Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a conminarle.
A pesar de la enseñanza anterior, la acción de Pedro pone de manifiesto un propósito diametralmente opuesto al de Jesús. Pedro lo toma aparte, separándolo del grupo, con intención de influir sobre él; pretende evitar que se cumpla un destino que incluye la perspectiva de la muerte, lo que sería la ruina de todas sus expectativas mesiánicas; quiere persuadir a Jesús de que intente vencer a sus enemigos, desviándolo de su compromiso inicial. No ve en la muerte anunciada la entrega voluntaria de Jesús, sino su fracaso. Concentrado en su ideal terreno, más interesado por la nación que por el individuo, no presta atención al desenlace anunciado, que es la vida (<<resucitar>>).
No sólo eso: atrincherado en sus ideales nacionalistas, que considera expresión del designio divino sobre Israel, Pedro habla a Jesús como superior a inferior; le <<conmina>>, igual que Jesús había conminado al grupo a guardar silencio. Como aparecía en la perícopa anterior (8,30), el verbo <<conminar>> es el usado por Mc para introducir las invectivas de Jesús a los espíritus inmundos (1,25; 3,12) y al viento, figura del mal espíritu que animaba a los discípulos (4,39 Lect.). Pedro considera, pues, que, al aceptar ese destino, Jesús toma posición contra Dios y su designio. Es él, no Jesús, quien entiende cuál es el designio divino.
Existe un paralelo entre la enseñanza de Jesús: <<empezó a enseñarles>> (v. 31), y la oposición de Pedro: <<empezó a conminarle>>. Mc muestra por adelantado que la resistencia de Pedro y, con él, del grupo de discípulos va a continuar a pesar del esfuerzo de Jesús por hacerles comprender y aceptar el mensaje.
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