miércoles, 1 de noviembre de 2023

Mc 2,25-26

 Él les replicó: <<¿No habéis leído nunca lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiatar, sumo sacerdote, y comió de los panes de la ofrenda, que no está permitido comer más que a los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros?>>

Como es costumbre en Mc, el paso al presente (<<les replicó>>, lit. <<les dice/les replica>>) señala la validez para su época del dicho de Jesús: en tiempo de Mc siguen los reproches a los cristianos de origen judío porque no observan la Ley.

Jesús contrataca recordando a los fariseos un episodio de la vida de David (1 Sm 21,1-7). Su pregunta (<<¿No habéis leído...>>) es retórica; ciertamente han leído muchas veces el pasaje, pero no han sacado sus consecuencias.

Según 1 Sm 2,1-7, David se dirigió un día, solo, al sumo sacerdote Ajimélec para pedirle algo de comer para él y sus compañeros (<<Dame cinco panes, si los tienes a mano, o lo que tengas>>). Ajimélec, que en aquel momento no disponía de provisiones, le ofrece el pan dedicado a Dios, es decir, las doce roscas colocadas en el santuario, que se renovaban cada semana, y que, según Lv 24,9, estaban reservadas exclusivamente a los sacerdotes (Aarón y sus descendientes), quienes debían comerlas en lugar sagrado.

En la lectura que hace Jesús del texto de 1 Sm, insiste solamente sobre dos hechos: que, contra lo mandado, David como de los panes consagrados, sin señalar de quién los obtiene (según 1 Sm, de Ajimélec), y que los reparte a sus compañeros. Subraya el protagonismo de David.

<<La casa de Dios>> designa la tienda donde estaba depositada el arca (1 Sm 3,3; 2 Sm 12,20). Se data el hecho <<en tiempo de Abiatar, sumo sacerdote>>. Abiatar, mucho más conocido que su padre Ajimélec, fue más tarde uno de los sacerdotes de corte en tiempo de David (2 Sm 8,17), al que después traicionó, tomando partido por Adonías (1 Re 1,7.19.25.42; 2,22.26s.35). Su rango en aquella época es asimilado por Mc al de los miembros de la aristocracia sacerdotal del tiempo de Jesús, que serán quienes obtengan su condena a muerte (15,11).

Se establece un paralelo entre David y Jesús. David, el rey ideal y modelo según la concepción del judaísmo, no sólo interpreta la ley y hace una excepción, sino que la extiende a <<los que estaban con él>>. En la antigua alianza, el líder comunicó a sus partidarios la facultad que él se atribuyó de pasar por encima de la Ley; en el reino de Dios, Jesús comunica a los suyos la libertad de que él goza.

Pero en el caso de David el evangelista señala un motivo (<<sintió hambre>>) y una finalidad (<<comió>>). En el de los discípulos, en cambio, omite uno y otra. También la índole del precepto es completamente distinta en uno y otro caso. La respuesta de Jesús no los pone, por tanto, en estricto paralelo. El punto común está en que en ambos casos el líder comunica a sus seguidores su propia facultad.

El ejemplo de David muestra además la falta de fundamento del rigorismo fariseo, que no tiene en cuenta los datos de la Escritura. Los panes que la Ley consagraba a Dios los da David a sus hombres: la necesidad del hombre es primero que el honor de Dios. Si esta acción jamás había sido condenada ni por la Escritura ni por la tradición, antes bien, David sigue siendo para ellos la figura del rey modelo, quiere decirse que la Ley no es un absoluto y, en consecuencia, que la interpretación rigorista de los fariseos es falsa. La tradición oral que sostienen, y que consideran la interpretación auténtica y autorizada de la Ley, se opone a la Escritura misma que pretenden interpretar. La lectura que hacen de ella es, pues, unilateral e interesada; buscan solamente apoyar en ella sus tesis, silenciando lo que las contradice.

Al rebatir la interpretación farisea del sábado con el caso de David, que se refiere a otro precepto, generaliza Jesús la falsedad de la interpretación farisea respecto a cualquier precepto de la Ley. El pasaje de 1 Sm muestra a las claras que, en la antigua alianza, ningún precepto era un absoluto, sino que estaba en función del hombre y de su necesidad; toda la Ley, incluso su máximo precepto, el del sábado o descanso festivo, queda relativizada respecto a los que están sujetos a ella.

El comportamiento de los discípulos ha reflejado una libertad frente a la Ley que va más allá que la ejercitada por David. La conducta de David subordina la Ley a la necesidad del hombre, y, como líder, extiende a los suyos el mismo principio. Jesús ha mostrado su total libertad frente a la Ley y los discípulos participan en cierto grado de esa libertad.

Esta perícopa ha mostrado hasta dónde llega en este momento la libertad de los discípulos; en el v. 28 Jesús mostrará hasta dónde debería llegar. De hecho, las sentencias de la perícopa siguiente enunciarán lapidariamente la diferencia entre la relativa libertad del hombre en el régimen de Ley y la plena libertad del Hombre portador del Espíritu.

LA BIBLIA

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