domingo, 21 de enero de 2024

Mc 6,8-9

 Les ordenó que no cogiesen nada para el camino, excepto sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni monedas en la faja; eso sí, calzados sandalias, pero no os pongáis dos túnicas.

En el proyecto de misión (3,14s), Jesús había sugerido a los Doce que el nuevo Israel había de ponerse al servicio de la humanidad entera. En vista de la resistencia que presentan, ahora quiere que conozcan a esa humanidad, deponiendo sus prejuicios, y que sean capaces de presentarse ante toda clase de gente sin pretensiones de superioridad. A la magnitud de la dificultad que ellos sienten, corresponde la situación-límite den la que va a ponerlos Jesús. De ahí el uso (única vez con los discípulos) del verbo <<ordenar>>, que no admite réplica, y la minuciosidad de las instrucciones.

Los envía sin provisiones de ningún tipo. El encargo de Jesús es contundente: para el camino no deben proveerse de nada. La subsistencia de los discípulos estará en función de la buena voluntad de la gente: han de tener, por tanto, un prejuicio favorable hacia la humanidad, darle un voto de confianza; es lo que puede llamarse fe en el ser humano. No van a ser autosuficientes, van a depender de los demás. Van a presentarse como iguales y solidarios (de dos en dos) y han de confiar en la solidaridad. Necesitan más de los otros que los otros de ellos; van a recibir antes que a dar. No podrían proclamar en el futuro un mensaje de igualdad y solidaridad sin antes haberlas practicado y experimentado.

El envío no requiere preparativos; basta ponerse en camino. No han de llevar <<pan>>, es decir, alimento; pero tampoco <<alforja>> para recibir limosnas, pues no se presentan como mendigos: no deben aceptar dádivas ni recibir provisiones para continuar el camino, sino mostrar absoluto desinterés. Deben hacer patente que no buscan su propia ventaja ni pretenden aprovecharse de nadie. No van a confiar sólo en algunos hombres, sino en todos.

Tampoco han de llevar dinero, ni siquiera monedas de bronce, la calderilla que llevarían los pobres. Al indicarles Jesús que vayan más desprovistos que los pobres mismos, muestra que no pretende en primer lugar que den un ejemplo de pobreza, sino que hagan visible la confianza en la gente. Ellos, que han sido educados en idas o principios de discriminación dentro de Israel y de superioridad respecto de los otros pueblos, tienen que transmitir el mensaje opuesto. Jesús no les encarga enseñar ninguna doctrina religiosa, solamente mostrar con su conducta un mensaje humano, el de la igualdad, fraternidad y solidaridad entre todos los hombres, por encima de las diferencias de cultura o religión, de ideologías, ritos y creencias.

Lo único que deben llevar es lo que sirve para caminar y lo que los define como itinerantes, no sedentarios: bastón y sandalias, usados para los viajes largos. No deben llevar puestas dos túnicas, como la gente rica. El vestido refleja la clase social a la que se pertenece y ellos han de estar al nivel de la gente modesta, no al de la clase pudiente.

Si el verbo <<enviar>> (gr. apostellô) implica que los enviados son representantes cualificados del que envía, se retrata en las instrucciones a los Doce cuál es la actitud de Jesús ante toda la humanidad, conforme al contenido del secreto del reinado de Dios: que Dios desea llevar a la plenitud de vida a todo ser humano sin distinción, que quiere ser Padre de la humanidad entera, que su amor suprime toda discriminación (4,11 Lect.).

Después de encargarles lo que tienen que hacer (v. 7) y cómo han de presentarse (vv. 8-9), Jesús va a mostrarles cuál ha de ser su reacción según la acogida que reciban (vv. 10-11).

LA BIBLIA

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