<<¡Escuchadme todos y entended! No hay nada que desde fuera del hombre entre en él y pueda hacerlo profano; no, lo que sale del hombre es lo que hace profano al hombre.
Jesús va a enunciar su principio, diametralmente opuesto a la doctrina que enseñan los letrados y siguen los fariseos. Va a establecer lo que de verdad aleja al hombre de Dios.
La exhortación <<Escuchadme... y entended>> alude a 4,12, donde, refiriéndose a la enseñanza en parábolas dirigida a la multitud congregada para escucharlo, que no conocía el secreto del reinado de Dios, decía Jesús que <<por más que escuchasen no entenderían>>. Aquí, que no habla en parábolas, los que han de escuchar y entender son aquellos a los que ya se ha expuesto el secreto, es decir, los dos grupos de seguidores, discípulos y multitud. A la presencia de los dos grupos se refiere precisamente el pronombre <<todos>>. El principio que va a enunciar vale para toda la comunidad y, por tanto, para la humanidad entera.
Jesús supone la identificación farisea entre profano e impuro. En la perícopa anterior ha desautorizado la tradición, le ha quitado su falso fundamento teológico, negando que tenga respaldo divino y mostrando que es opuesta al designio de Dios. Ahora niega el principio discriminatorio de lo puro/impuro o profano/sagrado sobre el que ella se sustenta.
Ahora bien, como Jesús ha convocado a <<la multitud>>, es decir, al conjunto de sus seguidores que no proceden del judaísmo, no utiliza los términos de puro/impuro, categorías que, por sus implicaciones rituales, pertenecen al pueblo judío, sino la distinción religiosa universal, la de lo profano como contradistinto de lo sacro.
Como se ha dicho, en el lenguaje religioso, lo <<profano>> es lo que está fuera del ámbito de lo divino o, en otras palabras, lo que está lejos de Dios, aquello por lo que él no se interesa y queda al arbitrio de los hombres. Para los fariseos, estaban lejos de Dios y fuera de su ámbito todos los que no pertenecían a Israel, <<el pueblo santo o consagrado>>, en particular los paganos, pero también los que, dentro de Israel, no se mantenían en el favor divino mediante la estricta observancia de la Ley.
El dicho de Jesús está construido según un paralelismo antitético: contrapone lo que entra y lo que sale del hombre, recayendo el acento sobre lo segundo. Ahora bien, si lo que sale del hombre ha de comprenderse globalmente incluyendo tanto las palabras como las acciones perversas, también <<lo que entra en el hombre>> ha de tener un sentido más amplio que el del mero alimento. Ciertamente, el dicho recuerda en primer lugar el alimento, máximo contacto del hombre con la realidad exterior, que al comerlo incorpora a su ser. Pero si este contacto tan íntimo no es capaz de impurificar, mucho menos un contacto más superficial.
Los fariseos y letrados no habían hablado de alimentos impuros, sino de manos impuras. El dicho de Jesús marcha un progreso desde el cómo comer al qué comer, pasando, por tanto, de la crítica a la ley oral de <<los mayores>> a la de la ley escrita del AT.
En efecto, Jesús expone el nuevo principio afirmando que lo que aleja al hombre de Dios no es lo exterior; el hombre no sale del ámbito divino por el contacto con realidades que están fuera de él. El mundo exterior no se presenta como enemigo del ser humano o como peligro para su relación con Dios; no es profano ni transmisor de impureza. El ser humano puede estar abierto sin miedo al contacto y la comunicación con cosas o personas.
Ahora bien, al declarar Jesús que no hay nada externo que de por sí pueda hacer profano o impurificar al hombre, se pone en contra de la Ley escrita, anulando el fundamento de las prescripciones de pureza del AT, y, en consecuencia, todo lo referente a los tabúes alimentarios, señal de identidad del pueblo judío ante los paganos. Estas observancias, y el sentido de lo profano/impuro aplicado a personas, que impedía o dificultaba el trato con ellas, causaba el aislamiento del pueblo judío. Jesús echa por tierra tanto los tabúes referidos a alimentos como los referidos a personas.
De este modo, niega Jesús que la pertenencia a Israel delimite el ámbito de lo <<santo>>. En principio, nada es profano ni esta alejado de Dios; Dios se interesa por todo lo que ha creado, especialmente por el ser humano. Explicita así el <<secreto del reinado de Dios>> (4,11), fórmula que sintetiza el designio divino de comunicar vida a todo hombre, por encima de las distinciones entre pueblos, culturas y religiones. Dios ama a todos los seres humanos, a su mundo y a todo lo que contribuye a su bien, y pretende hacerlos crecer y llevarlos a su pleno desarrollo.
Lo esencial de este <<secreto>> había sido expuesto en dos episodios: el del leproso (1,39-45 Lect.) y el del paralítico (2,1-13 Lect.). En el primero Jesús había anulado el fundamento de la discriminación religiosa dentro de Israel, principio que se ha explicitado en la perícopa anterior (7,1-13), negando la necesidad de la purificación después de haber tenido contacto con una multitud judía; en el del paralítico había anunciado la admisión de los paganos en el Reino mediante la cancelación de su pasado pecador y la comunicación de vida, y esta promesa es apoyada por el principio enunciado en esta perícopa: nada, ni su origen étnico o pertenencia religiosa, puede hacer <<profano>> al hombre, sólo lo que sale de su interior. Jesús derriba así la barrera entre el pueblo judío y los paganos. El principio ya había sido practicado por él en 2,15, cuando aceptó en su mesa a los excluidos de Israel.
La segunda parte del dicho afirmar que es el hombre mismo quien puede alejarse de Dios. Jesús sigue la línea de los profetas (cf. Am 5,21ss; Is 1,11ss; 58,1ss; Sal 50,18ss), opuesta a la del Levítico: las cosas no son puras o impuras, agradables o desagradables a Dios, sólo las personas según su disposición interior. El hombre no se contamina por nada externo, se contamina por sí mismo. Lo creado, lo que existe, no es profano ni sucio, pero el hombre, desde su interior, puede crear lo profano, lo socio, lo manchado.
O sea, con su anterior crítica a la tradición (7,1-13), Jesús echaba por tierra la discriminación dentro de Israel; en este pasaje, al derogar las prescripciones alimentarias de la Ley, echa abajo la distinción entre Israel y los demás pueblos.
Engloba aquí Mc temas o principios antes dispersos y los expone de nuevo con una claridad meridiana. Lo antes dicho de forma figurada (leproso, paralítico) lo expresa en este tríptico de modo rotundo, sin equívoco posible. Ni el seguidor de Jesús ni el lector del evangelio pueden dudar ya de la universalidad del mensaje.
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