domingo, 16 de junio de 2024

Mc 13,34a

<<Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad -a cada uno su tarea->>...

Jesús comienza una analogía: Es como un hombre que se marchó de su país, que tiene conexiones en el evangelio. Es claro el nexo de este texto con la parábola de los viñadores (12,1-9): mención de un hombre (12,1); correspondencia de se marchó de su país con 12,1: la mención del momento (12,2: "a su tiempo"), la de los siervos (12,2.4) y la relación de el Señor de la casa con "el dueño/señor de la viña" (12,8). Además, los malos tratos a los "siervos" en la parábola enlazan con el contexto de persecución, implícito en el término "momento/hora".

Aparecen igualmente ciertas conexiones con la primera parábola del Reino (4,26-29), donde, en primer lugar, se habla también de "un hombre"; en segundo lugar, la expresión de la parábola "sin que él sepa cómo" (4,17), recuerda el "no sabéis cuándo va a ser el momento" (v. 33); por último, el momento (que será el de la sazón del fruto) está en relación con "el fruto que se entrega" de la parábola (4,29).

Puede decirse, por tanto, que, por estas relaciones, en la analogía de vv. 34-36 se trata del reinado de Dios: por la conexión con 4,26-29, en cuanto ese reinado, a nivel individual, significa la entrega de la persona (4,29), y, por la conexión con la parábola de los viñadores, en cuanto, a nivel social, va a ser transferido a los paganos (12,9).

... dejó su casa. El término casa/hogar (gr. oikia) denota en Mc un ambiente de relación personal; añade el simple "casa/local" (gr. oikos) el rasgo de vinculación entre sus moradores, dominando así el sentido de hogar/familia. La casa/hogar de Jesús (cf. 2,15; 9,33b; 10,10) representa la nueva comunidad, compuesta por los dos grupos de seguidores, los discípulos, que proceden del judaísmo, y los otros, que no proceden de él. Esta mención de su casa tendrá un paralelo en la denominación "el señor de la casa" (v. 35a).

En cuanto nueva familia (3,35) la casa/hogar de Jesús, comunidad universal, trasciende y sustituye a "la casa de Israel", comunidad étnica; en cuanto lugar de la presencia de Jesús, sustituye al templo (cf. 11,17).

La sucesión de formas verbales crea en este pasaje una incongruencia  narrativa. En efecto, respecto al verbo dejó (gr. participio apheis), las formas dio (gr. participio dous) y mandó (v. 34b) están en relación de posterioridad inmediata, y esto produce una aparente falta de lógica, pues la acción de "marcharse" (dejó su casa) debería seguir a las de "dar" y "mandar". Como de ordinario, este "obstáculo" en la narración es un recurso del autor para señalar el sentido teológico del pasaje.

De hecho, dado el sentido figurado de "la casa", que representa a la comunidad, "dejar su casa" significa "separarse de los suyos". El pasaje expone, pues, el aspecto voluntario de la muerte de Jesús, en sentido complementario al expuesto en 2,20: "llegará un día en que les arrebaten al esposo". La metáfora usada, "marcharse de su país", es muy apta para figurar la muerte. La separación local connota la invisibilidad y la ausencia de acción directa, como se explicita a continuación: la actividad queda confiada a los "siervos". Jesús se separa de los suyos y les deja la responsabilidad de la misión futura.

El término siervo (gr. doulos) ha aparecido una vez aplicado a los miembros de la comunidad de Jesús: "el que quiera entre vosotros ser primero, ha de ser siervo de todos" (10,44). Se encuentra en oposición a "los que figuran como jefes de las naciones" y "a sus grandes" (10,42). En este contexto de pueblos paganos, designa a los seguidores de Jesús como a los que se ponen voluntariamente junto a los que sufren la opresión de los poderosos, renunciando a toda clase de dominio; su misión será rescatar a todos los tiranizados por los gobernadores de cualquier país (cf. 10,44.45).

