Aún estaba hablando cuando llegaron de casa del jefe de sinagoga para decirle: <<Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al maestro?>>
La introducción <<aún estaba hablando>> muestra la conexión de esta escena con la anterior, en la que Jesús se dirigía a la mujer curada (5,34). Mientras Jesús habla a la mujer de salvación y salud, llegan emisarios de casa del jefe de sinagoga anunciando la muerte de la hija a la que Jesús iba a curar.
Otra conexión con el episodio anterior la efectúa la palabra <<hija>>. A la mujer con flujos, figura del Israel marginado, Jesús la ha llamado así, señalando la nueva relación con Dios (<<la salvación>>) que ha establecido a través de él. En esta escena se habla, en cambio, de <<la hija del jefe de sinagoga>> (<<tu hija>>), mostrando que el Israel integrado en la institución no se relaciona con Dios, dador de vida, sino con el sistema religioso e institucional del que depende y que lo lleva a la muerte.
La llegada de los emisarios sucede cuando <<aún estaba hablando>> Jesús. Se yuxtaponen así el discurso de vida y el de muerte; el primero procede de Jesús, el segundo, del ámbito de la institución. En efecto, el lugar de procedencia de los emisarios no se designa como <<la casa de Jairo>>, persona particular, sino como <<la casa del jefe de sinagoga>>, haciendo resaltar el aspecto institucional. También el término <<hija>> queda determinado por la misma denominación: no se la llama <<hija>> (querida) del hombre Jairo (cf. 5,22; <<mi hijita>>), sino hija del funcionario, la que depende de su autoridad. Dentro de la institución, la relación dirigente-pueblo se concibe como posesión, dominio y dependencia.
Con la noticia <<ha muerto>> indican los que llegan a un final irreversible, la supresión de toda esperanza. Muestran con esto que la institución es incapaz de comunicar vida al pueblo y ni siquiera de mantenerla.
Los emisarios no se limitan a comunicar la noticia, sacan una consecuencia para ellos evidente: <<¿Para qué molestar ya al maestro?>> El apelativo <<el maestro>> muestra que en el ambiente del jefe de sinagoga se consideraba a Jesús como tal, a pesar de la existencia de los letrados, maestros oficiales. Como en la sinagoga de Cafarnaún (1,22), se ha reconocido la autoridad de Jesús; así lo ha manifestado Jairo al ir a encontrarlo y pedirle que salve a su hija.
Pero, al mismo tiempo, la pregunta delata que los emisarios no tienen fe en Jesús como dador de vida. Habían puesto cierta esperanza en él, pero, ante la muerte, estiman que ni siquiera de él se puede esperar solución. Para ellos, Jesús habría podido fortalecer una vida agonizante, la del pueblo dentro de las antiguas instituciones, pero no puede restituir la vida donde ya no existe, ni hace posible un nuevo comienzo sin conexión ni continuidad con el pasado.
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