domingo, 21 de enero de 2024

Mc 6,7

 Entonces convocó a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

En 3,13-15 Jesús había convocado a los discípulos para constituir el grupo de los Doce o Israel mesiánico. El objetivo de la constitución del grupo era doble: uno, de presente, que estuviesen con él, otro, de futuro, enviarlos a una misión, en principio universal, para proclamar el mensaje.

El primer objetivo no se ha cumplido. El sentido de <<estar con él>> no era la mera proximidad física a Jesús, sino la plena aceptación de su persona y su mensaje universalista (3,14 Lect.), expuesto tanto antes de la constitución del grupo, en su actividad en Cafarnaún (2,1-13 Lect.), como después de ella, en el discurso en parábolas (4,1-34). Sin embargo, los Doce, mencionados con ocasión de ese discurso (4,10), mostraron una profunda incomprensión respecto a las parábolas (4,10), hasta el punto de que Jesús tuvo que explicárselas en privado (4,34). Tampoco esa explicación surtió efecto, pues cuando debían afrontar la misión entre los paganos, seguían aferrados a la idea de la superioridad judía (4,35.5,1 Lect.); de ahí que Jesús apareciese solo, sin la compañía de los discípulos, en territorio pagano (5,4-20). Por último, aunque lo habían seguido a <<su tierra>> (6,1b), no se mencionan con Jesús cuando éste es rechazado en la sinagoga (6,3-4) ni cuando enseñaba por las aldeas de alrededor (6,6b).

De hecho, los Doce ( = los discípulos en cuanto constituyen el nuevo Israel) no entienden o no aceptan la universalidad del reinado de Dios; siguen aferrados a los principios e ideales del judaísmo, en primer lugar a la superioridad del pueblo judío y la restauración de la gloria de Israel. El nuevo Israel mesiánico, destinado a una misión universal poniéndose al servicio de la humanidad entera, no podrá realizarla si no cambia de actitud y no abandona esos ideales y prejuicios.

Ahora convoca Jesús al grupo antes formado, que ha sido testigo de su actividad y de su enseñanza. En 3,13, el verbo <<convocar>> expresaba la autoridad de Jesús y, por esa convocación, los discípulos se acercaron a él. En este pasaje, además de expresar la autoridad, insinúa que los Doce se encontraban distanciados de Jesús.

De hecho, Jesús es consciente de que los Doce no hacen suyo el mensaje del Reino, y, en esas condiciones, no puede enviarlos a la misión proyectada en 3,14s, pues toda labor de proclamación hecha por ellos falsearía ese mensaje.

De ahí las divergencias entre la perícopa de la constitución de los Doce y ésta del envío. Contrastan, en primer lugar, porque Jesús no les encarga <<proclamar>>, como sería esencial en la misión; no les da la <<autoridad para expulsar a los demonios>>, que debía acompañarla (3,14s); lo que les confiere para este envío es <<autoridad sobre los espíritus inmundos>>. El contraste entre las dos perícopas pone de manifiesto el fracaso de Jesús con los discípulos y su impotencia para llevar a cabo su programa, debido a la resistencia de ellos al mensaje universalista.

Jesús los envía <<de dos en dos>> (cf. 11,1; 14,13), como había llamado a las dos parejas de hermanos, significando precisamente la igualdad de todos ante el reinado de Dios (1,16 Lect. cf. Ez 47,13ss LXX). Este modo de enviarlos implica, pues, en primer lugar la afirmación de la igualdad y excluye la subordinación de uno a otro, además de ser testimonio de ayuda (Dt 19,15b; cf. Ecl 4,9) y solidaridad mutuas (1,16 Lect.). Por otra parte, era costumbre judía enviar a los mensajeros por parejas; el portavoz debía tener a su lado a un compañero, como confirmación de la autenticidad del mensaje; como en este envío no habrá mensaje verbal, será la identidad de conducta de los dos enviados la que quedará patente: darán testimonio común de que confían en la solidaridad humana. También se requerían la menos dos testigos para un juicio (Dt 19,15; cf. Nm 35,30; Dt 17,6): los que entren en contacto con los enviados van a juzgarse a sí mismos según la actitud que adopten con ellos; los enviados serán testigos de la opción que hagan (v. 11).

En la convocación de los Doce se hablaba de <<autoridad para expulsar los demonios>> (3,15); en este envío, de <<autoridad sobre los espíritus inmundos>>, que no implica su expulsión. Se concede, pues, a los Doce un dominio sobre ellos, pero no se dice que sean los que agitan a otras personas.

En efecto, bajo la figura del torbellino de viento en la tempestad (4,37 Lect.), el relato evangélico ha presentado a los discípulos como portadores de un mal espíritu, que consistía precisamente en el convencimiento de la superioridad judía que negaba la igualdad entre los pueblos e impedía con ello la misión entre los paganos. Para que tenga éxito el envío y se dejen transformar por la experiencia, han de reprimir en ellos mismos toda manifestación que proceda de ese mal espíritu. No habla el texto de expulsar los malos espíritus que existan en los demás: se deduce de esto que se trata de neutralizar los propios. Es decir, Jesús da a los discípulos la posibilidad de autocontrol (<<autoridad sobre los espíritus inmundos>>), para que no sean vencidos por la mentalidad del pasado y quede frustrada la finalidad del envío.

No hay que perder de vista que Jesús no les encarga predicar o proclamar, ni siquiera exhortar a los hombres al cambio de vida; le interesa más que los Doce aprendan de otras gentes que no que las instruyan; más el cambio en los suyos que en los otros. Tampoco va a decirles que curen enfermos o que expulsen demonios.

No les indica el tiempo que han de estar fuera ni adónde deben ir; no les señala objetivo, pero no menciona la sinagoga ni ningún rasgo cultural o religioso judío que pudiera ser restrictivo para el ámbito del viaje. Como colectivos humanos mencionará solamente <<el lugar>> y <<la casa/familia>>, que pueden encontrarse en cualquier país y en cualquier comunidad humana. El territorio adonde han de dirigirse no queda, por tanto, circunscrito al ámbito puramente judío, sino que es susceptible de extenderse a cualquier país y pueblo. Como la misión anunciada en 3,14-15, este envío, que pretende crear las condiciones para una posible misión, tiene un horizonte en principio universal, aunque no es necesario suponer que el evangelista piensa en un viaje a país extranjero, pues Galilea era un región de población mezclada, judía y pagana, donde el encargo de Jesús podía realizarse plenamente.

El único objetivo del envío es que se abran al trato con toda clase de gente. Como, respecto a los discípulos, tanto la enseñanza pública a las multitudes como la privada a ellos solos se han demostrado inútiles, Jesús intenta cambiar la mentalidad del Israel mesiánico (los Doce) a través de una fuerte y dura experiencia. Quiere que conozcan y aprendan a estimar a cualesquiera personas sin hacer diferencias, rompiendo con la discriminación y exclusivismo judíos.

De la doctrina oficial de Israel los Doce han aprendido a rechazar la igualdad con los no judíos y la idea de que los paganos, a menos que se conviertan al judaísmo, están condenados a la destrucción. Ahora, por el contacto humano, han de aprender la apertura de espíritu, la tolerancia, la pluralidad y la humanidad que podrán encontrar en otros lugares y culturas.

El uso del presente histórico (<<convoca>>) y la mención de un envío progresivo (<<empezó a enviarlos>>) puede significar que Marcos ve en ese envío como actual en su tiempo: estaría subrayando la necesidad de un contacto sin prejuicios con toda clase de gentes, que, para evitar encerrarse en sí mismo, el nuevo Israel debe seguir practicando.

LA BIBLIA

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