Como su fama se había extendido, llegó a oídos del rey Herodes que se decía: <<Juan, el que bautizaba, ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas actúan por su medio>>.
La extensión de la fama de Jesús se debe a la actividad de los Doce, quienes, con su actuación, han dado a conocer su persona y han caracterizado erróneamente su mensaje, como van a reflejarlo las opiniones que se dan sobre él. Los Doce se han presentado como enviados y mensajeros de Jesús y, en consecuencia, la actividad que realizan: predicación de la enmienda (cf. 1,4.15), expulsión de demonios y curación de los postrados (cf. 1,34.39; 6,5), se han considerado encargadas por él.
La fama de Jesús ha suscitado en el pueblo la pregunta sobre su identidad. Corren tres opiniones, de las que algunas reflejan el mensaje propuesto por los Doce y que llegan a oídos de Herodes.
Se menciona por primera vez a Herodes [Antipas]. El texto hace resaltar primero el título (<<rey>>), que es impropio, pues Herodes era de hecho tetrarca de Galilea y Perea, pero que hace de él la figura del máximo poder político; sólo después menciona el nombre de la persona (Herodes). Únicamente aquí asocia Mc título y nombre; en adelante utilizará solamente el nombre y, a partir de 6,22 solamente el título, pero éste, mencionado aquí en primer lugar, conforma siempre la personalidad de Herodes. Por otra parte, el título <<rey>> pone a Herodes como antagonista de Dios, el rey de Israel por excelencia, y del Mesías, por cuyo medio Dios había de reinar definitivamente. Herodes, de origen extranjero, no podía ser reconocido por los judíos como rey en Israel.
Herodes escucha las opiniones sobre Jesús. Éste era conocido de los herodianos (3,6), judíos partidarios del régimen de Herodes, y de los círculos religiosos de Jerusalén (3,22): ahora, a través de la gente, su fama alcanza a la máxima autoridad política de Galilea.
Se exponen a continuación tres opiniones populares sobre la identidad de Jesús. La primera que expresa el texto identifica a Jesús con Juan Bautista, indicando que una parte del pueblo ve una continuidad entre la obra del Bautista y la de Jesús. Esta impresión se debe a que los Doce, enviados por Jesús, han proclamado, como hizo Juan, la enmienda (6,12).
Sin embargo, la predicación de los discípulos estaba asociada con la expulsión de demonios (6,13), actividad ajena a Juan, pero que había servido para tachar a Jesús de ser agente de Satanás (3,22). Por eso, para este sector de opinión, Jesús, a quien identifican con el Bautista, no reproduce simplemente la figura de aquél, sino que ejerce ahora una actividad nefasta. Como resucitado, ha pasado por la muerte, ha tenido contacto con el mundo de ultratumba y ahora es instrumento de <<las fuerzas>> (el término peyorativo usado por las obras de Jesús en su patria [cf. 6,2], que las asimilaba a la magia). Se ha levantado de entre los muertos investido de poderes oscuros y es utilizado por esas fuerzas malignas.
Los que expresan esta opinión sobre Jesús comparten la expresada antes por los letrados, que Jesús es un agente de Belcebú (3,22), y la de la mayoría de la gente que Jesús ha encontrado en su patria (6,2). Muestra también el impacto causado por la figura de Juan y el temor de algunos a que su carrera no hubiese terminado.
En esta opinión se unen, por tanto, dos ideas: Jesús es Juan, porque sus discípulos, como Juan, predican la enmienda, pero al mismo tiempo es agente de fuerzas del mal porque sus discípulos también expulsan demonios (cf. 3,22: agente de Belcebú). Juan, pues, resucitado en Jesús, continúa su obra, pero apoyado por fueras demoníacas. Los que así opinan son gente que no había visto en Juan un enviado de Dios; por eso han adoptado el juicio de los letrados de la institución. Jesús/Juan pone en cuestión la institución religiosa y ellos son partidarios de ésta.
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