El espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un alarido, salió de él.
Se realiza la orden de Jesús: cesan las palabras del poseído, sale el espíritu inmundo. Éste ejerce por última vez su violencia contra el hombre (<<retorciéndolo>>), mostrando la esclavitud a que lo sometía. El alarido muestra, en cambio, su impotencia ante la autoridad de Jesús.
Expulsar al espíritu significa eliminar el influjo de la institución judía sobre el hombre. El hecho se coloca así en el plano dialéctico: a la fidelidad exigida por la institución, que tiene al hombre sometido, opone Jesús la exigencia (imperativos) de una fidelidad superior. Es decir, le presenta el plan liberador y salvador de Dios sobre el hombre (el reinado de Dios), que invalida la sumisión que la institución exige. A una imposición que priva de la libertad, Jesús opone un imperativo que la restituye.
Interpretando el lenguaje figurado de Mc en este episodio, aparece que el poseído queda sin respuesta (silencio) ante la fuerza y la verdad de los argumentos de Jesús, y finalmente, aunque con mucha dificultad, cede de sus posiciones y acepta la nueva enseñanza, liberándose de su dependencia respecto a los maestros de la sinagoga.
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