Jesús declaró: <<Os lo aseguro: No hay ninguno que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, que no reciba cien veces más: ahora, en este tiempo, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras -entre persecuciones- y, en la edad futura, vida definitiva>>.
La respuesta de Jesús empieza con una fórmula enfática (<<Os lo aseguro>>) que afirma la certeza de lo que va a prometer, pero sin referirse en particular al grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo). De hecho, Jesús no responde al <<nosotros>> de Pedro con un <<vosotros>>, sino que enuncia un principio general válido para cualquier seguidor (<<No hay ninguno, etc.>>). No decide en qué situación se encuentran los discípulos; ellos verán si realmente han cumplido esas condiciones y si lo han seguido; si no experimentan la ayuda de Dios, ellos deben preguntarse por qué. Ya antes se imaginaban estar identificados con Jesús (cf. 9,38: <<no nos seguía>>), cuando en realidad no aceptaban su programa. Jesús no les reprocha su infidelidad, les expone el principio para que ellos mismos saquen las consecuencias.
La declaración de Jesús se enuncia en forma negativa (<<No hay ninguno que>>), de modo que no admite excepciones.
En la primera enumeración que hace Jesús, los miembros están unidos por la disyuntiva <<o>>, que indica diversas posibilidades o alternativas. No hay que dejar todo lo que la enumeración contiene para obtener el principio de cien veces más; pero hay que abandonar cualquier bien material o romper cualquier vinculación familiar que sea obstáculo para responder a la invitación de Jesús: cualquier apego que limite la libertad, impida o dificulte la adhesión a él y la dedicación a proclamar la buena noticia. Es lo opuesto a la negativa del rico.
Este abandono es voluntario, no forzado; no se debe a la persecución, de la que aún no se ha hablado, sino a una exigencia personal de fidelidad al llamamiento de Jesús y al deseo de asumir su proyecto de vida, que sería inviable en determinadas circunstancias personales.
La renuncia se hace <<por causa mía y por causa de la buena noticia>>. Su motivo es, pues, en primer lugar, la persona de Jesús, la adhesión a él, el modelo de Hombre; así se empieza el camino de la plenitud humana. En segundo lugar, la propagación del mensaje: la renuncia deja libre al seguidor para practicarlo y proclamarlo. No son dos motivos independientes: la adhesión a Jesús es inseparable del compromiso con su misión. Se consideran así los dos aspectos, ser y actuar, incluidos en el verbo <<seguir>>, que significa cercanía y camino: recorrer el mismo camino, es decir, tener una actividad como la de Jesús, es lo que hace posible estar cerca de él y ser como él. No se puede ser sin actuar: es el actuar lo que va determinando el ser.
No hay que restringir el segundo motivo de la renuncia (<<por causa de la buena noticia>>) a la dedicación a una actividad misionera itinerante. La difusión de la buena noticia no se hace sólo por la predicación, sino también por la forma de vida y la presencia en la sociedad.
La renuncia se ve sobradamente compensada por la promesa del céntuplo que hace Jesús. En la enumeración de lo que el hombre abandona, la <<casa>> (gr. oikia) no significa sólo el lugar de habitación, sino también el hogar, la familia, especificada a continuación por los hermanos y los padres: Jesús afirma que el que deja una familia encuentra cien. <<Hermanos suyos, hermanas y madres>> son para Jesús los seguidores que realizan el designio de Dios (3,34), y él acaba de llamar a los discípulos <<hijos>> (10,24). Aparecen así los vínculos de afecto que reinan entre Jesús y los suyos y dentro de la comunidad; será una comunidad de amor profundo y cordial, que constituirá una nueva familia. Nótese la presencia de personajes femeninos (hermana, madre) en paralelo con el masculino (hermano). No se menciona la esposa; según el ideal contenido en el proyecto de Dios (10,8-9), ese vínculo no puede romperse ni puede ser obstáculo para el seguimiento. El <<padre>> se abandona, pero no se recupera; siendo en la sociedad de aquella época una figura autoritaria, no podía estar presente en la comunidad de Jesús.
El que abandona bienes para dar la adhesión a Jesús y por la propagación de la buena noticia va a encontrar en esta vida cien veces más, también casas y campos: este dicho confirma que en la comunidad de Jesús los miembros de posición modesta han conservado lo que tenían, pero poniéndolo a disposición de los demás; eso no perjudica la igualdad dentro del grupo ni crea dependencia, pues los que ayudan no se ponen por encima de los que ahora no tienen; lo que hay está disponible para todos. Es la comunidad de los pobres que comparten unos con otros y así obtienen su independencia y se emancipan de la opresión. En lugar de vivir del trabajo de otros (el rico), según el sistema injusto, trabajan (campos) y comparten el fruto.
Lo primero que encuentra el que deja algo para poder ser libre y dar la adhesión a Jesús es, por tanto, amor, acogida, calor humano (familia); lo segundo, medios de subsistencia para poder vivir con dignidad. No es lo primero el dinero, sino el amor; donde hay amor, no hay penuria. Esta solidaridad que se encuentra en la nueva familia es lo que Jesús expresaba al decir que <<con Dios todo es posible>> (v. 27). Se pone la confianza en el amor que comparte, no en el dinero acumulado.
En el Reino o sociedad nueva habrá afecto y abundancia para todos, pero sin desigualdad ni dominio. Es la situación que Jesús describe para la vida presente (<<ahora, en este tiempo>>): una vida próspera por la solidaridad de todos. Éste es el reino de Dios en la tierra, constituido por los grupos humanos que viven con este amor; es el reino en el que hay que entrar, el lugar donde Dios ejerce su reinado, y que los ricos encuentran tanta dificultad en aceptar.
La promesa de prosperidad responde a la pregunta <<¿quién puede subsistir?>> (v. 26), cuyo trasfondo era la decepción e inseguridad de los discípulos porque la ausencia de gente adinerada en el grupo ponía en cuestión el sustento de todos. De este modo, ante el temor que ellos han expresado, Jesús asegura que el reinado de Dios excluye toda miseria, es más, que multiplica los bienes por cien; sólo que esto no se hace acaparando, sino compartiendo.
Sin embargo, la sociedad cuyos fundamentos se niegan, cuya injusticia se denuncia y cuya insatisfacción se pone de manifiesto ante la realidad del amor mutuo, desaprueba el estilo de vida de las comunidades de Jesús y lo manifestará de diversas maneras, pudiendo llegar a perseguirlas (<<entre persecuciones>>).
La abundancia es fruto de la renuncia al egoísmo expresada antes por Jesús en la primera condición del seguimiento (8,34: <<reniegue de sí mismo>>); la persecución corresponde a la hostilidad de la sociedad expresada en la segunda condición (8,34; <<cargue con su cruz>>). El discípulo debe dar esto por descontado.
Además, esos seguidores heredarán, por supuesto, la vida definitiva, superarán la muerte, pero después de una vida plena en este mundo.
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