viernes, 8 de marzo de 2024

Mc 8,31a

 Entonces empezó a enseñarles...

La palabra inicial, <<entonces>> enlaza esta perícopa con la anterior y presenta lo que sigue como una reacción de Jesús a la declaración mesiánica de Pedro, cuya divulgación ha prohibido a los discípulos (8,29-30). Es la primera vez que la enseñanza de Jesús se dirige a ellos; hasta ahora había enseñado a multitudes judías (1,21b22; 2,13; 4,1.2; 6,34). El propósito de Jesús era que sus discípulos asimilasen el mensaje universalista y comprendiesen la calidad de su mesianismo siendo testigos de su actividad y escuchando la enseñanza que él impartía a las multitudes. Pero ante el fracaso de esa manera de proceder, patente en la declaración de Pedro, Jesús empieza a enseñarles directamente a ellos.

Recuérdese que, en este evangelio, <<enseñar>> significa, cuando lo hace Jesús, exponer el mensaje tomando pie del Antiguo Testamento (cf. 6,34 Lect.); por eso Jesús enseña únicamente a auditorios judíos. Por otra parte, <<enseñar>> no consiste sólo en dar información, sino en comunicar un saber que el discípulo debe aplicar a su vida y conducta. El hecho de <<empezare>> indica que la enseñanza de Jesús a los discípulos será continuada en lo sucesivo (cf. 9,31).

La enseñanza de Jesús está enmarcada por las frases <<empezó a enseñarles>> (v. 31a) y <<exponía el mensaje>> (v. 32a), las mismas que abrían y cerraban la enseñanza en parábolas a la multitud a la orilla del mar de Galilea (4,1.2.33).

Esta alusión a la enseñanza a la multitud junto al lago indica que el contenido de este dicho de Jesús está en relación con <<el secreto del reinado de Dios>>, tema del discurso en parábolas (4,11), secreto que consiste en que este reinado, expresión del amor de Dios al género humano, quiere ejercerse comunicando plenitud de vida a todos los hombre sin distinción.

El significado de este reinado se concretaba en las dos parábolas finales del discurso: la primera (4,26-29), concerniente al plano individual, enseñaba que lo que constituye al seguidor de Jesús es la disposición a la entrega personal (4,30-32); la segunda (4,30-32) concerniente al plano social, que la nueva comunidad, de horizonte universal, no tendrá rasgos de esplendor y grandeza que se presten al dominio. Estas dos características están en los antípodas de las aspiraciones individuales y nacionales de los discípulos; ellos esperan que Jesús, como Mesías, restaure la gloria de Israel, su nación, por encima del resto de los pueblos, y aspiran a ocupar ellos mismos puestos de importancia en el reino mesiánico.

La alusión al discurso de las parábolas insinúa al mismo tiempo que la situación de incomprensión de los discípulos después de la declaración mesiánica es comparable a la de la multitud en aquella ocasión. Es decir, el hecho de que Jesús tenga que dirigir a los discípulos esta enseñanza, que retoma la de entonces, hace ver que éstos se encuentran todavía al nivel de <<los de fuera>> (4,11; cf. 7,18; 8,17-18). La explicación que les dio después de aquel discurso (4,34) no ha surtido hasta ahora ningún efecto.

LA BIBLIA

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