sábado, 27 de enero de 2024

Mc 19-20

 Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería darle muerte, pero no podía, porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.

El rencor y la hostilidad de Herodías contra Juan no cejan. Mientras esté vivo será un peligro para ella; por eso quiere quitarle la vida; pero hay un obstáculo a su propósito, el temor que siente Herodes por Juan. La conciencia de Herodes no está tranquila. Para él, Juan es un hombre <<justo>>, es decir, que observa la Ley (cf. 2,17), y <<santo>>, un hombre consagrado por Dios, un profeta. Saber que Juan goza del favor de Dios y que es enviado suyo infunde temor a Herodes. Conociendo la hostilidad de Herodías, protege a Juan de sus maquinaciones. Bajo el influjo de Herodías ha impedido la actividad de Juan, pero no consiente en darle muerte, se detiene ante el temor de lo divino. Herodías no siente ese temor, ya ha provocado la detención.

La estima que siente por Juan no sólo lleva a Herodes a protegerlo de las insidias de Herodías; se siente atraído por él, habla familiarmente con él y escucha sus recomendaciones, que no pueden ser otras que las expresadas en su denuncia anterior: tiene que dejar a Herodías. Herodes queda irresoluto. Por una parte, el influjo de Herodías lo incita a dejar la situación como está, por otra, los argumentos de Juan lo convencen de que su matrimonio es inadmisible. El discurso de Juan no lo irrita, antes bien le agrada, pero no se decide a pasar a la acción.

La actitud de Juan, enviado divino (cf. 1,2), no es la de un fanático; no está movido por el rencor ni el odio al que lo ha encarcelado. Tampoco desprecia a Herodes, que vive y gobierna al modo pagano, ni se niega a conversar con él. Al contrario, muestra su interés por la persona del tetrarca,  intentando hacerle comprender para que rectifique. No le exige que deje sus costumbres paganas y practique la religión judía, sólo que renuncie a su unión incestuosa, abominable tanto para judíos como para paganos. Ejerce así un influjo sobre él, opuesto al de Herodías.

Contrapone Mc la figura de Juan, al que a descrito con los rasgos de Elías (cf. 1,6) a la del antiguo Elías, el reformador por la violencia, que se opuso frontalmente al rey Acab y a su esposa idólatra Jezabel, hasta provocar su destrucción (1/3 Re 19-21).

La situación es tremendamente peligrosa para Herodías, el peligro es continuo; cualquier día puede Herodes dejarse convencer por Juan y verse ella privada de la posición social de que disfruta; si Herodes hace caso a Juan, la que pierde es ella. Herodes reconocía la calidad de Juan y la respetaba. Herodías no la respeta, es el prototipo de la impiedad.

A los discípulos, que, como Juan, habían predicado la enmienda, Mc pretende mostrarles que el verdadero profetismo no se encierra en los límites del pueblo judío, no se ejerce con la intolerancia y el desprecio, sino intentando rescatar a todos los que yerran. Por otra parte, el enviado de Dios no puede ir animado de un espíritu de odio ni de revancha; su severidad tiene que estar inspirada por el amor.

LA BIBLIA

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