Reaccionó Jesús preguntándole: <<¿Qué quieres que haga por ti?>> El ciego le contestó: <<Rabbuní, que recobre la vista>>. Jesús le dijo: <<Márchate, tu fe te ha salvado>>.
Jesús ha expuesto insistentemente su destino (8,31: "empezó a enseñarles"; cf. 9,31; 10,33-34); sus discípulos han estado resistiéndose a él (8,32: "[Pedro] empezó a conminarle"; cf. 9,32-34; 10,35-41); pero la insistencia de Jesús ha sido una invitación continua a darle la adhesión. Al primer gesto que la manifiesta, Jesús responde; su prontitud es prueba de su amor por los suyos.
Cuatro veces ha aparecido a lo largo del relato el nombre de Jesús (vv. 47.49.50.52). Tal insistencia refleja que la perícopa está centrada en él; lo que se ventila en ella es la adhesión auténtica a Jesús; sólo esa adhesión sacará a los discípulos de su ceguera/incomprensión.
La pregunta de Jesús al ciego: ¿Qué quieres que haga por ti?, es la misma que hizo a los Zebedeos (10,36). Mc muestra así de nuevo que el ciego representa a los discípulos/los Doce.
El ciego le contestó: todavía es ciego, pero ha adquirido conciencia de su ceguera y ahora sabe lo que debe pedir. Ya no llama a Jesús "Hijo de David", ni espera solución de ese personaje; lo llama Rabbouní ("Señor mío"), nuevo modo de designar a Jesús con un título que se daba a Dios mismo: ha reconocido en Jesús al Hombre-Dios, al Mesías Hijo de Dios (1,1).
Su petición: que recobre la vista, expresada en griego con el verbo anablepô, el mismo que ha aparecido en la curación del primer ciego (8,24), relaciona de nuevo a ambos personajes: los dos son figura de los discípulos. Además, el hecho de que el ciego hable de "recobrar la vista" y no, simplemente, de "ver", muestra que el personaje es consciente de que un determinado momento ha pasado del "ver" a la "ceguera"; es decir, que lo que lo ha "cegado" es su negativa a aceptar el "camino" de Jesús.
En paralelo con el padre del chiquillo epiléptico (9,22: "Conmuévete por nuestra situación y ayúdanos"), el ciego, consciente por fin de su ceguera, pide la curación a Jesús (que recobre la vista). Esta petición necesitaban los discípulos para librarse de la idea mesiánica que les impedía el seguimiento y la misión, según les había dicho Jesús (9,29: "Esta ralea no puede salir más que pidiéndolo"). La ceguera equivale a un espíritu inmundo y saldrá sólo cuando ellos mismos se lo pidan a Jesús. Sin la conciencia de encontrarse en un estado negativo y sin el deseo de cambio, no es posible la verdadera conversión.
No hay palabra ni gesto alguno de curación por parte de Jesús. Las palabras: Márchate, tu fe te ha salvado, recuerdan las que dijo a la mujer con flujos (5,34) y señalan la comunicación del Espíritu, respuesta de Jesús a la adhesión que ha manifestado el ciego y a su deseo de salir de su "ceguera". La fe que salva al ciego es la adhesión a Jesús y la confianza en él. Jesús no lo ha tocado, pero la adhesión ha realizado el contacto; no hace falta simbolizarlo.
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