domingo, 11 de febrero de 2024

Mc 6,46

 Cuando se despidió de ellos se marchó al monte a orar.

Jesús se ha despedido de la multitud, sin que ésta haya demostrado entusiasmo extemporáneo alguno, pues el compartir y la abundancia no han significado una acción excepcional, sino que han marcado una línea de conducta.

<<El monte>> es símbolo de la esfera divina (elevación) en contacto con la historia humana (radicado en la tierra) (3,13 Lect.). La oración de Jesús está en paralelo con la que hizo en las afueras de Cafarnaún, cuando tanto la población de la ciudad como los discípulos pretendían hacer de él un líder popular (1,35).

Allí se retiró a un lugar desierto o despoblado, símbolo de la ruptura con los valores de la sociedad, donde lo encontraron Simón y los primeros seguidores (1,37). Ahora, que los discípulos están lejos, se marcha al monte, que, de manera figurada, indica la esfera humano-divina en que él vive y actúa. Se prepara así la manifestación de la realidad divina de Jesús en la perícopa siguiente.

Es la segunda vez que Jesús ora, y su oración es también en esta ocasión una petición a Dios por los discípulos, que no comprenden el mensaje y que, como en Cafarnaún, interpretan mal su ser y su misión. La oración es muy necesaria en este momento, en que los envía fuera de Israel. La vez pasada habían fracasado (4,35-5,1); quiere que no fracasen en ésta.

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El episodio de los panes es ideal. En él, Jesús ofrece a la multitud un mensaje/alimento que ésta no le ha pedido, imbuida como está, por obra de los discípulos, de los ideales del judaísmo. Contra estos, Mc presenta, de manera condensada, el proyecto mesiánico de Jesús, que busca impulsar y promover el crecimiento humano: en primer lugar, hacer a los hombres libres (<<recostarse>>), para que puedan elegir responsablemente su camino y madurar como personas; en segundo lugar, fomentar la igualdad (<<sentarse formando corros>>), excluyendo tanto el dominar (coartar la libertad de otros) como el ser dominado (carecer de libertad); finalmente, por medio de los miembros de su comunidad y de su servicio, darles la experiencia del amor de Dios dador de vida (reparto del pan) plena (hasta saciarse). Es la solidaridad sin reservas (reparto de todo el alimento que tiene el grupo), expresión del amor sin límite, que tiene como efecto la abundancia y es capaz de satisfacer las aspiraciones de Israel y de formar una sociedad justa y fraterna. Los que aceptan como norma de vida ese amor, que es el Espíritu, lo reciben. El Espíritu lleva al hombre a su desarrollo pleno (<<hombres adultos>>) y crea comunidades proféticas.

De hecho, el episodio no está redactado como un relato de milagro. La circunstancia negativa no es el hambre, sino la desorientación de la multitud (v. 34: <<como ovejas sin pastor>>); respecto al alimento, Jesús no pronuncia palabras que anuncien un hecho prodigioso, el evangelista se limita a decir que la gente comió y que sobró, sin afirmar que el alimento se hubiera multiplicado ni explicar cómo se produjo la abundancia. El reparto de los panes significa la manifestación de Jesús como Mesías, Pastor de Israel, y expone el sentido y la calidad de su proyecto mesiánico. Ese proyecto excluye la idea de un Mesías violento y dominador, y muestra que la solución a la injusticia no será obra exclusiva del Mesías, sino resultado de la colaboración de todos los que le dan su adhesión y son potenciados por él (mesianismo compartido).

El episodio subraya la diferencia entre el régimen de la Ley (cinco panes), basado en la jerarquía y que no fomenta la solidaridad, y el del Espíritu, propio del Reino. Los discípulos y la multitud están en el primero. Usando la simbología del éxodo, Jesús propone el segundo, el de la libertad, la igualdad y el amor hasta el fin expresado en la generosidad sin límite. Se trata, como en otros muchos pasajes, de una formulación extrema, que expresa la disposición a procurar el bien de los hombres sin reservas. Da un ejemplo de solidaridad sin límite, para estimular a la solución de los problemas humanos.

Como se ha dicho, las alusiones al desierto, al alimento y a la abundancia muestran que este relato toma pie del antiguo éxodo de Israel. Pero, al mismo tiempo; subraya las diferencias fundamentales respecto a él.

- En uno y otro caso, el alimento procede de la generosidad de Dios Creador, reconocida aquí al darle gracias por los panes y los peces. Pero en Mc no es Dios quien actúa, sino Jesús, aunque en unión con Dios, como lo muestra levantando la mirada al cielo. El Hombre-Dios toma el puesto de Dios en la historia humana.

- No se usan medios divinos, sino humanos: no hay un maná llovido del cielo (Sal 78,24: <<pan del cielo>>); procurado milagrosamente por Dios par alimentar al pueblo, sino pan terrestre, hecho por el hombre y distribuido por el hombre.

- No es ya un alimento ocasional, sino permanente; su existencia no está asegurada por la acción de Dios, sino por la de los hombres; no se da directamente de Dios a los hombres, sino de hombre a hombre.

El episodio enseña, pues, que para solucionar los problemas humanos no se requiere una extraordinaria intervención divina en la historia, sino que basta la acción del hombre coordinada con la de Dios.

Pueden añadirse otras dos diferencias:

- Para alcanzar la nueva tierra prometida, el reino de Dios incoado en la comunidad de Jesús, no hay que recorrer un largo y doloroso itinerario como en el caso del éxodo de Egipto; por la adhesión a Jesús, que incluye la opción por el amor universal, el individuo entra en esa nueva tierra, la comunidad del Espíritu.

- En el antiguo éxodo, la liberación del pueblo se obtuvo por la violencia (muerte de los primogénitos y destrucción del ejército del Faraón); en el nuevo, por la opción individual en favor del amor y la solidaridad.

Así se describe el éxodo o liberación definitiva de Israel propuesto por el Mesías: no afecta, como el de Moisés, al pueblo como tal, sino que su realización depende de la opción de los individuos. Supuesta la ruptura con los valores de la sociedad injusta (enmienda), hace posible la libertad, la igualdad y la solidaridad, que se ven coronadas por el don del Espíritu; se crean así comunidades humanas que pueden llamarse <<tierra prometida>> o inicio del reino de Dios. Su efecto no se agota con la suficiencia de bienes materiales, sino que permite la satisfacción de toda aspiración del hombre que esté en la línea de la plenitud humana.

El hecho de que Jesús dé gracias a Dios creador antes del reparto de los panes (<<pronunció una bendición>>) y no lo fundamente en ningún mandamiento nuevo o lo proponga como una originalidad de su mensaje significa que lo natural para el hombre es la solidaridad, continuación de la generosidad de Dios que lo ha creado y lo sostiene. Si el hombre fue hecho a imagen de Dios (Gn 1,27), su conducta, por encima de toda religión u orden social, debe ajustarse a la de su Creador.

Pero la conducta de los hombres condiciona la acción de Dios o de Jesús. Jesús da un ejemplo de solidaridad-amor al compartir el alimento que tienen los discípulos. Sólo cuando la gente acepta el amor y se compromete a la solidaridad, puede recibir el Espíritu.

LA BIBLIA

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