Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido. La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo: <<Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu tormento>>.
Jesús no hace caso de la impertinencia de sus discípulos, él sabe el sentido de su pregunta. Al <<estás viendo>> de los discípulos, excluyente de toda novedad, opone él un <<mirar a su alrededor>> para descubrir el sujeto de la nueva adhesión.
Él sabe lo que busca, pues conoce el anhelo de los oprimidos. Mc señala esta conciencia de Jesús indicando que no busca con su mirada a una persona indeterminada, sino a la que lo ha tocado (<<a la que había sido>>). La mirada de Jesús fuerza a la mujer a salir del anonimato que había mantenido con tanto empeño.
La reacción de la mujer/pueblo al verse descubierta es de temor (<<asustada y temblorosa>>), por ser consciente de lo que ha ocurrido y de no haber pedido la autorización de Jesús. Teme la reacción de éste.
El temor es la reacción típica en el judaísmo ante la manifestación divina; el Dios de Israel inspira temor. Estos marginados, parte de la multitud inicial (5,21), se han criado en las categorías religiosas judías. Temen un reproche de parte de Jesús, reflejando un sentido de culpa por la acción realizada, que implicaba la ruptura con la Ley.
Por la salud que experimenta, la mujer sabe que la pregunta de Jesús se dirige directamente a ella. No tiene más remedio que acercarse, pues ve que Jesús sabe lo que ha hecho. <<Postrarse ante él>> (cf. 3,11) significa reconocer su calidad divina (cf. 5,6; Sal 95/94,6); el gesto refleja al mismo tiempo su temor. Sigue esperando el reproche.
Delante de todos cuenta <<toda la verdad>>, que implica su estado anterior, su situación sin salida bajo el régimen de la Ley, su contacto/adhesión a Jesús prescindiendo de ella y el efecto de curación que ha experimentado. La palabra <<verdad>> no queda reducida para el hombre a la esfera del conocimiento intelectual, sino que implica una experiencia: la obtención de la libertad y de la vida.
Al gesto y al temor de la mujer no responde Jesús con un reproche, sino con una palabra de afecto (<<Hija>>), la misma que dirigió al paralítico (2,5); así disipa toda sospecha de indignación por su parte y crea una nueva relación. Antes le había comunicado vida/fuerza, ahora le expresa amor.
El apelativo <<hija>> alude sin duda al texto de Jr 8,22 LXX, donde se une a la idea de curación: <<¿No hay médico aquí? ¿Por qué no se ha verificado la curación de la hija de mi pueblo?>> La expresión <<la hija de mi pueblo>> designa al pueblo mismo o a la capital que lo representa (cf. Sof 3,14; Zac 9,9; <<hija de Sión>>). Esta alusión da a la frase de Jesús el sentido de una elección: los marginados por la institución judía son para Jesús <<pueblo de Dios>>. Su aspiración está colmada.
Por su impureza, la mujer pensaba estar excluida de la relación con Dios. El apelativo <<hija>> muestra, en cambio, que, aun habiendo violado la Ley, por la adhesión a Jesús es objeto del a mor entrañable de Dios.
La falta de la mujer ha sido legalmente grave, las prohibiciones de la Ley eran severas, pero Jesús no les da importancia alguna, como si la Ley no existiese.
El agente de la curación ha sido la fe, que ha aparecido como la adhesión a Jesús rompiendo con el pasado y la confianza de obtener la curación por el contacto con él. Antes, la curación se atribuía a la fuerza de Jesús; ahora, a la fe. La fuerza está disponible, pero solamente la fe/adhesión es capaz de abrirle un cauce. La salvación es obra de Dios con la colaboración del hombre.
En contexto semítico, <<la paz>> incluye la integridad, la salud, el bienestar. Se opone a la situación de <<los que se encuentran mal>> (2,17), representados por la mujer. Las palabras de Jesús <<márchate a la paz>> parecen significar una invitación a entrar en la nueva comunidad, designada como <<[la] paz>>. Así lo insinúa el paralelo con las figuras representativas del mundo pagano, el paralítico y el geraseno, a quienes Jesús dijo <<márchate a tu casa>> (2,11; 5,19), diferente en ambos casos de <<la casa de Israel>>. La mujer, marginada por la institución judía, tiene su lugar en la comunidad de Jesús.
El verbo <<salvar>> (<<tu fe te ha salvado>>) tiene un doble sentido: en el plano narrativo significa curación, comunicación de salud física; en el plano teológico del evangelista denota la salvación definitiva, efectuada por la comunicación del Espíritu, la vida divina. Con la última frase: <<sigue sana de tu tormento>>, Jesús le confirma a la mujer que su nueva situación es para siempre.
A los años pasados de enfermedad y de angustia se contrapone ahora un futuro de paz y salud. A la esterilidad anterior sucede una nueva posibilidad de ser fecunda. Es la expresión figurada de la alternativa que Jesús ofrece.
Resumiendo brevemente el significado de las figuras contenidas en la perícopa, puede decirse: Grupos de marginados por la institución religiosa judía que, a pesar de todos sus esfuerzos, siguen siendo tachados de <<impuros>> y separados de Dios por no practicar una observancia de corte fariseo, tienen noticia de Jesús, de su actividad y de su mensaje y se persuaden de que en él pueden encontrar remedio a su situación. Toman entonces la iniciativa: se emancipan de la Ley que lo retenía en la marginación, dan su adhesión a Jesús y hacen suyo su mensaje; aunque no hacen pública su ruptura ni su adhesión, sienten la liberación que ésta efectúa y la vida que comunica.
Jesús, sin embargo, aunque no haya tenido contacto con ellos, sabe de la existencia de estos grupos y quiere que salgan a la luz y que su decisión sea conocida de todos: el pueblo adulto y capaz de iniciativa (del que es figura la mujer) no debe mantenerla en secreto ni vivirla clandestinamente, sino exponer ante todos su vicisitud y, desafiando al sistema religioso que condena la actividad de Jesús, integrarse en la comunidad alternativa que él ha fundado fuera de la institución judía.
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