Pero él les conminó a que a nadie dijeran aquello acerca de él.
Jesús no acepta la declaración de Pedro, viciada de raíz por la ideología mesiánica del judaísmo y conmina al grupo a que no difunda semejante opinión.
El verbo <<conminar>> (gr. epitimaô) está siempre referido en boca de Jesús a los espíritus inmundos. En 1,25 lo usó para hacer callar al poseído de la sinagoga de Cafarnaún, que le daba el título de <<el Consagrado por Dios>>, equivalente de <<Mesías>>; en 3,12 conminaba a los espíritus inmundos que lo proclamaban <<el Hijo de Dios>>, también en sentido mesiánico; en 4,39 conminaba al viento, figura del mal espíritu que animaba a los discípulos durante la travesía que los conducía a tierra pagana.
Al emplear ese verbo, Mc indica, por tanto, que la respuesta de Pedro, que coincide con la idea mesiánica del judaísmo, está en la línea de los espíritus inmundos. En efecto, <<el Mesías>> dominador no haría a los hombres libres, sino esclavos; y, por ser un mesías nacionalista, habría de liberar a Israel y vencer y someter a los pueblos paganos que lo habían oprimido. Este mesías debería restaurar y renovar las instituciones de Israel, los odres viejos incapaces de contener el vino nuevo (2,22 Lect.). Esta idea se opone diametralmente al amor universal de Dios, que quiere dar vida a todos los hombres y pueblos, amor que Jesús ha manifestado en el doble reparto de los panes, haciendo ver que el éxodo liberador para los judíos (6,34ss, primer reparto) no se opone a que los paganos tengan también un éxodo paralelo (8,1ss: segundo reparto).
Jesús equipara, por tanto, esta idea del Mesías a un espíritu inmundo, frontalmente opuesto al Espíritu de Dios o Espíritu Santo. Éste es fuerza de amor y vida que potencia la libertad de todo hombre y lo impulsa al crecimiento humano. El espíritu inmundo, en cambio, es un fanatismo que distingue a los hombres en amigos y enemigos, en dignos de amor o de odio, para favorecer a los primeros y destruir a los segundos. Tal es la idea de mesías implícita en la declaración de Pedro. Los discípulos no se han desprendido de <<la levadura de los fariseos>> (8,15).
La situación es paralela y al mismo tiempo diferente de otras dos descritas antes: como acaba de verse, en una de ellas el espíritu inmundo reconoce a Jesús como <<el Consagrado por Dios>> (1,24); en otra, los espíritus inmundos lo proclaman <<el Hijo de Dios>> (3,11). En esos dos casos y en el presente se trata de declaraciones de sentido equivalente (el Consagrado por Dios-el Hijo de Dios-el Mesías) y también en los tres casos a la declaración sigue inmediatamente una orden de silencio por parte de Jesús, usando siembre el mismo verbo (<<conminar>>). De los dos casos anteriores, el paralelo más cercano es el de 3,11-12, que presenta la misma construcción gramatical:
3,11-12: <<"Tú eres el Hijo de Dios". Y [Jesús]les conminaba una y otra vez a que no le dieran publicidad>>.
8,29-30: <<"Tú eres el Mesías". Pero él les conminó a que a nadie dijeran aquello acerca de él>>.
Hay, sin embargo, una diferencia: en los dos primeros casos antes citados (1,24; 3,11) la declaración se hacía en contra de la voluntad de Jesús; en la última (8,29), en cambio, es él mismo quien invita a pronunciarse a los discípulos, de quienes Pedro se hace representante. Los discípulos han sobrepasado la opinión popular sobre Jesús y comprenden que él inaugura una nueva época, la mesiánica, la del reinado de Dios, pero la conciben de una manera absolutamente inaceptable para Jesús.
El paralelo entre <<[a nadie] dijeran>> de la prohibición y el <<dice/dijo>> de Pedro indica claramente que lo que no pueden divulgar es el título y la idea de Mesías que Pedro ha declarado. Es decir, Jesús prohíbe tajantemente a los discípulos difundir la idea de que él se identifica con este género de mesías o que le den siquiera ese título, pues muchos podrían entenderlo como los discípulos mismos, atribuyéndole el papel de mesías político y nacionalista propio de la doctrina tradicional.
En efecto, la propagación de la idea de Mesías que Pedro ha propuesto haría daño positivo, no sólo por la algarada mesiánica que podría suscitar, sino también porque confirmaría a la gente en que la salvación no dependía de ella en ningún aspecto; es decir, que los individuos no tendrían que comprometerse personalmente ni colaborar para conseguirla, sino que sería dada por el Mesías, sobre quien recaería todo el peso y la responsabilidad. Esta salvación, más que individual, miraría al pueblo como tal y estaría destinada exclusivamente a Israel, sin ninguna solidaridad con los otros pueblos. Privados de responsabilidad personal, se cerraría de nuevo el horizonte del desarrollo humano de los discípulos y la gente.
Sin embargo, aunque no la divulguen, ésta es la ideología mesiánica que profesan los discípulos y que intentarán imponer a Jesús a lo largo del resto del evangelio. Su resistencia a aceptar el mesianismo universalista será evidente en las perícopas que siguen.
* * *
Puede encontrarse un estrecho paralelo y una oposición de esta perícopa con la del ciego. En ambas se narran dos pasos, de los que el primero está en relación con <<los hombres>>:
8,23-24: <<¿Ves algo?>>... <<Veo a los hombres, porque distingo como árboles, aunque andan>>.
8,27-28: <<¿Quién dicen los hombres que soy yo?>>... <<Juan Bautista; otros, Elías; otros, en cambio, uno de los profetas>>.
En 8,23-24 aparece que los discípulos se dan cuenta de la pobreza humana y la estrechez de horizonte de <<los hombres>>, es decir, de la masa del pueblo sometida a la tutela de los dirigentes y que acepta la ideología oficial sobre el Mesías.
En 8,27-28 se explica cuál es esa limitación: <<los hombres>> apenas han progresado respecto a la vez anterior, antes de que Jesús expusiera su programa mesiánico en los repartos de los panes (6,14-15). Consideran a Jesús como una figura positiva (en contra de la opinión de los dirigentes), pero según las categorías del pasado.
El segundo paso pone en paralelo la segunda acción de Jesús con el ciego con la segunda pregunta que hace a los discípulos:
8,25: <<Luego le aplicó de nuevo las manos en los ojos. Entonces fijó la mirada y quedó restablecido, distinguiéndolo todo con claridad>>.
8,29: <<¿Y vosotros quién decís que soy yo?>>... <<Tú eres el Mesías>>.
En 8,25 se muestra cómo Jesús da al ciego la plena capacidad de ver. En 8,29 se expone la nueva visión de los discípulos: finalmente han comprendido que Jesús es el Mesías. Sin embargo, el vicio que afecta a esta declaración manifiesta que la plena devolución de la vista al ciego era el propósito de Jesús y el deseo de los innominados portadores, pero que no se ha traducido en realidad. Los discípulos no han sabido aprovechar la posibilidad que Jesús les ha ofrecido. Pedro está aún con <<los hombres>>, sólo que traslada a Jesús el ideal mesiánico de ellos.
La acción de Jesús con el ciego/discípulos no ha conseguido hacerles comprender la calidad de su mesianismo opuesto al de la expectación popular; en este sentido, ha fracasado. De hecho, el anhelo de la gloria nacional hace que los discípulos sigan proyectando en Jesús los ideales judíos que han profesado desde siempre.
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