<<Pero no, nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte; entonces podrá saquear su casa>>.
El <<Pero no>> inicial continúa y desarrolla la negación implícita en la pregunta inicial: <<¿Cómo puede [un] Satanás, etc.?>> El hecho de expulsar demonios muestra que Jesús no se comporta como agente de Satanás, sino como su enemigo. Ahora la expone la explicación lógica.
<<El fuerte>> designa indudablemente a Satanás, como lo muestra el paralelo entre <<expulsar demonios>> y <<saquear la casa del fuerte>>. Al mismo tiempo, la denominación <<el fuerte>> está relacionada con 2,17: <<los que son fuertes>>, que designaba a las clases dirigentes de Israel y, en aquel contexto, a los fariseos letrados (2,17 Lect.). <<La casa del fuerte>> es el ámbito donde éste ejerce su dominio y en el que se encuentran sus posesiones.
La actividad del que penetra en la casa del fuerte no consiste en destronarlo y tomar posesión de su casa, sino en saquear la casa, llevándose lo que contiene y dejándola vacía. Es lo que está haciendo Jesús con la institución judía, como ha aparecido en el episodio de la sinagoga de Cafarnaún (1,21b-28), pero sin crear una institución paralela (1,33 Lect.). <<La casa del fuerte>>, es, pues, una figura de la institución religiosa judía, gobernada desde Jerusalén por el círculo de poder del que forman parte estos letrados (v. 22: <<bajados de Jerusalén>>).
<<Atar al fuerte>> significa reducirlo a la impotencia, impidiéndole defender lo que tiene por suyo. <<El fuerte>> (Satanás) ejerce su influjo cuando el hombre hace suya una ideología de ambición, odio y violencia. Con su enseñanza y actividad, Jesús quita su base a esa ideología, y <<el fuerte>> queda inerme; tiene que ver que se llevan lo suyo sin poder retenerlo, porque los que tenía sujetos se desvinculan ellos mismos de su dominio.
Bajo estas imágenes se dibuja la estrategia de Jesús frente a la institución judía. Él no la combate directamente, sino que elimina su influjo y el de su doctrina sobre el pueblo; y no lo hace imponiendo su autoridad frente a la de la institución, sino mostrando que ésta y su doctrina son contrarias al designio de Dios; lleva así a los individuos a la convicción personal, con lo que el hombre queda libre y el sistema desarmado para actuar. Es capaz de hacer esto porque él mismo es inmune a la tentación del poder (1,14 Lect.).
Al explicar el significado de su actividad dirigiéndose a los letrados, Jesús denuncia que la institución de poder religioso representada por ellos es satánica, es decir, enemiga del hombre y de Dios; en consecuencia, afirma su pleno derecho a sacar al pueblo (<<sus bienes>>) de su dominio, eliminando el influjo que ejerce con su doctrina.
Los letrados acusan a Jesús de estar endemoniado porque invalida la institución judía. Jesús retuerce el argumento: la invalida porque es ella la que está endemoniada. La alarma y la resistencia de los letrados se ha mostrado en su actividad difamatoria contra Jesús; han llegado de Jerusalén precisamente para contrarrestar el creciente influjo de Jesús sobre el pueblo e impedir que la casa se les quede vacía.
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