En cualquier parte que entraba, aldeas, pueblos o caseríos, colocaban en las plazas a los que estaban débiles y le rogaban que los dejase tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos lo iban tocando, se salvaban.
Jesús entra en todas partes donde hay un núcleo de población por pequeño que sea (aldeas, pueblos, caseríos). La multitud que acudió en la ocasión anterior <<como ovejas sin pastor>> (6,34) procedía únicamente de los <<pueblos>> (6,33), es decir, de los lugares donde había sinagoga. Jesús busca el encuentro con todos. No se dice que entre en casa alguna; su actividad se desarrolla en los lugares públicos (<<plazas/mercados>>). La mención de las aldeas enlaza con la anterior enseñanza de Jesús en <<las aldeas de alrededor>> (6,6).
En este versículo ya no se habla de <<los que se encontraban mal>>, sino de <<los débiles>> (única vez en Mc). Mc juega con el sentido original del término griego que significa lo mismo <<débiles>> que <<enfermos>>. En 2,17, <<los que son/están fuertes>> se oponen a <<los que se encuentran mal>>: lo opuesto a <<estar fuerte>> es <<estar débil>>; son los <<débiles>> los que se encuentran mal. Si <<los fuertes>> representan a los letrados fariseos, <<los débiles>> son los marginados por ellos. Hay también en esta expresión una alusión a la descripción del estado de las ovejas en Ez 34,4: <<la que está débil... la que se encuentra mal>>, ignoradas por los malos pastores. Mc insiste en la caracterización de los que son llevados a Jesús.
Los discípulos habían enseñado (6,30), pero en el episodio de los panes no mostraron solidaridad con la gente (6,35s); estos colaboradores ideales de Jesús, por el contrario, no pronuncian palabra, pero se muestran solidarios con todos los necesitados de ayuda y los acercan a Jesús. Jesús no enseña, porque esta parte del pueblo no lo necesita, no profesan una ideología que deba ser rectificada; pero se pone a disposición de todos, sin hacer diferencias.
<<Los débiles/enfermos>> (con artículo, indicando la totalidad) perciben a Jesús como fuente de salud/vida, y dispuesto a comunicarla. Todo el movimiento es en torno a los débiles/enfermos: Jesús es el pastor que cuida de las ovejas ignoradas por los dirigentes (cf. 6,34).
La gente que acude a Jesús no pone obstáculos a su libertad; no se abalanzan sobre él como la muchedumbre de 3,10; esta vez los mismos que los han llevado ruegan a Jesús, no que los toque él, sino que deje que los <<débiles>> lo toquen a él al menos con el mínimo contacto, el de la orla del manto, como describe Zacarías a los paganos; saben que el mínimo contacto con él les comunicará vida. Este contacto, que muestra su adhesión, es señal de una profunda fe en Jesús. Los rechazados por la institución judía ven en él la salvación.
La frase <<cuantos lo iban tocando>> no es restrictiva, es decir, no limita el número de los salvados. Todos los que tocan a Jesús obtienen la salvación. La escena recuerda especialmente la narración de la mujer con flujos (5,24b-34), con la que tiene varios términos en común (<<oír>>, <<tocar>>, <<vestido>>, <<salvarse>>), aunque allí, donde la escena se situaba en el ámbito de las instituciones de Israel (5,22: el jefe de sinagoga), y Jesús ejercía su actividad ordinaria, no se hablaba de tocar el borde de manto, sino el manto mismo. Para éstos, los de la <<periferia>>, el contacto con Jesús se describe como menos próximo y, como están lejanos de los dirigentes, no se ocultan como la mujer para dar la adhesión a Jesús, sino que acceden a él abiertamente.
Como en el episodio de la mujer con flujos, el uso del verbo <<salvarse>> para expresar el resultado de la acción de Jesús (5,34) no la limita a la curación física (therapeuô), sino que la extiende a la salvación definitiva, que, para Mc, incluye el don del Espíritu (5,34 Lect.); ésta supone la fe/adhesión a Jesús, expresada por el tocar el manto o la orla.
Este episodio es el último sumario de curaciones que inserta Mc, y, como puede apreciarse, en él se agrupan rasgos de muchos episodios anteriores. Las alusiones y paralelos muestran que los que son llevados a Jesús pertenecen a los israelitas marginados, a los despreciados por el sistema religioso. Así se explica su falta de espíritu nacionalista y su independencia del mensaje de los discípulos. En esta última actuación de Jesús con los marginados de Israel, el relato recoge su éxito en este grupo social.
La escena pone el contrapunto a la actitud de los discípulos, mostrando quiénes son los verdaderos colaboradores de Jesús.
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