Teniendo en cuenta este dato, hay que concluir que en nuestro pasaje, "los siervos" no lo son de Jesús, representado por el hombre que deja su casa, sino, como en 10,44, "de todos". Por lo demás, en la lógica de Mc, el texto de 10,45: "no he venido para ser servido", que se refiere a los miembros de su comunidad, excluye que pueda hablarse de "sus siervos". Son los enviados de Jesús (cf. 12,2-5: enviados de Dios) a todas las naciones.

La analogía continúa, pues, en forma figurada, el tema de la misión universal. El término "siervos" introduce por su parte, un nuevo concepto, el de "servicio", que será desarrollado a continuación.

La autoridad o "capacidad" (gr. exousia) que Jesús comunica a los siervos es la suya propia, la del Hijo del hombre. En 2,10 (el paralítico) concierne ante todo a la liberación de un pasado de injusticia (el perdón de los pecados); pero, al mismo tiempo, la ejerce Jesús para comunicar vida, para abrir un futuro (2,11-12). Por otra parte, el término aparece cuatro veces en 11,28-33m denotando la autoridad de Jesús para denunciar públicamente la corrupción del templo y sus dirigentes. Los terrenos en que se ejerce la autoridad de Jesús son, pues, el perdón de los pecados, comunicando vida al que tiene fe (2,5.10.12), y la actividad de denuncia (11,28ss). Confiere además autoridad a los discípulos sobre los espíritus inmundo (6,7), es decir, sobre los fanatismos ocultos que impiden la aceptación del mensaje.

El texto de 2,10 hace ver que la "autoridad" compete a Jesús en cuanto es "el Hijo del hombre", es decir, el portador del Espíritu (1,11), la fuerza del amor del Padre. Dar a "los siervos" su propia autoridad significa comunicarles el Espíritu que él posee (cf. 1,8). Es una capacitación, análoga a la suya, para realizar la actividad propia de cada uno (a cada uno su tarea).

Esta tarea personal ha de seguir la línea de la "autoridad" de Jesús, es decir, liberar al ser humano de su pasado de injusticia y comunicarle vida. Ésa es la tarea propia de la condición de "siervos" y en ella ha de consistir su servicio universal (10,44: "siervo de todos"), aunque con diferentes modalidades, en cuanto el servicio pertenece a la decisión de la persona, cae bajo su responsabilidad y ha de llevarse a cabo según el modo personal de cada uno. Común es, pues, la capacitación; individual la realización. Todos participan del Espíritu de Jesús y cada uno es responsable de su actividad. El don de la "autoridad" significa, por tanto, una transferencia de responsabilidad: la acción que Jesús ha llevado a cabo en la tierra ha de ser continuada por los suyos.

También la relación de la "autoridad" con el Espíritu resuelve la aparente falta de lógica narrativa a la que se aludió antes: el don del Espíritu es efecto de la muerte de Jesús (15,37); de ahí que en la analogía se mencione la marcha al extranjero (figura de su muerte) antes que el don de la autoridad a los siervos y el mandato al portero.

LA BIBLIA

Mc 13,33

 <<¡Andaos con cuidado, ahuyentad el sueño, que no sabéis cuándo va a ser el momento!>>

En lo que toca a los discípulos empieza Jesús exhortándolos a evitar un peligro (Andaos con cuidado). Deben prestar atención a sí mismos (cf. 13,9), para "ahuyentar el sueño". La expresión es metafórica. "Dormirse", "estar dormido", "ceder al sueño" significa despreocuparse de las circunstancias y renunciar a la actividad. Ese es el peligro que han de evitar,.. En una sociedad tan insegura, donde el odio está activo (13,13), el desconocimiento del momento de la prueba exige vigilancia. El fin ha de ser acogido con plena consciencia y voluntariedad, como el complemento de la actitud vital.

La ignorancia sobre el cuándo, indica aquí y en el v. 35 ("no sabéis"), no se refiere ya a los sucesos de la destrucción de Jerusalén y del templo, que habían de tener lugar en aquella generación (13,30), sino "al día y a la hora", representados en orden inverso por las expresiones el momento (v. 33) o "la llegada del señor de la casa" (v. 35).

