El sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se puso a enseñar.
El episodio anterior terminaba con el camino de Jesús y el grupo de seguidores hasta Cafarnaún; no se indicaba el día de la semana. En este episodio, por el contrario, se señala un día determinado: el sábado. Desaparecen de escena los seguidores.
El sábado ofrecía a Jesús la oportunidad de encontrarse con toda la población israelita observante. La sinagoga era un centro religioso y cultural y representaba la institución judía a nivel local. Allí, cada sábado se congregaba el pueblo para participar en el servicio divino y escuchar la enseñanza de los letrados, que tenía carácter oficial.
La asistencia a la reunión del sábado se había hecho obligatoria; asistir a ella significaba obedecer a lo que se presentaba como voluntad divina. Es decir, los que están en la sinagoga son judíos integrados en la institución religiosa y observantes de la Ley.
Jesús entra en la reunión cuando ya está constituida; él, por tanto, no forma parte de ella (cf. v.23: <<en la sinagoga/reunión de ellos>>). No hay intervalo entre la entrada de Jesús y el comienzo de su enseñanza (<<inmediatamente se puso a enseñar>>). No entra para asistir al servicio religioso ni espera a ser invitado a hablar por el jefe de sinagoga, que ni siquiera se menciona. Mc hace resaltar la autoridad de Jesús.
De este modo, después de invitar a seguirlo a israelitas disconformes con la situación, Jesús va a tomar contacto con los integrados en el sistema religioso. Va a enseñarles, es decir, a comunicarles un conocimiento que amplíe su horizonte y les permita una verdadera opción; en otras palabras: va a despertar su espíritu crítico para que puedan aceptar la alternativa del Reino.
<<Enseñar>> significa en Mc exponer un mensaje tomando pie del AT; de ahí que el verbo <<enseñar>> se use en este evangelio sólo cuando Jesús se dirige a un auditorio exclusivamente judío. Para Mc, la enseñanza de Jesús cumple el texto de Is 54,13: <<Tus hijos (los de Sión) serán todos discípulos de Dios>>. Jesús, que ejerce funciones divinas en la tierra (cf. 1,10: <<el Hijo de Dios>>), tiene a los israelitas por discípulos. Esto explica que se presente ante el público de la sinagoga como el que no necesita delegación alguna de nadie para enseñar. Lo hace por propia autoridad y por propio derecho: es el maestro de Israel.
El texto no explicita la materia de la enseñanza, la da por supuesta. Como se deduce de la frase programática de 1,15, que resumía toda la predicación de Jesús en Galilea, la enseñanza versa sobre la cercanía del reinado de Dios y sobre las condiciones que exige, a saber: la necesidad de enmienda y la confianza en la buena noticia. Jesús pretende, por tanto, que cambien de actitud y de conducta y que descubran la posibilidad de una alternativa.
Esta actividad de Jesús se integra en su programa de liberación/salvación de la humanidad, que está dispuesto a realizar aun a costa de su propia vida (1,9) y para el que ha sido capacitado por el Espíritu (1,10s). El programa, que se formula en términos de éxodo (1,2.3.12), implica dos realizaciones complementarias: sacar de un estado de esclavitud y llevar a una tierra prometida, el reino de Dios.
Hasta ahora, los fieles de la sinagoga han vivido sometidos al influjo de los letrados, maestros oficiales aprobados por la institución judía. A este influjo y enseñanza corresponden la conciencia de obligación y la sumisión a la Ley que se manifiestan en la observancia del sábado y la asistencia a la sinagoga.
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