domingo, 31 de marzo de 2024

Mc 10,32a

 Estaban en el camino, subiendo a Jerusalén. Jesús iba delante de ellos y estaban desconcertados; los que seguían sentían miedo.

Continúa el itinerario de Jesús, ahora en su recta final hacia Jerusalén, el centro político y religioso del judaísmo, que aparece por primera vez como meta del camino. <<Subir a Jerusalén>> era una fórmula estereotipada que se usaba, cualquiera que fuera el punto de partida geográfico, para indicar la ida a la ciudad santa y al templo. Mc, sin embargo, al designar una vez más a la ciudad con su forma helenizada y  no hebrea, la despoja de su carácter sacral: Jerusalén es la ciudad en donde a Jesús le espera la muerte.

Jesús va en cabeza (iba delante de ellos), a cierta distancia, marcando el camino. Va con resolución, dispuesto a enfrentarse a su destino y como animando a los suyos a ir tras él. Con Jesús suben sus discípulos (ellos), incluidos en el plural inicial (Estaban en el camino), que han sido los protagonistas del episodio anterior (10,23-31); van con él, señal de compañía, pero con relación a ellos no se habla de seguimiento. Junto a los discípulos, se menciona un segundo grupo: los que seguían.

Se reconocen de nuevo los dos grupos de seguidores de Jesús que han ido apareciendo a lo largo del evangelio: los que proceden del judaísmo (llamados los discípulos o los Doce) y los que no provienen de él (que no tienen una denominación fija). La disposición de ánimo de cada grupo no es la misma: los discípulos estaban desconcertados; "los que siguen" sentían miedo. El uso de dos verbos con matiz diferente (gr. thambeô y phobeô) confirma que se trata de dos grupos distintos.

La diferente reacción de los dos grupos se debe a las expectativas de cada uno de ellos. Los discípulos, que siguen pensando en el éxito que aguarda a Jesús como Mesías, manifiestan el mismo estado de ánimo (estaban desconcertados) que mostraron en el episodio anterior (10,24), cuando Jesús anunció la dificultad que iban a tener los ricos para entrar en el reino de Dios (10,23). El desconcierto, por tanto, proviene de la falta de recursos de todo tipo (que proporciona el dinero) con la que Jesús se dirige a Jerusalén. En su deseo de triunfo, no comprenden cómo, desprovistos de esos medios, puede Jesús hacerse con el poder en la capital.

"Los que siguen", en cambio, que no tienen aspiraciones de poder, son conscientes del peligro que entraña la subida a Jerusalén y sienten miedo, pues, aunque no han oído las anteriores predicciones de la pasión y muerte de Jesús (8,31; 9,31), dirigidas sólo a los Doce/los discípulos, la segunda condición del seguimiento, que Jesús ha propuesto a los dos grupos, (8,34: "cargue con su cruz", Lect.), y su invitación a que estén dispuestos a dar la vida por él y por la buena noticia (8,35), les hace comprender que la subida a la capital va a representar una amenaza para él y los suyos. No se trata, por tanto, de gente enardecida por la perspectiva de llegar a Jerusalén con Jesús como líder. No muestran entusiasmo alguno ante la subida, sólo temor. Pero, a pesar del miedo, no por eso abandonan a Jesús. Ellos, como lo indica la denominación los que seguían, son para Mc los verdaderos seguidores de Jesús.

Es notable cómo Mc subraya en este pasaje la distinción entre los dos grupos, insinuando abiertamente que los discípulos no seguían a Jesús, mientras que el otro grupo sí. La falta de seguimiento de los discípulos quedará patente en los episodios que siguen.

LA BIBLIA

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