viernes, 15 de septiembre de 2023

Mc 1,22

 Estaban impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados.

Pero no es el contenido de la enseñanza, que Mc no explicita, sino el modo de enseñar de Jesús el que causa en el público de la sinagoga una impresión que perdura a todo lo largo de la exposición (<<estaban impresionados>>).

La impresión causada por Jesús se debe a la experiencia directa de su autoridad. Esta autoridad no era jurídica, pues no revestía carácter institucional; nacía de la plenitud de Espíritu que poseía (1,10), de su calidad de <<Hijo de Dios>> (1,11). No era, pues, humana o comunicada por hombres, sino divina. Los letrados en cambio, ostentaban una autoridad jurídica, conferida por la institución judía; sin embargo, por poseer la ciencia esotérica divina, eran considerados herederos y sucesores de los profetas, y a su tradición y a las obligaciones que imponían atribuían ellos autoridad divina. Su modo de enseñar se basaba en la cita e interpretación de textos de rabinos ilustres, que constituían una especie de jurisprudencia. No exponían una experiencia personal, se limitaban a repetir una y otra vez lo que los maestros consagrados habían propuesto.

La experiencia de la autoridad de Jesús proporciona a los oyentes un criterio de juicio para distinguir entre autoridad verdadera y falsa. Es la experiencia directa y personal de una realidad presente en Jesús, que precede a la exposición de su mensaje. Jesús no pretende imponer su enseñanza, pues de hecho no apela para avalarla a la autoridad divina, hace ver directamente esa autoridad en su modo de enseñar. No aduce credenciales, pero los oyentes intuyen su verdad y concluyen que los letrados no hablan en nombre de Dios.

De hecho, el contraste entre los dos modos de enseñar lleva a los oyentes a emitir un juicio: concluyen que Jesús posee autoridad divina y niegan tal autoridad a <<los letrados>> (plural de categoría), maestros oficiales de a institución judía. Es un juicio espontáneo, libre, no impuesto por Jesús. Al experimentar la autoridad de éste, han visto claro que Dios habla por su boca y no por la de los maestros tradicionales.

Como la autoridad de Jesús no pertenece al ámbito jurídico-institucional, la gente, al reconocerla, lo está equiparando a un profeta. Surge así la oposición entre el verdadero profeta, voz viva de Dios, y la institución carente de Espíritu.

Los oyentes salen así de su pasividad y su conformismo, tomando conciencia del engaño en que se encontraban; el magisterio oficial no tiene la autoridad que se arroga. Frente a él, dan su confianza a Jesús.

La consecuencia lógica de la evaluación hecha por los oyentes sería que aceptasen los contenidos que proponga Jesús en su enseñanza y rechazasen los que propone la institución judía. Todavía, sin embargo, no se menciona este paso. Los juicios de valor afectan a las personas y a su modo de enseñar, no a las doctrinas.

Los elementos descritos antes: obligación del sábado, autoridad institucional de los letrados, observancia de los fieles (asistencia a la sinagoga) y separación del pueblo judío de los demás (local de la sinagoga) representan aspectos de lo que puede llamarse <<el judaísmo institucional>>. Por el contrario, respecto a Jesús, el entrar y enseñar, su autoridad no institucional sino dada por la fuerza del Espíritu, y la impresión que produce corresponden al concepto de <<profetismo>>.

El judaísmo institucional producía en sus fieles <<creencia>> (aceptación de la autoridad) y <<sumisión>> (cumplimiento de las obligaciones impuestas). Después de la enseñanza de Jesús, la creencia se convierte en <<escepticismo>> (negación de la autoridad de los letrados), aunque todavía esos <<fieles>> no se liberan de la sumisión, es decir, no rompen el vínculo con la institución ni se hacen autónomos.

La enseñanza de Jesús despierta el espíritu crítico y pone las bases de la autonomía y la libertad: lleva hacia la madurez. Ha invalidado la autoridad del magisterio institucional, pero Mc no explicita aún la alternativa que hace posible la libertad y la autonomía. Salir de la sumisión será la liberación, primera etapa del éxodo de Jesús.

LA BIBLIA

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