Otros, en cambio, opinaban: <<Es Elías>>. Otros, por su parte, decían: <<Es un profeta como uno de los antiguos>>.
Las dos opiniones restantes muestran un concepto favorable de Jesús. Para unos, Jesús es Elías, es decir, el profeta que había de retornar (Eclo 48,10) antes del día del Señor <<grande y terrible>> (Mal 3,23), el que tenía que preceder al Mesías. Notan que el reinado de Dios está cerca, pero no llegan a identificar a Jesús con el Mesías, pues no responde a su idea de un Mesías que pretenda asumir el poder político y vencer a los enemigos de Israel. La misión de Elías había de ser la reconciliación entre hijos y padres, instaurar la paz en el pueblo y, lleno de celo por la Ley (Mal 3,22; 1 Mac 2,58), dar solución a todas las cuestiones controvertidas en la interpretación de la Escritura y el derecho. Este sector espera un cambio de época, pero no por obra de Jesús mismo, que no es más que un precursor.
También esta opinión puede encontrar apoyo en la actividad de los Doce, quienes, con su llamada a la enmienda, a la renovación del pueblo judío, han despertado la esperanza de la restauración de Israel. Los que así opinan ciertamente no conocen a Jesús, que ha violado la Ley (1,41), no comparte la teología oficial (2,5-6), se junta con gente de mala fama (2,15-17), no se atiene a la ascética tradicional (2,18-22) ni a la interpretación farisea de la Ley (2,23-3,7a), no respeta los lazos de sangre (3,31-35), no es violento ni nacionalista ni quiere escalar el poder. Ha sido Juan quien se ha presentado como precursor, anunciando al que llegaba <<detrás de él>>, pero no han captado su mensaje- La enmienda proclamada por Juan miraba al Mesías dador del Espíritu (1,8); éstos ven en la predicación de los Doce la promesa de un Mesías triunfador.
La tercera opinión sostiene que Jesús continúa la antigua tradición profética. Corresponde a la declaración hecha por Jesús en <<su tierra>> (6,4). Éstos reconocen que Jesús es un enviado de Dios y que su mensaje procede de él; a la manera de los profetas, denuncia la injusticia. En la predicación de los Doce, centrada en la enmienda, no ven el anuncio de un cambio de época, sino solamente una invitación al camino de conducta del pueblo, una ayuda a su fidelidad a Dios.
Las tres opiniones reflejan, pues, tres sectores dentro de la sociedad judía:
La primera corresponde a los adictos a la institución religiosa, que ha identificado a Jesús con un agente de Belcebú; su argumento para difamar a Jesús es la expulsión de demonios, es decir, la eliminación de los fanatismos y de la violencia que generaba el sistema judío.
La segunda opinión, consecuencia de la actividad de los Doce, es propis de los reformistas influidos por ella. Jesús es Elías, el profeta que había de volver para preparar la era mesiánica, <<poniéndolo todo en orden>> (9,12) por medio de la predicación de la enmienda y suscitando la esperanza de la restauración de Israel.
La tercera es la de los judíos fieles a la alianza, que ven en Jesús un profeta como los antiguos; su opinión se basa en la predicación de la enmienda hecha por los Doce, que exhortaba a renunciar a la injusticia.
Como se ve, las opiniones sobre Jesús lo asimilan a figuras del pasado, sin comprender la novedad de su mensaje ni la calidad de su persona. Ante la actividad de los Doce, cada grupo reacciona proyectando en Jesús sus propios temores o esperanzas. Los partidarios de la institución reaccionan con miedo, porque ya Juan había actuado frente a ella; por eso hacen de Jesús un agente de Satanás. Los descontentos, deseosos de un cambio radical, lo identifican con Elías, el precursor esperado. Los piadosos ven en él un profeta comparable a los antiguos.
En todo caso, la actividad de los Doce ha bloqueado la labor de Jesús, borrando toda traza de universalismo de su mensaje. Según ellos, la misión de Jesús se circunscribe a Israel.
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