Y añadió: <<Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto que el reinado de Dios ha llegado con fuerza>>.
Mc separa de los anteriores este dicho de Jesús; muestra así que la llegada del Hijo del hombre mencionada en la advertencia anterior no se identifica con la del reinado de Dios que va a anunciar ahora,, pues ésta está datada (dentro de la misma generación); la anterior, no.
La solemne introducción: <<Os aseguro>>, da a la predicción un carácter de certeza y alimenta la esperanza. Responde a la duda que podía quedar en los seguidores acerca de la eficacia de la misión mesiánica de Jesús. Afirma que <<algunos de los aquí presentes>>, tanto de los discípulos, como de la multitud, antes de morir van a ver que el reinado de Dios ha experimentado un impulso extraordinario.
<<La fuerza>> significa en Mc <<la potencia de vida>> (cf. 5,30) que es Dios mismo y su comunicación, el Espíritu. Jesús habla, por tanto de una irrupción en el mundo del influjo vivificante y liberador del reinado de Dios; es decir, del nuevo impulso que recibe la proclamación y aceptación del mensaje a partir de la ruina de Jerusalén y del templo. Será una notable infusión de vida a la humanidad, cuyo efecto, perceptible para todos, supondrá un cambio en las relaciones humanas, que empezarán a basarse en el amor universal y en la solidaridad de los hombres por encima de las diferencias de raza, religión y cultura.
No dice el texto que algunos de los que están con Jesús vayan a ver la llegada del reinado de Dios, sino que percibirán que éste ha llegado ya con fuerza, antes de que tuvieran conciencia de ello. Esto se explica porque el reinado de Dios se realiza a nivel individual, por la infusión de su Espíritu, que no es perceptible para los demás; lo que puede apreciarse son sus efectos en las relaciones humanas.
Ahora bien, la extensión vigorosa del reinado de Dios está ligada a la desaparición de las instituciones judías, a la destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén. Son ellas el principal obstáculo para la propagación del Reino, pues los seguidores de Jesús procedentes del judaísmo (los discípulos/los Doce) no acaban de romper el cordón umbilical que los une a su tradición: conservan las categorías judías y siguen pensando en un mesianismo político y en la restauración de Israel, entorpeciendo la labor de la comunidad con los paganos. Cuando todo eso caiga, los discípulos quedarán libres de ese espejismo y podrán dedicarse de lleno, con los otros seguidores, a la misión en todos los pueblos. Será entonces la floración del reinado de Dios, cuando en las comunidades no se distinga ya entre miembros de origen judío y de origen pagano y todos se entreguen a la misión universal.
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