viernes, 3 de noviembre de 2023

Mc 2,27

 Y les dijo: <<El precepto existió por el hombre, no el hombre por el precepto;

Este primer miembro del dicho de Jesús se refiere inmediatamente a la perícopa anterior y, en particular, al caso de David y sus compañeros (2,25-26). Engloba la acción de David en el contexto más amplio de la obligación legal, representada por el precepto considerado máximo, el del descanso festivo.

El segundo miembro (v. 28) se referirá, en cambio, al caso de Jesús y sus discípulos, abriendo a éstos el horizonte de la plena libertad.

Aunque la institución del precepto festivo, en particular el del sábado, tenía su fundamento en el relato de la creación (Gn 2,1-3)), como tal precepto no llegó a existir hasta la promulgación de la Ley del Sinaí (Éx 20,8-10; Dt 5,12-14).

Según el relato de la creación, el hombre, hecho a imagen de Dios (Gn 1,26), es señor de la tierra y de lo creado (Gn 1,28s), para continuar con su actividad la obra divina (Gn 2,15). El precepto del descanso, institucionalizado en Israel principalmente en el día de sábado, tuvo por motivación teológica que el hombre, sin distinción de clase libre o esclavo, pudiera participar en el descanso de Dios creador (Éx 20,8-11). No era un precepto para someter al hombre, sino un don, una bendición (Gn 23; Éx 20,8-10). Con el descanso, que interrumpe el trabajo, el hombre se asemeja a Dios, señor de la creación, y goza de ella; es, pues, anticipo y promesa de la libertad a que está llamado o, en términos figurados, profecía de un éxodo definitivo.

De los textos del AT se desprende, pues, claramente cómo y por qué el precepto del descanso es una ayuda para el hombre. Opuesta es la postura de los fariseos, a quienes dirige Jesús este dicho: ellos, contra el designio de Dios, lo han convertido en una ley esclavizadora.

Con su dicho, Jesús define el papel del precepto del descanso en la antigua alianza: estaba en función del hombre, y para eso había sido instituido. El hombre, imagen de Dios, no podía ser un mero súbdito sin libertad; tenía que ser, al menos parcialmente, señor. Ataca así la interpretación farisea del precepto.

La parte negativa del dicho: <<y no el hombre por el precepto>>, refuerza la declaración, oponiéndose a las especulaciones de la doctrina farisea. Para los letrados, el sábado era un absoluto, existente antes de la creación del mundo, celebrado desde siempre en el cielo, por el que existen la creación y el hombre mismo, y que no depende en nada de la contingencia humana. Jesús, por el contrario, declara que el precepto no es un absoluto ni es eterno; fue promulgado en un momento histórico bien conocido (<<el precepto ... existió>>) y para servicio del hombre.

La afirmación de la superioridad del hombre sobre el precepto tira abajo la interpretación rigorista de la Ley impuesta por los fariseos. También en la antigua alianza era el hombre el valor supremo; por eso, la obligación de la Ley cedía ante la necesidad y el bien del hombre, como ha aparecido en el caso de David.

LA BIBLIA

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