Y añadió: <<¡Qué bien echáis a un lado el mandamiento de Dios para implantar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: <<Sustenta a tu padre y a tu madre>> y <<el que deje en la miseria a su padre o a su madre tiene pena de muerte>>; vosotros, en cambio, decís: Si uno le declara a su padre o a su madre: Sea korbán, es decir, ofrenda, eso mío con lo que podría ayudarte>>, ya no lo dejáis hacer nada por el padre o la madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os habéis transmitido. Y de ésta hacéis muchas>>.
En tono irónico (<<¡Qué bien...>>) Jesús da un paso más en la crítica: no sólo se desentienden del mandamiento para aferrarse (actitud interior) a su tradición, sino que lo echan de lado para implantarla (imposición a otros). Lo primero se verifica en el terreno subjetivo y personal; lo segundo, en el terreno objetivo y social. Para implantar su tradición contraria a Dios, el mandamiento les estorba y lo descartan.
De este modo usurpan el lugar de Dios o se ponen por encima de él. Anteponen su deseo de poder a los intereses de Dios y a los del hombre. Pero, dado que no pueden presentarse como rivales de Dios, pretenden que esas tradiciones proceden de Dios mismo.
La tradición humana que ellos siguen les impide practicar el amor al prójimo que les exige la Ley escrita. Para ponerlo en evidencia cita Jesús el mandamiento del amor a los padres, los prójimos más cercanos, mandamiento de tal importancia que su violación implicaba la pena de muerte.
La ley mosaica deja claro que todo israelita está obligado a sustentar a sus padres (Éx 20,12; 21,17; Dt 5,16), evitando que caigan en el deshonor de la miseria; es decir, Dios pide una muestra de amor para el prójimo concreto, respondiendo a una necesidad.
La palabra <<korban>>, ofrenda a Dios (Lc 2,1ss; Nm 7,12, etc.), se usaba como fórmula votiva, para donar al templo algún bien que se poseía, sustrayéndolo al uso de los hombres. En el caso de los padres significaba considerar el honor de Dios, un honor que él no había pedido, es más, contrario a su mandamiento, más importante que el amor a los progenitores.
De este modo, el voto arbitrario era para los fariseos más importante que la obligación natural. El korban justificaba la injusticia, ofreciendo a Dios lo que por derecho correspondía a los padres. Pone a Dios en oposición a su misma Ley; crea la imagen de Dios egoísta, que busca sólo su honor, aun a costa del bien del hombre.
Los fariseos y los letrados no prohibían el voto del korban respecto a los padres: no lo declaraban inadmisible y nulo, ni lo consideraban pecado grave equivalente al desprecio de los padres. No sólo lo consentían sino que lo fomentaban. Son ellos los perpetuadores de la injusticia. Antes (v. 4) han aparecido como receptores de la tradición, ahora, como transmisores de ella.
Jesús expone solamente un caso sangrante, pero podría multiplicar los ejemplos (<<de éstas hacéis muchas>>). En conjunto, ellos ponen su tradición por encima de la palabra de Dios; lo que vale no es Dios ni la escritura, sino lo que ellos inventan y dicen. Han sepultado lo esencial de la antigua alianza.
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