Enmendaos y tened fe en esta buena noticia>>.
Jesús no se presenta como un caudillo: exhorta, sin apelar a la imposición ni a la violencia. La exigencia de enmienda, que continúa la de Juan Bautista (1,4), muestra que el reinado de Dios no se realizará sin colaboración humana. No era ésta la expectativa general (cf. Is 24,21-23; Jr 10,7.10; Sal 22,29).
Resulta, sin embargo, extraño que vuelva a insistir Jesús en la necesidad de enmienda, después de la respuesta unánime del pueblo a la predicación de Juan. Esto muestra que, aunque Juan había recogido con gran eficacia el ansia popular de justicia y la había encauzado hacia <<el que llegaba detrás de él>> (1,8), al ser Juan encarcelado sucedió lo mismo que con los demás movimientos mesiánicos o renovadores del tiempo: el movimiento y la expectación se disiparon.
De hecho, la actividad de Jesús parece un nuevo comienzo: como si ya estuviera olvidada, no apela a la predicación anterior de Juan; no hay suyo su bautismo, símbolo cultura judío, ni se sitúa como él en un desierto. Para Jesús, la ruptura con la injusticia ha de hacerse desde dentro de la sociedad injusta, y en ésta ha de mantenerse la esperanza de una sociedad nueva.
Los dos elementos de la proclamación de Jesús: <<el reinado de Dios>> y la <<enmienda>>, se encuentran en dos pasajes de Isaías, que parecen constituir el trasfondo de esta perícopa de Mc.
Is 52,6-8 (LXX): <<Soy yo mismo el que hablo: estoy presente como una primavera en los montes, como los pies del que anuncia la buena noticia de la paz, como el que anuncia buenas noticias, porque voy a proclamar tu salvación, diciendo: <<Sión, tu Dios va a reinar>>.
Mc suprime la mención de Sión, que limitaba el dicho a la nación judía, e identifica la actividad de Jesús con la que el texto profético atribuye a Dios. La buena noticia es de salvación y de paz, es decir, según el sentido bíblico de esta palabra, implica la existencia de una sociedad justa y feliz.
El segundo texto de Isaías se encuentra en 56,1 (LXX): <<Esto dice el Señor: "Guardad el derecho, practicad la justicia (enmienda), pues mi salvación está cerca y se va a revelar mi misericordia">>.
La referencia a estos textos confirma que Jesús excluye el proyecto zelota, que se proponía implantar el reinado de Dios mediante la reforma de las instituciones por la violencia y la rebelión armada contra el yugo extranjero. El reinado de Dios no será impuesto por la fuerza; tampoco será efecto de una fulgurante intervención divina en la historia, sino que cuenta con la aceptación libre del hombre. Su implantación no va a ser, por tanto, triunfal y evidente para todos, sino paulatina y sujeta a contradicción. De ahí que Jesús exhorte a dar fe a este mensaje. El Reinado que se inserta en la historia exige confianza en que Dios actúa entre los hombres y en que éstos son capaces de responder a su acción.
Desmiente también Jesús la concepción farisea pesimista, que veía como única solución a los males del pueblo la intervención divina. Para Jesús, los hombres desempeñan un papel decisivo en la construcción de la nueva sociedad.
Los dos miembros de que consta la exhortación (<<enmendaos, tened fe>>) presentan el principio y el final del éxodo propuesto por Jesús. La tierra de esclavitud de la que hay que salir es ahora la sociedad judía estructurada por sus instituciones (cf. 1,5: <<el país judío>>), de cuya opresión han de liberarse y con cuyos valores injustos tienen que romper los que deseen asociarse a este éxodo; por eso, el punto de partida es la enmienda o ruptura con la injusticia del pasado. El punto de llegada la tierra prometida, es el reino de Dios, objeto de la buena noticia, la nueva sociedad digna del hombre.
Como en el caso de Juan, la exhortación a la enmienda es general, indicando que la injusticia se encuentra en cada individuo y en todos los niveles de la sociedad judía.
La perícopa 1,14-15 es programática, pues estos dos aspectos, inicial y final, del éxodo de Jesús configuran la sección que sigue (1,16-3,12). En su primer ciclo (1,16-38), expondrá Marcos la llamada de Israel, a la que responden individuos que están de algún modo disconformes con la institución (1,16-21a). A continuación describe el esfuerzo de Jesús por hacer comprender tanto a los sometidos a la institución (1,21b-28) como a los disconformes con ella (1,29-31) la opresión en que viven por su adhesión a los falsos valores de un sistema injusto. Termina el ciclo mostrando que el intento liberador de Jesús resulta infructuoso (1,32-34.35-38).
La universalidad del reinado de Dios se insinúa en el episodio del leproso (1,39-45), centro de la sección, y se explicita en el segundo ciclo (2,1-3,12), concretándose en la llamada de Leví, el excluido de Israel (2,14) y en el banquete al que asisten discípulos y <<pecadores>> (2,15-17). El anuncio de Jesús: <<se ha terminado el plazo>>, se desarrolla en 2,18-3,7a, donde se exponen las consecuencias de la llegada del Reino para las instituciones religioso-culturales judías.
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