Cuando se acercaban a Jerusalén, esto es, a Betfagé y Betania, en dirección al Monte de los Olivos...
Acercarse a Jerusalén significa, para Jesús, ir al encuentro de los acontecimientos predichos por él (10,33s): su pasión y muerte a manos de los dirigentes judíos y de los paganos. Jesús se aproxima a la capital acompañado de la comitiva (se acercaban) que ha salido con él de Jericó (10,46b), entre los cuales, como se señalará a continuación (v. 1b), se encuentran sus discípulos.
Aparentemente, los datos topográficos que ofrece Mc son bastante confusos. El orden de Mc (Jerusalén, Betfagé, Betania) es el inverso del itinerario a seguir cuando se viene, como en el caso de Jesús y sus acompañantes (cf. 10,46b), de Jericó. Por otra parte, Betania no se encontraba en la ruta ordinaria de los peregrinos, y tanto esta localidad como Betfagé estaban situadas en la parte oriental del Monte de los Olivos.
En la frase introductoria aparece una doble construcción local con la preposición griega eis (a [gr. eis] Jerusalén... a [gr. eis] Betfagé y Betania), que encontramos de nuevo en el v. 11, donde Jerusalén se pone esta vez en relación con otro lugar, el templo (en [gr. eis] Jerusalén... en [gr. eis] el templo). En todos los casos de Mc en los que aparece esta construcción, los dos términos regidos por la preposición eis (= "a", "hacia", "en") están en relación de "englobante-englobado" o similar. En el v. 11, la relación entre Jerusalén y el templo es clara: se trata del englobante, la ciudad, y del englobado, el templo. El paralelo indica que, también en el v. 1, Jerusalén se considera como englobante de Betfagé y Betania.
El texto de Mc incluye, pues, a Betfagé y Betania "en" Jerusalén. Se explica así que, para el evangelista, acercarse a Betfagé y Betania equivalga a acercarse a Jerusalén, es decir, en esos lugares se está ya dentro de la órbita de la capital, pues son como un apéndice de ella. Muestra así Mc como Jerusalén domina "las aldeas"; Betfagé y Betania se convierte, para él, en exponentes del pueblo sometido a los círculos dirigentes que residen en la capital (cf. 10,33).
Dado que, para Mc, acercarse a Betfagé y Betania equivale a acercarse a Jerusalén, la expresión en dirección al Monte de los Olivos constituye una nueva indicación local que rebasa, topográficamente, la unidad formada por "Jerusalén-Betfagé-Betania", aunque, como ya se ha indicado, de hecho las dos aldeas estaban situadas en el Monte de los Olivos. Dicho monte aparece así como una meta que deberá ser alcanzada después de haber pasado por Jerusalén y todo lo que ésta implica. Jerusalén constituye, pues, una etapa en el camino de Jesús hacia el Monte de los Olivos.
La explicación de este extraño itinerario, trazado por Mc, hay que buscarla en el significado de <<el monte>> en los evangelios. Como es sabido, <<el monte>> representa la esfera divina en contacto con la historia (3,13 Lect.), en este caso en relación la de Israel (de los Olivos). Como aparecerá en dos pasajes posteriores (cf. 13,3; 14,26), el Monte de los Olivos es figura del estado glorioso de Jesús tras su resurrección; se explica así que constituya la meta hacia la que éste se encamina. Es la regla de Mc: cuando habla de la muerte de Jesús o alude a ella, de forma explícita o figura la asocia siempre a la resurrección. En esta ocasión, la mención de Jerusalén anuncia la muerte; la del Monte de los Olivos, la resurrección.
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