Aparece en este pasaje una serie de términos o frases cuyo sentido hay que precisar, para poder captar enteramente el significado.

El término gr. kairos (aquí "momento") aparece en Mc cinco veces, siempre en singular con artículo. Analizando los diversos pasajes se constatan dos acepciones: una designa un período de tiempo (1,15; 10,30; 11,13); otra señala momentos determinados, entre ellos, el de la sazón del fruto (12,2; 13,33). Ha habido un período productivo para Israel (1,15; 11,13) y comienza otro para la nueva comunidad (10,30: "entre persecuciones"), en el que se inserta "la hora" mencionada en v. 32.

LA BIBLIA

Mc 13,32

 <<En cambio, lo referente al día aquel o a la hora, a nadie compete, ni siquiera a los ángeles del cielo ni al Hijo, únicamente al Padre>>.

El dicho inicial introduce el tema de la competencia sobre el día y la hora, cuyas consecuencias se desarrollan en el resto de la unidad.

El pasaje no habla de un mero saber (gr. oida), sino de un saber que está en función de un actuar (gr. oida peri). Tampoco dice que el día y la hora estén fijados por el Padre. Afirma, en cambio, que sólo al Padre compete el asunto de "aquel día o aquella hora", que a él está reservado el actuar cuando llegue el momento.

La expresión "el día aquel" se encuentra cuatro veces en Mc. En 2,20 (episodio del ayuno) está referido a la muerte de Jesús, que connota su exaltación. En 4,35 (episodio de la tempestad) señala que la misión entre los paganos es consecuencia de esa muerte-exaltación. En 14,25 (la eucaristía) señala un término a partir del cual Jesús, en el reino de Dios, beberá el nuevo producto de la vid. En nuestro pasaje, en cambio, "el día" no se refiere a Jesús, quien, en el discurso, habla desde su estado glorioso acerca de un acontecimiento futuro.

Según esto, en tres de los cuatro casos en que aparece, la fórmula "el día aquel" se refiere a la muerte-exaltación de Jesús, de la que se deriva tanto la misión entre los paganos como la producción del vino nuevo. En el caso restante, el de nuestro texto, la fórmula tiene, sin duda alguna, un significado análogo; ahora bien, si este día, por situarse en el futuro, no se refiere ya a Jesús, ha de referirse a sus seguidores, cuyo destino es semejante al suyo. Significa, por tanto, la muerte-exaltación de los seguidores de Jesús que han llevado a cabo su entrega (13,26). Compartiendo el destino de Jesús, representa, para cada uno de ellos, el desenlace glorioso de su actividad, que cierra el ciclo de la misión encomendada.

La partícula disyuntiva "o" distingue "el día" de "la hora" impidiendo considerar a esta última como una concreción del primero. Lo mismo que "el día aquel", también "aquella hora" tiene relación con la historia de Jesús: es precisamente la entrega que lo lleva a la muerte la que se designa como "la hora" (14,35.41). Coincide este sentido con el de "aquella hora" en la primera parte del discurso (13,11); allí se trataba del momento de la comparecencia de los discípulos ante el tribunal, el de la prueba final, en la que el seguidor de Jesús deberá ser constante hasta el fin (13,13). En nuestro pasaje, "aquella hora" designa, por tanto, el momento en que los seguidores se ven perseguidos, con probabilidad de muerte.

Las expresiones son, pues, complementarias: "aquella hora" connota la pasión/muerte del discípulo; "el día aquel" su reivindicación/vida. Por la constancia hasta el fin (13,13), "la hora" de la prueba culmina en "el día" de la salvación, el de la llegada del Hijo del hombre(13,26).

