Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. Extraordinariamente impresionados, decían: <<¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos>>.
A los que deseaban ver remediada la situación del sordo y que ven ahora cumplidos sus deseos Jesús les advierte que guarden silencio. Se refiere sin duda a aquellos innominados que se lo han llevado, interesados en que el nuevo Israel esté a la altura de su misión.
No es la primera vez que Jesús impone silencio respecto a una actuación suya. En el caso del leproso la orden de silencio se debió a que el individuo dudaba aún de que su marginación no fuera voluntad de Dios (1,44 Lect.); en el de la hija de Jairo (5,43; diesteilato), a que la chiquilla/pueblo no estaba todavía madura para afrontar las consecuencias de una adhesión pública a Jesús (5,43 Lect.). En el caso presente confirma los indicios que Mc ha ido poniendo anteriormente (presentes históricos, vv. 32bis.34) para indicar que el episodio expone un problema aún no resuelto, una necesidad de cambio que continúa en su época. De hecho, como aparecerá en episodios posteriores, los discípulos seguirán sin comprender.
Con la orden de silencio, pues, Jesús advierte con insistencia que el problema de la aceptación de su mensaje universalista sigue existiendo. Sin embargo, hay quienes con excesiva alegría están persuadidos de que ya ha sido solucionado.
La sensación que causa el resultado de la acción de Jesús es extraordinaria, aunque solamente en los circunstantes, no en el afectado. De hecho, sorprende que el antes sordo no muestre su agradecimiento, como había sucedido con otros personajes (cf. 1,45; 5,20.33). Nuevo indicio del sentido figurado del episodio, con el que el evangelista describe la situación negativa en que se encuentran los discípulos de su tiempo, apegados al judaísmo, y afirma que la solución está en Jesús.
La aclamación de los presentes: <<todo lo ha hecho bien>>, recuerda la acción de Dios en la creación (Gn 1,31; Eclo 39,16). A pesar del repetido aviso de Jesús (<<cuanto más se lo advertía>>), los que le han llevado al sordo proclaman con entusiasmo el cambio de actitud de los discípulos o Israel mesiánico. Obran con precipitación con el uso repetido del presente histórico (vv. 32 bis.34), ha mostrado Mc que desconfía de la apertura y avisa contra el optimismo. Sin embargo, la confianza en el poder de Jesús que manifiestan los circunstantes (<<hace oír a los sordos y hablar a los mudos>>), también en presente, abre una esperanza, expresada en Is 35,4-6, pasaje donde se encontraba la palabra <<tartamudo>> (v. 32), al que alude la acción de Jesús con el sordo-discípulos: <<Dios vendrá en persona y os salvará... los oídos del sordo se abrirán,... la lengua del mudo cantará>>. Jesús puede poner remedio a la situación, pero el relato insinúa al mismo tiempo la necesidad de la colaboración humana para que su acción sea eficaz.
Por otra parte, el uso del plural (<<a los sordos, a los mudos>>) en la exclamación admirativa final, cuando ha sido uno solo el beneficiario de la acción de Jesús, confirma que el sordo-tartamudo es un personaje representativo.
El relato refleja, sin duda, la experiencia de Mc: en diversas ocasiones se han suscitado fáciles entusiasmos sobre un cambio de postura de los judaizantes, que han sido pronto desmentidos por la práctica.
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