Pero él, volviéndose de cara a sus discípulos, conminó a Pedro diciéndole: <<¡Ponte detrás de mí, Satanás!, porque tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres>>.
En contra del intento de Pedro de aislarlo, Jesús se vuelve y, de cara al grupo de discípulos, que comparten los ideales de Pedro, se encara con éste. De nuevo aparece el verbo <<conminar>>, cuyo sentido queda ahora claramente especificado por el apelativo <<Satanás>>. Al contrario de lo que Pedro pensaba, es la profesión de la ideología nacionalista y el deseo de triunfo lo que equivale a estar movido por un espíritu inmundo.
Al introducir las palabras de Jesús, se usa el presente histórico (lit. <<conminó a Pedro y le dice>>). Como en otras ocasiones, Mc insinúa de este modo que la oposición de Pedro y del grupo de discípulos al mesianismo universalista de Jesús continúa cuando se escribe el evangelio.
La declaración de Jesús manifiesta de manera radical la irreconciliabilidad de las dos concepciones. En primer lugar, deshace la táctica de Pedro, que había intentado forzarlo (<<conminar>>) a adoptar su ideal mesiánico. Aludiendo al <<veníos detrás de mí>> de su llamada inicial (1,16.17), Jesús pone en su sitio a Pedro recoredándole su condición de discípulo (<<ponte detrás de mí>>): no es él quien debe seguir a Pedro, sino Pedro a él. En segundo lugar, lo llama <<Satanás>>, el peor apelativo que podía dirigirle, que alude a la tentación en el desierto (1,13), tentación que se ha materializado en la petición de la señal a Jesús por parte de los fariseos (8,11). Pedro ha propuesto a Jesús el mismo programa mesiánico con que lo tentaban éstos en Dalmanuta. No ha abandonado la ideología del judaísmo: lleva consigo <<la levadura de los fariseos>> (cf. 8,15).
La última frase de Jesús: <<Tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres>> expresa contundentemente la oposición entre las dos concepciones, situándolas en dos esferas diferentes. Los que actúan contra el designio de Dios son <<los hombres>>, aquellos que se oponen con sus tradiciones al mandamiento divino (7,8), los que, como <<árboles>> que no ven ni oyen (8,24), no comprenden la identidad de Jesús (8,28), porque, encerrados en su nacionalismo exclusivista, rechazan el amor universal de Dios.
Pero no se trata de una oposición, simplista entre las esferas de lo divino y lo humano, está en juego el proyecto de hombre: al profesar los ideales de <<los hombres>>, Pedro contradice <<la idea de Dios>>, el designio divino de plenitud humana según el modelo del Hijo del hombre. Sigue alimentando un ideal que tiene únicamente en cuenta la gloria de la nación y el éxito en la esfera terrena, prescindiendo del desarrollo humano de los individuos.
La falta de reacción de Pedro y el resto de los discípulos, que no reconocen su error ni expresan su arrepentimiento por su oposición a la predicción de Jesús, prepara los episodios siguientes.
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