Se le acercaron Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, y le dijeron: <<Maestro, queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros>>.
No ha habido reacción de los Doce al tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (10,33-34) y, por la escena que comienza, queda patente que les ha resbalado. De hecho, como después el segundo anuncio (9,31), se manifiesta también ahora la ambición del grupo (cf. 9,34).
Los protagonistas del relato son los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Jesús ha recordado a los Doce que están subiendo a Jerusalén y les ha expuesto con detalle el trágico destino que le aguarda en esa ciudad (10,33-34). Pero sus palabras caen en saco roto. La subida a Jerusalén suscita en los Doce/los discípulos expectativas triunfalistas; piensan que Jesús se encamina a la capital para hacerse reconocer en ella como Mesías e iniciar su reinado mesiánico. Por eso, urge aprovechar la ocasión antes que se adelanten otros. Los dos hermanos se separan del grupo para acercarse ellos solos a Jesús (Se le acercaron).
Para indicar la aproximación de los Zebedeos a Jesús, usa Mc, por única vez, el verbo griego prosporeuomai ("acercarse") que no aparece en ningún otro lugar del NT. Con él, sin duda, quiere destacar que los Zebedeos, que como integrantes del grupo de los Doce deberían "estar con Jesús" (3,14), de hecho se encuentran, como el resto del grupo, separados de él, y que en la petición que van a hacerle no cuentan con los otros diez. Por otra parte, en el texto griego del verbo "acercarse" aparece en presente (lit. "se le acercan"), indicio de que la problemática que refleja este relato seguía vigente en la época de Mc.
Lo que los dos hermanos van a proponer a Jesús es algo personal, por eso evitan la presencia de los otros diez. El uso, por única vez en Mc, de la fórmula larga: los... hijos de Zebedeo, en lugar de "los de Zebedeo", subraya la dependencia del padre común, figura de la tradición y el autoritarismo, al que abandonaron físicamente (cf. 1,20 Lect.), y estrecha el vínculo entre los dos hermanos, mostrando que ambos siguen condicionados por la figura paterna. La posición privilegiada que ellos buscan es semejante a la que, en la sociedad del tiempo, caracterizaba al padre de familia: el predominio que el padre tenía dentro de la familia es el que ellos quieren tener dentro de los Doce. Con su petición van a dejar claro su deseo de situarse por encima de los demás, de llegar a ser los "más grandes" (cf. 9,34). Les mueve una ambición desmedida que destaca sobre el resto del grupo.
Llaman a Jesús Maestro, insinuando que la petición que van a hacerle está en consonancia con lo que han aprendido de él. Sin embargo, ellos no aprenden de Jesús; lo que hacen es proyectar sobre él sus propias expectativas y deseos, haciendo caso omiso de toda enseñanza en contrario.
Exponen su petición en términos de exigencia (queremos). Sin ningún atenuante (por ej., "si es posible"), quieren que Jesús se ponga por entero a su disposición y les conceda lo que van a pedirle antes de exponérselo. Su pretensión, realzada en el texto por la posición de la frase lo que te pidamos, situada antes de lo hagas por nosotros, muestra hasta qué punto los empujan la ambición y el deseo de sobrepasar a los demás.
El verbo queremos (gr. thelomen) recuerda el dicho de Jesús: "Si uno quiere (gr. thelei) ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos" (9,35; cf. 10,43s). Pero el "querer" de los Zebedeos va en dirección contraria.
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