sábado, 30 de marzo de 2024

Mc 10,23

 Jesús, mirándolos en torno, dijo a sus discípulos: <<¡Con qué dificultad van a entrar en el Reino de Dios los que tienen el dinero!>>

Los discípulos no preguntan a Jesús, él toma la iniciativa. Su mirada se detiene en cada uno afectuosamente (cf. 3,34), subrayando la importancia de lo que va a decir y preparándolos para su novedad.

Jesús resume lo sucedido con el rico, poniendo de relieve el obstáculo que constituye la riqueza para entrar en el Reino. El rico que había acudido a Jesús era un propietario de tierras (<<tenía muchas posesiones>>, gr. ktêmata); ahora Jesús habla de los ricos en general (<<los que tienen el dinero>>, gr. khrêmata, riquezas). Para un rico, la entrada en el Reino depende de la renuncia a los bienes. Aparece aquí la diferencia entre la <<vida definitiva>> a la que aspiraba el rico y que puede alcanzar si cumple los mandamientos referentes al prójimo y <<el reino de Dios>>, en el cual no entra, por haber rechazado la invitación que Jesús le ha hecho; <<el Reino>> no puede referirse en concreto más que a la comunidad de Jesús, y éste prevé que lo mismo va a pasar en lo sucesivo con los que poseen riquezas (<<van a entrar>>).

El tema del reino de Dios aparecía en la primera perícopa del tríptico, a propósito de los <<chiquillos>> (10,15), figura de los que se hacen <<últimos de todos y servidores de todos>> (cf. 9,35-37). El rico no estaba dispuesto a ser último, por eso no ha aceptado la invitación de Jesús. El apego a la riqueza ha sido el obstáculo.

Jesús enuncia un principio general (<<¡Con qué dificultad, etc.!>>). No excluye del todo la posibilidad de que un rico entre en el reino de Dios, pero ésta es muy exigua; la esclavitud de la riqueza es muy fuerte y para los ricos la opción es muy difícil, pues no quieren renunciar a la seguridad que da el dinero.

Jesús, por tanto, no viene a proponer el camino de la salvación final, ya conocido por la ética expresada en los mandamientos de Moisés y común a otras culturas; no viene a ser un maestro de moral, sino a establecer ya desde ahora el reinado de Dios sobre los hombres, que ha de desembocar, por supuesto, en la vida definitiva. Pero Jesús no pretende solamente que el hombre pueda superar la muerte, sino que exista una sociedad nueva que ayude a cada uno a alcanzar la plenitud humana. No entrar en el reino de Dios significa, pues, excluirse de la comunidad de Jesús, primicia de la nueva sociedad, y de la vida que Dios comunica con su Espíritu y que abre la puerta a la plenitud.

LA BIBLIA

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