvador, por oposición al de <<Mesías Hijo de David>> que él rechaza (12,35-37). Según la concepción semítica, <<hijo>> no denota simplemente el hecho de haber sido engendrado por un padre, sino, ante todo, la semejanza con él en ser y en el obrar: el hijo tiene por modelo a su padre y se comporta como él. Por tanto, el modelo de Jesús no es David, rey guerrero, sino Dios mismo; la salvación que él trae no seguirá la línea de la violencia, sino la del Espíritu de Dios. No va a ser un segundo David, sino la presencia de Dios entre los hombres y el realizador de la obra de Dios. La oposición entre <<Hijo de Dios>> e <<Hijo de David>> es una de las claves de lectura del evangelio.
El título de la obra de Marcos y, en particular, el título <<Mesías>> insinúan que lo que se va a relatar cumple una expectación: la historia de Israel estaba incompleta, esperaba un término que ahora llega. Existe, pues, cierta continuidad entre el Antiguo Testamento y la buena noticia de Jesús Mesías. Sin embargo, el comienzo absoluto indicado por el término <<orígenes>> señala a su vez que el cumplimiento no va a ajustarse a la expectación.
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Colocado en su momento histórico, el título de la obra indica en primer lugar que Marcos va a responder a una legítima curiosidad: <<Esta realidad que vivimos hoy (la buena noticia conocida y experimentada por él y por sus lectores), ¿cómo tuvo su origen?>>. Marcos anuncia un relato de los orígenes y así se presenta de hecho este evangelio: va a exponer cómo el Mesías llevó a cabo su obra, cuyos efectos están presentes. Sin embargo, los aspectos polémicos que se irán descubriendo a lo largo del evangelio demuestran que Marcos se propone también salir del paso de determinadas interpretaciones de la persona y actividad de Jesús, que él considera ilegítimas.
<<La buena noticia>> tiene dos vertientes, la del contenido (noticia) y la de la experiencia (buena). Marcos puede exponer la primera, pero no la segunda. Es decir, puede proponer el mensaje de Jesús, con validez para todo tiempo, pero la experiencia de la buena noticia por parte de cada individuo depende además de su aceptación del mensaje. El evangelio lleva así, a la comunidad ya constituida, a profundizar en su experiencia de Jesús; para los que se acercan, es una invitación a participar de ella.
El mensaje contenido en la noticia no es puramente conceptual, se encarna en la persona misma de Jesús y exige la relación con él: su vida y su muerte son modelo e instancia crítica permanente para sus seguidores. Por eso, la descripción de los orígenes tiene un valor perenne para las comunidades cristianas y, por la misma razón, es insustituible. No basta aceptar lo que otros dicen de Jesús, hay que volver siempre a Jesús mismo.
1,1. En el título de su obra (1,1), Mc indica su propósito: quiere exponer los orígenes de la realidad que los cristianos viven, realidad nueva y gozosa (<<la buena noticia>>) que se vincula a la figura de Jesús, al que caracteriza con dos títulos: <<Mesías>>, el liberador que cumple las expectativas del pueblo judío, e <<Hijo de Dios>>, título divino comprensible para judíos y paganos, con el que indica que Jesús rebasa las expectativas judías y abarca a todos los hombres en su misión salvadora. Para Marcos, por tanto, Jesús es salvador de la humanidad entera. Su salvación ha llegado ya a la comunidad de la que él forma parte, y pretende narrar cómo actuó Jesús para realizarla.
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