Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a él le preguntaron con los Doce la razón de usar parábolas.
Extraña la primera frase: <<Cuando se quedó a solas>>, pues Jesús está acompañado de dos grupos. El mencionado en primer lugar, <<los en torno a él>> ha aparecido ya en 3,32.34; se trata de los numerosos seguidores de Jesús que no proceden del judaísmo. El segundo grupo, <<los Doce>>, representa el Israel mesiánico, el grupo de seguidores procedentes del judaísmo, convocado antes por Jesús (3,13-19). Como lo muestra lo que sigue (v. 11), los dos grupos están puestos a la par: ambos se contradistinguen de <<los de fuera>> y a ambos se ha comunicado el secreto del reino de Dios. La escena representa, pues, una reunión de Jesús con su entera comunidad, compuesta por los dos grupos de seguidores, sin la presencia de <<los de fuera>> (<<a solas>>).
De hecho, la escena está en paralelo con la de <<la casa/hogar>> de 2,15, donde la distinción entre el grupo de <<sus discípulos>> y el de <<los pecadores>> indicaba las dos clases de seguidores de Jesús: los que procedían de la institución judía y los excluidos de ella, primicias del resto de la humanidad.
En el versículo que comentamos, la preposición <<con>> (<<los que estaban en torno a él le preguntaron con los Doce>>) subordina la iniciativa del grupo <<en torno a él>> a los de los Doce. La pregunta y la incomprensión que denota se atribuyen, pues, primariamente a estos últimos. Aparece así otra semejanza con 2,15: así como en aquel pasaje eran los discípulos los primeros en formar grupo con Jesús en torno a la mesa, y a ellos se añadían los recaudadores y pecadores, aquí son los Doce los que llevan la iniciativa en preguntar a Jesús.
La pregunta refleja extrañeza ante el género literario que ha comenzado a usar con la multitud y que no había utilizado antes en su enseñanza (1,21b-22; 2,13; 4,1a). No comprenden la razón por la que Jesús enseña ahora en parábolas.
A esta única pregunta va a responder Jesús de dos maneras: en primer lugar, exponiendo la razón de su enseñanza en parábolas (4,11-12); en segundo lugar, explicando el sentido de su parábola anterior (vv. 13-20). Esto significa que, aunque la pregunta manifiesta en primer término que no comprenden el motivo de usar parábolas, delata por sí misma una segunda incomprensión (v. 13): al pedir razón del uso de parábolas, los interlocutores de Jesús ponen en evidencia no haber comprendido el sentido de la parábola anterior o, dicho a la inversa, si hubiesen comprendido la parábola anterior, habrían visto con claridad por qué habla Jesús en parábolas.
Surge aquí esta pregunta: ¿Por qué los Doce y los del grupo en torno a Jesús no entienden la razón de su enseñanza en parábolas? Ante todo, dado que éstas proponen un mensaje cifrado, la extrañeza significa que ellos no creen necesario descifrarlo. Creen que el mensaje que Jesús quiere transmitir está sin más al alcance de la multitud.
Ambos grupos piensan, por tanto, que el mensaje no exige preparación previa ni requiere disposición especial. O sea, ellos esperan que Jesús defina unos objetivos con los que todos van a estar de acuerdo o proponga una línea de acción en la que con toda seguridad la gente se prestará a colaborar.
De hecho, la multitud está descontenta de las instituciones religiosas, pero profesa los ideales del judaísmo (4,2 Lect.); lo que desea, por tanto, es que Jesús propugne la reforma de las instituciones y la restauración gloriosa de Israel, empresa que encontraría eco inmediato y por la que todos estarían dispuestos a luchar.
Con esta idea preconcebida, la parábola del sembrador (4,3-9), que muestra cuatro disposiciones posibles en cada hombre y que no todas valen, sino que solamente con una de ellas puede el mensaje ser aceptado y producir fruto, resulta incomprensible para los seguidores, y que Jesús hable en parábolas les parece innecesario.
No contaban, pues, con que Jesús hablase de lo interior del hombre, sino sólo de su actividad. Esperan de él liberación o salvación, pero se imaginan que ésta se realiza solamente en el plano social, sin necesidad de cambio personal. Jesús, por el contrario, ha iniciado su discurso exponiendo las condiciones para la transformación interior del hombre, lo que no cuadra con la expectativa de ellos.
Tampoco ven que, para comprender y aceptar el mensaje, se encuentren ellos mismos en situación diferente de la multitud. Para Jesús, en cambio, la diferencia es patente.
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