martes, 19 de marzo de 2024

Mc 9,38

 Le dijo Juan: <<Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios invocando tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos seguía a nosotros.

Los Doce no han reaccionado a las palabras y acción de Jesús en la escena precedente (9,33b-37), donde les ponía al <<chiquillo>> como ejemplo. Por única vez en este evangelio, toma la palabra Juan y es para interrumpir a Jesús, no para comentar lo anterior; introduce un tema diferente que desvía la atención. Llama a Jesús <<Maestro>>, afirmando su vínculo con él e implicando la aceptación de su enseñanza, aceptación que en realidad no existe, como acaba de verse. Juan, el autoritario (3,17: <<el Trueno>>), se hace portavoz de los Doce (<<hemos visto>>), que comparten su actitud (<<hemos intentado>>).

Refiere Juan una anécdota o sucedido que va a poner de manifiesto su modo de pensar y el del grupo. Los Doce han visto a uno que expulsaba demonios usando o invocando el nombre de Jesús; este individuo, por tanto, reconocía a Jesús y cooperaba con su obra liberadora. En efecto, <<expulsar demonios>>, como se ha visto en ocasiones anteriores (1,34.39; 3,22; 5,2-20; 7,24-30) significa liberar de los fanatismos violentos que bloquean a la persona e impiden la convivencia humana, devolviendo a los poseídos su libertad y autonomía. Hay así quien libera en nombre de Jesús; como él, este individuo se ha puesto en favor del hombre y en contra de la opresión ideológica.

Los Doce, sin embargo, han intentado impedir su actividad. La razón aducida por Juan para justificar el intento es <<porque no nos seguía a nosotros>>. El pronombre <<nosotros>> está por los Doce, o más bien, dado que Juan ha llamado a Jesús <<Maestro>>, profesándose seguidor suyo, por el grupo formado por Jesús y los Doce (cf. 6,33), el Maestro y los discípulos. La pretensión de Juan es injustificable: al identificare así a Jesús con el grupo de los Doce, excluye todo seguimiento de Jesús que no conlleve el de éstos, aunque Jesús siempre ha invitado a seguirlo exclusivamente a él (cf. 1,18; 2,14.15; 8,34: <<el que quiera venirse conmigo... y entonces me siga>>); cada seguidor está vinculado a Jesús sin intermediarios. Juan, en cambio, exige de cada uno la identificación con la postura de los Doce; éstos no toleran que ejerzan la misión quienes no aceptan los ideales del judaísmo que ellos comparten (<<no nos seguía a nosotros>>).

Los Doce quieren que todos sigan a su grupo, el nuevo Israel que pretende la restauración de la gloria nacional; creen que sólo a través de la adhesión a ellos y a los que representan puede realizarse la salvación que ofrece Jesús. Por eso Juan considera inadmisible que otros se arroguen el derecho de expulsar demonios sin estar con los Doce, cuando, en realidad, ellos mismos no están siguiendo a Jesús y por eso no han sido capaces de expulsar el espíritu mudo (9,28).

La reacción de Juan en nombre de todos es, pues, de intolerancia: ni liberan ellos ni dejan liberar a otros. Como sucedió antes con los letrados llegados de Jerusalén, que difamaban la labor liberadora de Jesús sin atender a sus frutos (3,22), tampoco los Doce se fijan en el valor de la actividad del individuo anónimo ni en el bien del hombre; no reconocen la legitimidad de la obra aunque está presente todos los signos de autenticidad: está hecha invocando el nombre de Jesús y su efecto es una liberación (<<expulsar demonios>>) como las que Jesús ha efectuado. Con su actuación, este individuo prologa la obra de Jesús.

A pesar de eso, los Doce afirman la superioridad de su grupo; quieren controlar la actividad de los demás, monopolizar a Jesús. En la perícopa anterior (9,33b-37), Jesús había corregido dentro del grupo la ambición individual de ser más que los otros, intentado hacerles comprender que eran todos iguales. Ahora Juan sube de nivel y afirma la superioridad del grupo judaizante sobre todo el que quiera actuar en la línea de Jesús, atribuyéndole la exclusiva de la misión. No atiende a lo que se hace, sino a quiénes lo hacen. Sin embargo, no consta en el texto que los Doce consiguieran impedir la actividad del que expulsaba demonios.

LA BIBLIA

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