<<¡Escuchad! Una vez salió el sembrador a sembrar>>.
Jesús reclama la atención de la multitud (<<¡Escuchad!>>), subrayando la importancia de lo que va a decir. En singular (<<¡Escucha, Israel!>>), este imperativo era clásico para comenzar una llamada a Israel en nombre de Dios, sobre todo en boca de Moisés (Dt 5,1; 6,3.4; 9.1: 20,3; cf. Mc 12,29). Como en otro tiempo Moisés, pero superando la antigua Ley, Jesús va a proponer a la multitud el designio de Dios.
Pero la exhortación que hace Jesús presenta dos diferencias fundamentales respecto al <<¡Escucha, Israel!>> de Moisés: en primer lugar, omite la mención de Israel y, en segundo lugar, utiliza el plural (<<¡Escuchad!>>), que no interpela al pueblo como un todo, sino a cada uno de los presentes. De hecho, a partir del rechazo de Jesús por parte de la institución judía (3,6) y la consiguiente constitución de <<los Doce>> (3,13-19), el antiguo Israel ha dejado de existir como pueblo elegido. En consecuencia, el mensaje no se ofrece ya al pueblo como tal, sino a los individuos.
La parábola comienza narrando un hecho figurado: la siembra. Por el hecho y los resultados de la siembra se ve que la figura del sembrador representa a Jesús mismo. Con todo, esta figura no es central en la parábola; el acento recae sobre la calidad de los terrenos y el resultado que se sigue. La parábola expone la suerte que, según la disposición de cada individuo, puede correr el mensaje del Reino que va a proponer Jesús.
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