Entre gritos y violentas convulsiones salió. Se quedó como un cadáver, de modo que todos decían que había muerto. Pero Jesús, agarrándolo de la mano, lo levantó y se puso en pie.
Los gritos y convulsiones muestran que el espíritu no sale sin resistencia: su salida significa arrancarse de un largo pasado (v. 21: <<desde pequeño>>) y, al forzar al pueblo oprimido a renunciar a un resentimiento tan arraigado, parece que le quitan la vida (<<se quedó como un cadáver>>). Esta es la impresión general (<<todos decían que había muerto>>>): a los ojos de todos, esa renuncia ha sido un suicidio.
Nueva mención del nombre de Jesús (cf. vv. 23.25), que va a infundir vida. A pesar de la apariencia de muerte, el mal espíritu era un obstáculo para una vida propiamente humana.
La acción de Jesús, <<agarrarlo de la mano>>, está en paralelo con la del episodio de la hija de Jairo: <<cogiendo la mano de la chiquilla>>, que estaba muerta (5,41). <<Coger/agarrar de la mano>> se usa en el evangelio solamente cuando el afectado es judío (cf. también 1,31). Significa la llamada a la vida. Respondiendo a la oración del padre y ayudando a la deficiencia de su fe, Jesús levanta al hijo y le da la capacidad de ponerse en pie por sí mismo, como en otra ocasión a la hija de Jairo. Los dos verbos que usa Mc: <<levantar>> y <<ponerse en pie>> son los clásicos para designar la resurrección; de hecho, a eso equivale la acción de Jesús: como el pueblo representado por la hija de Jairo, también éste era un muerto en vida.
Sin embargo, al contrario que en el episodio de Jairo, Jesús no da instrucciones sobre cómo hay que actuar con el chiquillo liberado; no se dirige a él ni al padre; nuevo indicio de que ambas figuras representan a la multitud misma, a la que Jesús ha infundido la esperanza en su persona y en su obra.
Mc no señala reacción alguna a la acción de Jesús, ni siquiera por parte del padre. Tampoco indica que el chiquillo empiece a hablar; no refleja, por tanto, el resultado real de la actividad de Jesús. La escena es ideal: describe solamente la potencialidad vivificadora de Jesús ante la desesperación extrema del pueblo.
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Existe un contraste entre este poseído y el de la sinagoga (1,23-27), los dos únicos que no han sido llamados endemoniados.
1. El poseído de la sinagoga era partidario fanático de la institución religiosa y la defendía. - Éste está completamente alejado de la institución.
2. Aquél tenía esperanza, ilusionado con los ideales de restauración y gloria nacional, que creía apoyados por Dios; no era sordo, porque escuchaba la enseñanza de Jesús, ni mudo, porque se dirigió a él. - Éste no espera nada; su situación ha sido siempre miserable y nadie ha hecho nada por él; ya no cree en nada ni en nadie. El Dios de la institución, que, mientras promete glorias futuras, es indiferente al padecimiento de los oprimidos, no le merece crédito. Las glorias pasadas de Israel, tan cantadas por los partidarios del sistema, han ido de consumo con el abandono y la miseria del pueblo. Ya no tiene a nadie a quien acudir; está cansado de pedir justicia (mudo) y de oír promesas que nunca se cumplen (sordo)j.
3. Aquél confiaba en un Dios nacionalista que restablecería la gloria de Israel. -Éste no se fía de un Dios que está con los poderosos y que promete poder y dominio, y no cree en un Dios-amor. Es un pueblo completamente desengañado que no ve solución para su vida. No tiene fe, porque no se fía de Dios ni acude a él.
Puede decirse que este poseído representa el caso extremo de la miseria y opresión en Israel. En muchas ocasiones, las multitudes acudían a Jesús, esperando de él curación o salvación. Éste se resiste con todas sus fuerzas a acercarse a él.
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