En este pasaje se menciona primero el aspecto gozoso ("el día aquel"), que es el definitivo; luego, el doloroso ("la hora"), transitorio. La diferente duración denotada por cada término simboliza también su respectivo carácter ("hora", lapso breve; "día" comparativamente mucho más largo). Además, la expresión "el día aquel" parece aludir al texto de Zac 14,6-7, donde se habla de "el día aquel conocido solamente por el Señor". Ahora bien, según el profeta, "ese día será único, sin distinción de noche y día, porque al atardecer seguirá habiendo luz". Se trata, pues, del día que no tiene fin.

Para comprender la razón de que el día y la hora estén bajo la competencia del Padre hay que examinar previamente el uso en este pasaje del apelativo "el Padre",  en lugar de los términos "Dios" o "Señor" que han aparecido anteriormente (13,19.20).

En nuestro pasaje, el término "el Padre" aparece por tercera vez en el evangelio. La primera vez está determinado como el Padre del Hijo del hombre (8,38); la segunda vez, como el Padre de los discípulos (11,25); esta tercera vez, se le llama solamente "el Padre": incluye así ambos términos, al Hijo (v. 32b), que pronuncia el discurso, y a los discípulos, a quienes se dirige. La cuarta vez lo usará Jesús en su oración en Getsemaní (14,36).

Hay además dos textos donde se connota la paternidad de Dios. En ellos una voz del cielo o de la nube llama a Jesús "su Hijo" (1,11; 9,7). En ambos casos se explicita el amor del Padre al Hijo ("el amado"), amor que tiene su expresión en la bajada del Espíritu sobre Jesús (1,10) o su permanencia en él (9,7). Según esto, al llamar a Dios el Padre de los discípulos, se da por supuesto que también ellos son objeto del amor del Padre y que han recibido el Espíritu (1,8).

La competencia del Padre respecto al día y a la hora connota, por tanto, su amor por los discípulos y su relación paterno-filial con ellos.

Como la llegada misma del Hijo del hombre (13,26), "el día aquel" no es un acontecimiento único sino iterado. El "fin" esperado por los discípulos, el de la salvación sociológica por obra de un Mesías apoyado por Dios, que, ligado a la destrucción de Jerusalén, modificaría portentosamente el rumbo de la historia, se cambia por el "fin" individual, que se va verificando en la historia para cada seguidor, como desenlace de su entrega personal. Así va teniendo lugar la constitución definitiva de la humanidad nueva; ésta se va congregando más allá de la muerte, que desemboca para cada uno en la salvación definitiva. No es importante conocer el momento, sino saber que está en manos del Padre. Han de fiarse de su amor.

Este dicho no está aislado en el evangelio. La exclusiva competencia del Padre respecto a los sucesos del día y de la hora recoge el contenido de la cita del Sal 11/109,1 en la controversia tenida en el templo sobre el papel del Mesías (12,36). En aquella cita incluía Mc una frase, "mientras hago de tus enemigos estrado de tus pies", que no se utilizó en la controversia, pero que sienta la base para la unidad II/B de este discurso (13,24-27), donde, con imágenes cósmicas, se anuncia la caída de los regímenes opresores y la llegada gloriosa del Hijo del hombre.

En el texto del salmo, la derrota de los enemigos del Mesías se atribuye a Dios mismo. En paralelo con esta formulación simbólica está la atribución al Padre de la competencia en "la hora", momento de la persecución y juicio de los discípulos, y en "el día", momento de la caída de los enemigos del Hijo del hombre y de la salvación definitiva de los seguidores de éste.

Aparece así en el discurso la tercera denominación divina: "el Padre". El término "Dios" lo denota como Creador y Dios de la humanidad entera (13,19); "Señor" (= Yahvé) como el Dios de Israel (13,20); "el Padre" lo caracteriza como el Dios de la nueva humanidad, cuyos miembros son "los hijos" (11,25).

Los dos términos que se encuentran contrapuestos al de "Padre" son "los ángeles del cielo" y "el Hijo". La enumeración es climática y el término principal es el segundo.

Los ángeles pertenecen al mundo divino (del cielo), que aparece constituido en este pasaje por el Padre, el Hijo y "los ángeles". Como se ha visto, los ángeles celestes son en Mc una figura para designar a los resucitados (13,27 Lect.).

