sábado, 30 de marzo de 2024

Mc 10,17

 Cuando salía del camino, he aquí que un rico se le acercó corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: <<Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida definitiva?>>

Jesús no se encuentra con este hombre en la casa-comunidad, sino fuera, cuando va a reemprender su camino hacia Jerusalén. El individuo está caracterizado como <<rico>>; no se menciona su nombre ni se indica su origen, como suele hacer Mc con las figuras representativas, aunque de su pregunta se deducirá que se trata de un judío. En la escena no aparecen los discípulos.

El hombre se acerca <<corriendo>>, lo que muestra la urgencia del problema que quiere consultar a Jesús. Además, <<se arrodilla ante él>>, como lo había hecho el leproso (1,40), haciendo patente la angustia que siente; reconoce la superioridad de Jesús y ve en él su último recurso.

Este hombre rico busca solución para un problema crucial: cómo evitar que la muerte sea el fin de todo, qué hacer para conseguirlo. La <<vida definitiva>> por la que pregunta es la propia del mundo futuro (cf. 10,30), que garantiza la superación de la muerte. La pregunta refleja la angustia del hombre acomodado que tiene resuelta su subsistencia, pero a quien la riqueza no le da la última y decisiva seguridad.

El hombre llama a Jesús <<Maestro>>, no <<Rabbí>> (cf. 9,5; 14,45), mostrando que no lo asimila a los rabinos, meros comentadores de la Ley; reconoce la excelencia de Jesús como Maestro (<<insigne>>) y cree que puede resolver su problema. La enseñanza oficial no ha conseguido calmar su angustia y recurre a Jesús, aunque está excluido del sistema judío, esperando de él una solución nueva, diferente de las que propone su tradición.

Aparece aquí la confusión a que había llegado en el judaísmo la doctrina sobre la obtención de la vida futura, dado el cúmulo de observancias y mandamientos que, según los letrados fariseos, había que cumplir. La cuestión fundamental quedaba en la mayor oscuridad.

La pregunta: <<¿Qué tengo que hacer?>> se refiere a un modo de obrar, no a un cambio personal, y alude a las prescripciones de la Ley mosaica y, sin duda, a las muy numerosas de la doctrina farisea.

LA BIBLIA

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