Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.
Juan aparece como un hombre no integrado en su sociedad, despreciador de las convenciones. Así lo demuestra el lugar asocial donde se establece (el desierto), la ausencia de todo rasgo identificador que lo relacione con sus contemporáneos (lugar de origen, familia, profesión), su manera de vestir y su alimento.
El vestido de pelo había sido usado por los profetas (cf. Zac 13,4). La mención de la correa de cuero alude a 2/4 Re 1,8, donde aparece como rasgo distintivo de Elías. En cierto sentido, pues, Mc identifica a Juan con Elías, el precursor del día del Señor (Mal 3,23), precisando el sentido de la cita de Mal 3,1 (Mc 1,2: <<él preparará tu camino>>). La sobriedad de las alusiones de Mc se explica por la diferencia entre la misión que Malaquías atribuye al mensajero, preparar el terrible día del juicio del Señor (Mal 3,19-21.23s), y la de Juan, que no anuncia un juicio, sino el perdón y la llegada del dador del Espíritu.
El alimento de Juan no era insólito en su tiempo. Los saltamontes se vendían en el mercado y solían comerse salados y con pan. La miel silvestre podía proceder de abejas salvajes o ser un jugo de naturaleza vegetal, como de las palmeras datileras o de los higos. La dieta de Juan no era, por tanto, desacostumbrada para sus contemporáneos ni propia de un asceta; es la de un nómada que vive sobre el terreno. Indica su independencia y su separación de la sociedad.
La asimilación a Elías, precursor de la llegada de Dios, muestra que en Juan culmina el AT, pero, al mismo tiempo, que representa una etapa preparatoria.
En contraste con la de Elías, la figura de Juan no presenta rasgo alguno de violencia. Su proclamación va a anunciar vida, no muerte ni castigo.
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