El término "el Hijo", por estar en correlación con "el Padre", designa al "Hijo de Dios" (1,1.11; 9,7; 15,39); pero, al mismo tiempo, al "Hijo del hombre", de quien se dice explícitamente que Dios es su Padre (8,38).

A nadie compete actuar más que al Padre, con su amor hacia los discípulos, sus hijos (11,25); él desplegará su actividad en esos momentos cruciales. En "la hora", dando a cada uno la ayuda del Espíritu para que esté a la altura de la circunstancia y tenga las palabras adecuadas a la situación (13,11); en "el día aquel", con la llegada del Hijo del hombre, portador de la fuerza de la vida (13,36), ésta superará la muerte, y serán reunidos en la etapa final del Reino. Será el Padre quien reivindique al Hijo y a los suyos ante los perseguidores (cf. 12,36).

LA BIBLIA

viernes, 14 de junio de 2024

Mc 13,28-31

 

Mc 13,28a

Mc 13,31

 <<El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán>>.

Este dicho lapidario confirma la certeza profética de la predicción anterior: la promesa del reinado universal de Dios es más segura que la continuación del universo.

LA BIBLIA

Mc 13,30

 <<Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo eso se cumpla>>.

Este dicho solemne (Os aseguro) es el centro de la unidad. El término generación ha aparecido cuatro veces en Mc, siempre con sentido peyorativo (en 8,,12bis se refiere al grupo fariseo que pide una señal, en cuanto representativo de los de la sociedad judía de su tiempo; en 8,38, la generación es llamada por Jesús "idólatra [lit. "adúltera"] y pecadora", en 9,19, "sin fe"). El cotejo de los diversos pasajes muestra que la generación o sociedad judía descrita en el evangelio está imbuida en su conjunto por la escala de valores sostenida por los fariseos.

En nuestro pasaje, por tanto, esta generación es la que mantiene los ideales de victoria y restauración nacionalista y la esperanza de un mesías triunfador que habría de dar a Israel la hegemonía sobre los pueblos paganos. Es la que va a ser testigo de la ruina de la nación.

Pero, además, esa expresión se usa en el AT en contextos particulares: en Gn 7,1 designa la impía generación del diluvio, de la que sólo se salvó Noé con su familia; en Dt 32,5.20, la generación calificada de "malvada, pervertida, depravada"; fue la primera generación del Éxodo, de la que pocos entraron en la tierra prometida (cf. Sal 95/94,10). En el judaísmo se hablaba de la generación de Henoc, de la del diluvio, de la del Éxodo, de la de la dispersión, siempre asociándolas a la infidelidad.

Atendiendo a los adjetivos que Mc aplica a "esta generación" (8,38; 9,19), se aprecia que sus expresiones tienen como trasfondo las del AT. Es la generación del segundo Éxodo, el del Mesías, que se comporta como la del primero; la que debía haber visto el cumplimiento de las promesas, pero que rechaza la oferta de salvación. Esta generación pasará, como las otras, pero con una diferencia: su infidelidad es definitiva; por ello, Israel deja de ser el pueblo elegido y se condena a la ruina.

La expresión todo eso / todas esas cosas recapitula todo lo dicho sobre la destrucción del templo tanto en la pregunta inicial (13,4: "esas cosas", "eso... todo") como en la primera unidad de cada parte (13,8: "eso es el principio de los dolores"; 13,23: "os lo he predicho todo"; 13,30: "todo eso"). Lo que se va a cumplir dentro de la misma generación incluye tanto la ruina de Jerusalén como la entrada de los paganos en el Reino.

Existe un claro paralelo entre este pasaje y el de 9,1:

13,30: a) "Os aseguro

           b) que no pasará esta generación

           c) antes que todo eso se cumpla".

9,1:     a´) "Os aseguro

           b´) que algunos de los aquí presentes no morirán

           c´) sin haber visto que el reinado de Dios ha llegado ya con fuerza".

En estos dos pasajes, las frases b) y b´) tienen un contenido equivalente.

