sábado, 28 de octubre de 2023

Mc 2,17

 Lo oyó Jesús y les dijo: <<No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. No he venido a invitar justos, sino pecadores>>.

El reproche de los letrados llega a oídos de Jesús, y éste sale en defensa de su actuación. Responde a los letrados con dos antítesis paralelas, construidas de la misma manera negativa-afirmativa: <<no ... sino>>.

La primera antítesis toma pie de la actividad del médico, aludiendo a las curaciones efectuadas por Jesús (1,34). Sin embargo, no habla de <<sanos>> y <<enfermos>>, sino de <<los que son fuertes>> y <<los que se encuentran mal>>.

<<Los que son fuertes>> designan en seis pasajes de Isaías a los jefes y opresores del pueblo. <<Los que se encuentran mal>>, por alusión a Ez 34,4, son el pueblo abandonado por sus dirigentes, insensibles a su dolorosa situación (cf. Mc 1,32 Lect.). Son, pues, conceptos correlativos: opresores-oprimidos.

De esta manera, el proverbio tradicional del médico y los enfermos se convierte en este pasaje en una denuncia de la opresión. Son los oprimidos del pueblo, entre los que se encuentran los <<pecadores>>, excluidos por la sociedad religiosa y civil, los que sienten necesidad de un liberador; los instalados en el poder, los opresores, en cambio, con clara alusión a los letrados, prescinden gustosos de él, no les interesa. Lo que está en juego no es, por tanto, una mera cuestión religiosa, sino sobre todo una injusticia social con pretexto religioso; la religión apoya y justifica la opresión.

El <<médico>> designa a Jesús. Su acción con los <<pecadores>> se ha descrito en la figura del paralítico (2,1-13): liberar del pasado (2,5: <<los pecados>>) e infundir vida (2,10.12). Tal es el sentido de su actividad.

La segunda antítesis: <<No he venido a invitar justos, sino pecadores>>, alude al banquete del que Jesús es anfitrión. <<He venido>> describe la misión de Jesús y recuerda el anuncio del reinado de Dios (cf. 1,14: <<fue a Galilea>>). El verbo <<invitar/llamar>> ha sido usado antes, referido a Santiago y Juan (1,20). Significa, por tanto, invitar al seguimiento, a formar parte de la comunidad de Jesús, primicia del Reino.

Los letrados fariseos han pronunciado la palabra <<pecadores/descreídos>> distinguiéndolos de sí mismos, los no pecadores, <<los justos>>. Jesús acepta su terminología y afirma que él, el enviado de Dios, no tiene por misión invitar a los que se tienen por justos basándose en la observancia de la Ley. Excluye del Reino a sus interlocutores, que se creen tales. Se produce así una subversión teológica: los que piensan pertenecer por propio derecho al pueblo de Dios y excluyen de él a otros, quedan fuera del Reino, mientras los excluidos por ellos son admitidos en él. El reino de Dios y la institución y Ley judía son inconciliables.

De hecho, <<los justos>> piensan estar a bien con Dios porque observan la Ley están satisfechos de sí mismos, no creen necesitar cambio. Pero hay una ironía en la denominación <<justos>>. Como ha aparecido en el episodio del leproso (1,39-45), la ley es injusta porque prescribe la marginación, y no refleja lo que es Dios porque justifica la falta de amor (1,44 Lect.). El <<justo>>, que piensa ser tal porque se esfuerza en ser fiel a la Ley, se hace precisamente por eso cada vez más injusto y se aleja más de Dios.

En su pregón inicial (1,15), Jesús había exhortado a todos a la enmienda, indicando que todos tienen necesidad de ella y que a todos es posible cambiar de vida. Pero los maestros de la Ley, sus guardianes y defensores, creyendo conocer hasta el detalle la voluntad de Dios, no están dispuestos a rectificar. <<Los pecadores>>, por el contrario, reconocen su propia situación e injusticia y están dispuestos a cambiar de vida y seguir a Jesús.

LA BIBLIA

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