sábado, 2 de marzo de 2024

Mc 8,11

 Salieron los fariseos y empezaron a discutir con él, exigiéndole, para tentarlo, una señal del cielo.

En Dalmanuta, la presencia de Jesús provoca inmediatamente la de sus adversarios. Se presentan (<<salieron>>) únicamente los fariseos (con artículo, indicando totalidad, no <<algunos fariseos>>): no hay pueblo ni espectadores. Los dos rasgos, totalidad y exclusividad, muestran el carácter emblemático de los fariseos en el episodio.

<<Salieron>>, sin que se especifique de dónde; es decir, lo que inmediatamente aflora a la superficie en Dalmanuta, territorio judío, es la ideología farisea. Muestra así Mc que esta facción, que domina al pueblo, es la representante del judaísmo en Galilea. Por otra parte, <<salir>> expresa prontitud, pero no implica acercamiento; con esta precisión indica Mc la actitud hostil de los fariseos; no muestran proximidad a Jesús; al contrario, inmediatamente se enfrentan y empiezan a discutir con él; su talante es agresivo desde el principio. Saben de la actividad de Jesús y la rechazan sin más. Representan el antagonismo total del judaísmo al programa universalista. Nunca han buscado el diálogo con Jesús; nada de lo que ha dicho o hecho ha calado en ellos o los ha llevado a la reflexión; son completamente refractarios a su mensaje.

Reconocen la extraordinaria personalidad de Jesús, pero están en profundo desacuerdo con él: no aprueban en absoluto su actividad liberadora con los excluidos de Israel y los paganos. Por eso le exigen que, olvidándose de ellos, se acredite como Mesías liberador de Israel con <<una señal del cielo>>, una que indudablemente proceda de Dios.

La señal que piden responde a las que se menciona en el libro del Éxodo, que eran signos acreditativos de Moisés para vencer la incredulidad del pueblo y que tenían como último objetivo sacar a Israel de Egipto. Es decir, los fariseos exigen a Jesús una señal de poder semejante a las que dio Moisés en el primer éxodo y con la misma finalidad: liberadora para Israel y destructora para sus enemigos. No conciben una liberación de Israel que no sea en detrimento de los paganos. Como Moisés liberó a los israelitas aplastando a los egipcios, piensan que también ahora hay que liberar al pueblo humillando y derrotando a los paganos, que, como en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, son sus dominadores. En relación con el anterior episodio de los panes piden a Jesús una rectificación: debe dejar de interesarse de los paganos para acudir en defensa de Israel y restaurar su gloria nacional.

Por eso hace notar el evangelista que los fariseos pedían la señal <<para tentarlo>>. Pretenden desviarlo de su proyecto universal, para hacer de él un Mesías nacionalista, que, según ellos, debía tener la aureola del poder dominador. La señal del cielo, que sería una afirmación de ese poder, le daría a Jesús la investidura. Esta <<tentación>> materializa la que Mc describió de manera figurada en <<el desierto>> (1,13: <<tentado por Satanás>>, Lect.).

Los fariseos que piden un signo a Jesús están en paralelo con el faraón opresor que lo pidió a Moisés (Éx 7,9); el faraón se negaba a dejar en libertad al pueblo israelita; los fariseos quieren impedir que los demás pueblos sean libres al par de Israel. Con esto, Mc deja traslucir que el nuevo pueblo de Dios es la humanidad entera.

Como tantos otros grupos históricos, los fariseos no conciben una liberación de los oprimidos que no sea a costa de los opresores. Se busca siempre la liberación de una parte de la humanidad, no la de todos. Para Jesús, en cambio, la liberación se hace de manera diferente: procurando el desarrollo humano y la maduración personal de los oprimidos, para impedir que puedan ser sometidos; y los de los opresores, para que acepten la nueva situación y renuncien al dominio. La liberación ha de ser universal, ha de hacerse dando vida a todos, no vida a unos y muerte a otros.

Para los fariseos, las acciones realizadas hasta ahora por Jesús no son válidas: aportar beneficios al hombre (libertad, autonomía, desarrollo) no es señal para ellos. Las señales del amor no les dicen nada, exigen una señal de poder. Aparecen así los dos programas contrapuestos: el de entrega/amor y el de dominio/poder. Se hace patente la oposición que existe entre los fariseos y Jesús; en el fondo es la oposición entre dos modos de concebir a Dios: para Jesús, las verdaderas señales de Dios son las de su amor a todos los hombres (cf. 4,11: el secreto del reinado de Dios); los fariseos, en cambio, piden una señal en favor de Israel y en contra de los paganos. Para ellos, Dios no es amor universal, sino poder dominador y discriminador.

A menos que Jesús quede acreditado como Mesías nacionalista ellos estarán en contra suya. Si no cumple la condición indispensable, serán sus enemigos a muerte. Quieren desviarlo de su línea y llevarlo a su terreno. Si acepta esto, ellos serán sus aliados.

Teniendo en cuenta que Jesús ha violado el precepto del sábado (2,23ss; 3,1-7a) y los de pureza ritual (1,45: leproso; 5,41: muerte; 7,1ss alimentos), es decir, que no respeta la Ley dada por Dios a Moisés, hasta ahora no se ha comportado, según los fariseos, como un enviado de Dios. Por eso le piden que cambie totalmente de orientación. Para ellos, Dios está anclado en la Ley y la tradición y no puede desviarse de ellas. De este modo, la postura farisea no sólo mata la libertad del hombre, sino también la de Dios, y les impide reconocerlo cuando se presenta su verdadero rostro.

LA BIBLIA

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