La identidad de la introducción ("Os aseguro") y la equivalencia de las frases b) b´) llevan a preguntarse si el inciso final, c´) "sin haber visto que el reinado de Dios ha llegado ya con fuerza" no es a su vez equivalente de c) "antes que todo eso se cumpla".

Según el significado de los versículos anteriores, la respuesta es afirmativa. Lo que "está cerca, a las puertas" (v. 29) es la entrada de los paganos en el reino de Dios, y este suceso es el que se llama en c) "la llegada del reinado de Dios con fuerza" (9,1 Lect.). La precisión "con fuerza", muestra que, según Mc, el reinado de Dios existe antes de la afluencia de los paganos; de hecho, según la segunda parábola del Reino (4,30-32), se va desarrollando, según la segunda parábola del Reino (4,30-32), se va desarrollando, como la mostaza, a partir de un principio minúsculo.

Por otra parte, "con fuerza" significa "desplegando su potencia de vida" (cf. 13,26 Lect.), y es este hecho el que lo hace perceptible (9,1: "sin haber visto"). Corresponde este momento al descrito en la parábola de la mostaza como "echar ramas grandes" (4,32), a cuya sombra anidan los pájaros, figura de los pueblos paganos.

Las formulaciones contenidas en c) y c´) son equivalentes, pero no idénticas. En 9,1, dicho pronunciado ante un auditorio compuestos por los dos grupos (discípulos y otros seguidores, cf. 8,34), se considera únicamente el aspecto positivo, omitiendo toda alusión a la ruina de la nación judía. En 13,30, en cambio, dirigido exclusivamente al grupo de discípulos, la expresión "todo eso" incluye los dos aspectos, el negativo (ruina) y el positivo (extensión del Reino a los paganos).

LA BIBLIA

Mc 13,29

 <<Así también vosotros: Cuando veáis que esas cosas están sucediendo, sabed que está cerca, a las puertas>>.

En este contexto, la fórmula así también vosotros implica de nuevo la incomprensión de los discípulos (cf. 7,18) y les advierte que han de adquirir el conocimiento que otros ya posee. Los seguidores que no proceden del judaísmo han comprendido ya el aspecto positivo del desastre que se avecina. Del mismo modo deben comprenderlo ellos. En paralelo con la destrucción se sugiere una esperanza, aunque ésta no coincida con la restauración de Israel que los discípulos anhelaban. La ruina de Israel como nación es inevitable, pero, como lo indicaba la parábola de los viñadores, va a llegar la salvación a todos los pueblos. Los discípulos han de pasar de una solidaridad étnica a otra universal.

La construcción cuando veáis conecta esta unidad con 13,14 ("Cuando veáis") e, indirectamente, con la pregunta (13,4: "cuando esto esté...") y con 13,7 ("cuando oigáis estruendo de batallas"). Es decir, lo que va a estar sucediendo son las batallas, terremotos, hambres (13,7), que describían la invasión de Palestina por el ejército romano, invasión que había de culminar con la destrucción del templo; en otras palabras, corresponde a "la gran angustia" (13,14-23). Pero, como acaba de verse, cambia el punto de vista: mientras en 13,14: "cuando veáis" introduce el desastre inminente, aquí anuncia una cosecha próxima.

La expresión está cerca, a las puertas insiste en la inminencia del acontecimiento favorable, que está en relación con el reinado de Dios (cf. 1,15: "el reinado de Dios está cerca").

La señal dada por la higuera y su paralelo en los sucesos futuros constituyen la introducción al dicho central, para referirlo sin ambigüedades a los desastres anunciados en 13,14ss, pero mostrando al mismo tiempo su carácter positivo. De este modo, antes de precisar el momento en que va a suceder la ruina, Jesús pretende ampliar la perspectiva de los discípulos, haciéndoles comprender que el desastre del pueblo judío deja paso a un horizonte de esperanza para la humanidad.

LA BIBLIA

Mc 13,34a

<<Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad -a cada uno su tarea->>... Jesús comi...