Apenas bajó de la barca, fue a su encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo.
Aunque los discípulos acompañaban a Jesús en la travesía, han desaparecido de la escena; su apego a las categorías del judaísmo los incapacita para acompañar a Jesús en la misión. Es decir, la alternativa de Jesús expuesta en las parábolas del Reino (4,26-32) va a ser aplicada por Mc a la sociedad pagana sin las interferencias que podía causar la ideología del judaísmo profesada por los discípulos (4,41 Lect.).
Al principio del relato no se nombra a Jesús, su persona física queda en segundo plano; de este modo, el acento recae sobre su mensaje. Existe así una correspondencia con el episodio de la travesía (4,35-5,1), que anticipaba al tiempo de Jesús la misión entre los paganos, que de hecho comenzó tras su muerte-resurrección.
Al poner Jesús pie en el territorio de Gerasa, va inmediatamente a su encuentro un hombre poseído por un espíritu inmundo. La prisa por encontrarse con Jesús (<<apenas bajó de la barca>>) delata una expectativa: este hombre tenía noticias de Jesús y deseaba su llegada. Por eso no aguarda a que Jesús se le acerque, toma él mismo la iniciativa. Como atraído por la presencia de Jesús, va a su encuentro.
Según ha narrado Mc, la actividad de Jesús era conocida fuera de Israel, y multitudes paganas habían acudido a él como a un posible liberador (cf. 3,8: <<Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón>>). La figura de este hombre continúa la de aquellas multitudes; representa, pues, a oprimidos de la región de Gerasa que esperan su liberación y han puesto su esperanza en Jesús.
El poseído acude a Jesús desde el cementerio (lit. <<de las sepulturas>>); sale de ese lugar de muerte para acercarse a él; desea salir de su estado y ve en Jesús una posibilidad de vida.
Se descubre un paralelo entre lo sucedido en la sinagoga de Cafarnaún, primer contacto de Jesús con la institución judía (1,21b-28), y su primera visita a tierra pagana. El paralelo está indicado por la idéntica fórmula usada en ambos pasajes: <<un hombre poseído por un espíritu inmundo>> (123 y 5,2), significando que los espíritus que mueven al judío y al pagano son igualmente inaceptables para Dios. Pero existe una diferencia: en el ambiente judío, aquel poseído vivía dentro de su sociedad e integrado en la institución religiosa, asistiendo a las reuniones y pasando inadvertido hasta que, exasperado por la enseñanza de Jesús, él mismo se descubre; en territorio pagano, en cambio, el comportamiento del poseído hace patente su ruptura con la sociedad.
Igual que al poseído de la sinagoga, se le designa como <<un hombre>>, sin más determinación. Para el evangelista, la diferencia étnica o religiosa queda en un segundo plano; la actividad liberadora de Jesús se ejerce con todo hombre, por encima de razas o religiones.
Teniendo en cuenta el sentido de la posesión, expuesto en 1,23, este hombre es presa de un fanatismo violento y destructor, incompatible con Dios (<<inmundo>>), cuya naturaleza se precisará a lo largo del relato.
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