martes, 13 de febrero de 2024

Mc 7,8

 <<Dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres>>.

Sin transición para Jesús del texto profético a una grave acusación personal: ellos abandonan la observancia del mandamiento de Dios, poniendo en su lugar normas humanas.

En contexto judío, el mandamiento de Dios puede sintetizarse, como se ha dicho antes, en el del amor al prójimo como a uno mismo (Lv 19,18) o, más en general, en el bien del hombre por encima de todo (cf. Mc 3,4).

Jesús, en primer lugar, devalúa el valor de la tradición; ellos la han llamado reverentemente <<la tradición de los mayores>>; Jesús la denomina <<la tradición de los hombres>>. Ellos le atribuyen autoridad divina, Jesús la califica de meramente humana, sin origen ni autoridad divina alguna. La tradición oral pretendidamente comunicada por Dios a Moisés no es más que un invento de hombres. Enlaza esta afirmación con el texto profético: <<pues las doctrinas que enseñan son preceptos humanos>> (v. 7). De ahí que pretender honrar a Dios con esas observancias es empresa vana.

La denominación <<la tradición de los hombres>> equipara de hecho a Israel al resto de la humanidad. Lo que hacen ellos, separar el honor a Dios de la fidelidad al hombre, es común a las otras religiones, aunque precisamente en eso debería estribar la diferencia entre los falsos dioses y el Dios de Israel.

Pero además, la tradición a la que ellos se aferran está en contradicción con el mandamiento de Dios; son de hecho incompatibles. Siendo fieles a la tradición buscan ellos acentuar la separación respecto a la parte del pueblo que no sigue ni practica sus enseñanzas, crean un círculo cerrado dentro del pueblo. Es el espíritu de secta, contrario al amor del prójimo que Dios les exige.

LA BIBLIA

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