domingo, 7 de abril de 2024

Mc 10,52b

 Inmediatamente recobró la vista y lo seguía en el camino.

La visión es inmediata: ahora los discípulos, representados por el ciego, aceptan el mesianismo de Jesús, captan sus valores (recobró la vista), y pueden empezar a seguirlo. Ya no se quedarán inmóviles junto al camino (v. 46); se ponen en movimiento detrás de Jesús (lo seguía); por fin están en el camino (8,27; 9,33b.34). Es la primera vez desde la declaración mesiánica de Pedro (8,30) que, de forma figurada, se señala que los discípulos siguen a Jesús.

Nadie expresa admiración ni surge aclamación alguna tras la curación del ciego.

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Hay algo peculiar en este episodio: las otras dos veces que un personaje discapacitado es figura representativa de los discípulos (7,32: el sordo; 8,22b: el ciego), éste permanece pasivo y es llevado a Jesús por otros; no era él, sino esos otros, los que eran conscientes de la situación negativa en la que se encontraba y los que suplican a Jesús que la remedie. Aquí, en cambio, la iniciativa la tiene el ciego mismo, que pide insistentemente a Jesús que se compadezca de él (vv. 47b.48) y que le devuelva la vista (v. 51b).

El episodio describe, además, una curación definitiva, pues el antes ciego va a seguir a Jesús "en el camino"; es decir, los discípulos/los Doce van a aceptar plenamente el programa de Jesús.

Cabe preguntarse, sin embargo, si Mc está describiendo un acontecimiento real, pues hasta el final del evangelio el grupo de los discípulos/los Doce seguirá sin entender ni aceptar el mensaje de Jesús. Por eso, es más razonable pensar que se trata de un episodio ideal que refleja la situación de los discípulos de Jesús, procedentes del judaísmo (los judeocreyentes), en tiempo de Marcos. De hecho, como apareció ya en 2,15, la existencia del grupo de seguidores que no proceden del judaísmo parece una proyección hecha por Mc en el tiempo de Jesús de la realidad de su época, incluyendo la tensión que existía entre los dos grupos. En el evangelio, esta tensión, que se manifestó claramente en la perícopa del "chiquillo" (9,33b-37 Lect.), en la del exorcista anónimo (9,38-40 Lect.) y en la de los "chiquillos" llevados a Jesús (10,13-16 Lect.), aparece también en este episodio. Cuando Marcos escribe su evangelio, los discípulos/los Doce (el ciego) siguen manteniendo su ideología nacionalista y esperan la restauración del reino de Israel. Por su parte, los seguidores no procedentes del judaísmo (los "muchos") se oponen públicamente a esta deformación del mensaje de Jesús. No sólo eso: exhortan a los discípulos/los Doce a que se den cuenta de su ceguera y acudan a Jesús, del que están distanciados, para que éste les cure.

El episodio se sitúa cuando Jesús se está acercando a Jerusalén; se trata, por tanto, de la actitud ante la pasión y muerte cercanas de Jesús. Los discípulos/los Doce no la aceptan, obcecados con sus ideales de gloria; los otros seguidores, en cambio, sí. En el evangelio, esta diferencia se reflejará más adelante en dos personajes representativos: Simón Pedro, el exponente del grupo judaizante, negará a Jesús (14,66-72); Simón Cirineo, representante de los seguidores ajenos al judaísmo, cargará con su cruz (15,21).

Los seguidores auténticos quieren mostrar a los discípulos lo que sería lógico que hubieran hecho después de las repetidas predicciones de la Pasión (8,31; 9,31; 10,33-34), seguidas de la instrucción sobre las relaciones en la comunidad y con los de fuera (10,42-46a). Deben recapacitar y rectificar al menos ahora, ya en tiempo de Marcos, recordando cómo se equivocaron entonces. La curación del ciego es señal de que el evangelista confía en que los discípulos acaben saliendo de su "ceguera".

LA BIBLIA

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