viernes, 15 de septiembre de 2023

Mc 1,24

 <<Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios>>.

La primera frase admite diversas traducciones. Puede indicar simple rechazo de la acción de otro, considerada como un ataque o amenaza (<<¡Déjanos en paz!>>, <<¿Quién te mete a ti en lo nuestro?>>) o bien extrañeza ante un ataque o amenaza imprevistos (<<¿Qué tienes tú contra nosotros?>>). El contexto inmediato (<<Nazareno>>) precisa que se trata del segundo caso, como se verá a continuación.

Esta pregunta del poseído contiene un plural inesperado, <<nosotros>>. El hombre interpreta la actividad de Jesús como un peligro o amenaza, pero no solamente para él, sino para un grupo del que forma parte. Este grupo no puede ser el público de la sinagoga, que no ha visto en la enseñanza de Jesús una amenaza, sino una experiencia positiva, y que se ha puesto de parte de Jesús. Son, en cambio, los letrados quienes corren peligro de perder su influjo y autoridad sobre la gente. El <<nosotros>> incluye así al poseído y a los letrados mismos; este hombre, su adicto incondicional, se hace su representante y defensor.

Ahora bien, como el poseído no es un letrado, sino un fiel de la sinagoga, su identificación con ellos no puede realizarse más que en el plano ideológico: este hombre ha hecho suya la doctrina que los letrados proponen. El hombre grita porque está poseído; grita porque está identificado con la doctrina de los letrados/institución. <<Posesión>> y <<adhesión fanática>> a esa doctrina son dos modos de expresar la misma realidad.

El <<espíritu inmundo>> es, pues, una figura tomada de la cultura de la época, a la que Mc cambia el contenido. Para el evangelista, el espíritu que oprime y despersonaliza al hombre no es un agente externo personal, invisible y maligno, sino, en lenguaje moderno, un factor alienante que impide alhombre ser él mismo, privándolo del uso de su inteligencia y de su capacidad crítica y convirtiéndolo en juguete de una ideología de violencia.

En este caso, bajo la denominación <<espíritu inmundo>> se representa la absolutización de la institución judía y de sus valores; son los letrados quienes, con su enseñanza y prestigio, provocan la posesión, es decir, alienan al hombre y lo alejan de Dios. El poseído es un caso de alienación total, pues, al contrario del público de la sinagoga, que conserva su capacidad crítica (1,22), reacciona impulsado únicamente por el fanatismo de su ideología; es la ideología de los letrados: la de un Dios legalista y particularista que expresa su voluntad en la Ley y quiere la exaltación y hegemonía de Israel y la humillación y sometimiento de los pueblos paganos.

<<Nazareno>> es el oriundo de Nazaret (1,9), pueblo de la región montañosa de Galilea conocida por su nacionalismo a ultranza. La pregunta del poseído expresa extrañeza y se convierte en un reproche: por su origen. Jesús debería ser un adicto incondicional de la institución; el poseído lo acusa de incoherencia entre su origen y su modo de proceder, invitándolo a rectificar su postura. La actuación de Jesús debería responden a su calidad de Nazareno, a los valores del nacionalismo y de la institución judía.

La segunda pregunta, <<¿Has venido a destruirnos?>>, que usa también el plural, pretende interpretar la intención de Jesús: destruir a los letrados y a sus adeptos, es decir, a la institución judía y a sus fieles. El poseído tacha el propósito de Jesús de simplemente negativo, <<destruir>>, sin pensar que pueda proponer una alternativa. De hecho, si Jesús independiza a la gente de los letrados/institución, ésta pierde su base (cf. 3,27), y el fanático no puede admitir que exista una alternativa al margen de la institución oficial.

La pregunta reconoce que Jesús es <<más fuerte>> (cf. 1,8) que la institución judía y señala al mismo tiempo la total incompatibilidad entre ésta y la liberación que él efectúa.

En la afirmación final, <<Sé quién eres tú, etc.>>, el hombre habla en singular, es decir, en nombre propio, y se atribuye un saber que define el papel de Jesús: <<el Consagrado por Dios>>. Esta expresión equivale a la de Mesías y está en relación co Is 11,1ss; 61,2, donde se afirma que el Mesías está ungido por Dios con el Espíritu. El título que aplica a Jesús se basa en la experiencia de su autoridad.

La expresión <<el Consagrado por Dios>> constituye el único contenido doctrinal que aparece en la perícopa, pero corresponde a la ideología del poseído, dependiente de la enseñanza de los letrados, no a la enseñanza de Jesús. Por eso, en boca de este hombre expresa una falsa idea de la consagración que Dios hace. Esto, unido al reproche implícito en el apelativo <<Nazareno>>, muestra que el espíritu inmundo proclama a Jesús como el Mesías de la expectación popular, el que compendia la ideología del judaísmo: gloria de Israel como pueblo, restauración de la monarquía davídica, dominio de los pueblos paganos, respeto a las instituciones y a la Ley. El poseído descubre en la autoridad de Jesús la posibilidad de encarnar el mesianismo que el pueblo anhela. Por eso le aplica este título, es decir, se lo ofrece y lo invita a aceptarlo.

Con esta propuesta pretende en primer lugar evitar los efectos de la actividad de Jesús. Por un lado, el hombre está identificado con la institución y su doctrina; por otro, actúa ahora en nombre propio. Se constituye, por tanto, en mediador entre la institución y Jesús. Según él, la solución se encuentra en que Jesús realice el ideal de Mesías que los letrados proponían al pueblo, poniendo su indiscutible autoridad al servicio de la institución religiosa y de la causa nacionalista. De este modo, dejaría de ser una amenaza para ella; al contrario, sería su mejor aliado.

En otras palabras: pretende que Jesús adopte como programa la obtención de poder político en Israel. Por primera vez en el curso de la actividad de Jesús se materializa la tentación de Satanás (1,12s), representado aquí por el poseído. Con sus gritos está proponiendo la idea a todos los presentes, para arrastrarlos a un entusiasmo colectivo y suscitar un movimiento mesiánico popular.

El Dios que menciona el poseído no es el de Jesús. El de éste, el Padre, ha aceptado el compromiso de Jesús de recorrer su camino de entrega hasta el fin. El Dios de la institución y del poseído es aquel en cuyo nombre se propone a Jesús que abandone su camino y busque el poder personal; es el Dios que sacraliza el poder.

En el fondo está la oposición entre servicio y dominio: el primero salva, el segundo impide la salvación. El primero es divino, el segundo, satánico.

LA BIBLIA

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